El Últi­mo Suspiro

LE DER­NIER SOUF­FLE. Fran­cia, 2024. Un film escri­to y diri­gi­do por Cos­ta-Gavras. 100 minutos

La edad no tie­ne impor­tan­cia cuan­do exis­te un espí­ri­tu crea­ti­vo; eso es lo que se infie­re en el caso del emble­má­ti­co rea­li­za­dor Cos­ta-Gavras quien con sus 92 años brin­da en Le Der­nier Souf­fle una emo­ti­va tra­gi­co­me­dia. Del mis­mo modo en que algu­nos de sus títu­los de su fil­mo­gra­fía como Z (1969), Mis­sing (1982) y Amen (2002) adqui­rie­ron reso­nan­cia, a no dudar­lo que su últi­mo tra­ba­jo tras­cien­de amplia­men­te por su con­te­ni­do, impe­ca­ble rea­li­za­ción e inme­jo­ra­ble inter­pre­ta­ción de sus dos protagonistas.

Kad Merad y Denis Podalydès

El guión del cineas­ta basa­do en el libro homó­ni­mo del filó­so­fo Régis Debray y del facul­ta­ti­vo palia­ti­vis­ta Clau­de Gran­ge, comien­za cuan­do el escri­tor fran­cés Fabri­ce Tous­saint (Denis Podaly­dès) le es detec­ta­do un tumor laten­te en una clí­ni­ca de Bos­ton don­de tra­ba­ja su her­mano (Fabri­ce Scott); es así que de inme­dia­to Fabri­ce deci­de retor­nar a Fran­cia y estar a dis­po­si­ción del médi­co Augus­tin Mas­set (Kad Merad), que se ocu­pa del cui­da­do palia­ti­vo de los enfer­mos. ade­más de ser su amigo.

El núcleo del rela­to está cen­tra­li­za­do en dos aspec­tos. Uno de los mis­mos es la con­ver­sa­ción enta­bla­da entre Fabri­ce y Augus­tin sobre la esen­cia de la vida en su últi­ma eta­pa y el modo de enfren­tar el inexo­ra­ble dece­so que habrá de acon­te­cer. Para ello el galeno con­du­ce al escri­tor para que pre­sen­cie algu­nos de sus pacien­tes afec­ta­dos de enfer­me­da­des ter­mi­na­les y la reac­ción de los mis­mos en vis­ta del inmi­nen­te final.

La refle­xión que sur­ge del diá­lo­go enta­bla­do entre el escri­tor y su ami­go y la opi­nión que cada uno de ellos sus­ten­ta sobre el pun­to de vis­ta acer­ca de la mor­ta­li­dad huma­na ori­gi­na un elo­cuen­te y didác­ti­co deba­te filo­só­fi­co que hace que la audien­cia refle­xio­ne sobre el tema. Asi­mis­mo es de con­si­de­ra­ble inte­rés apre­ciar cómo en las visi­tas efec­tua­das a los enfer­mos sue­len sur­gir dis­cre­pan­cias en torno a los cui­da­dos reci­bi­dos don­de el per­so­nal médi­co debe acep­tar las crí­ti­cas ya sea de los pacien­tes o de sus fami­lia­res. Igual­men­te deja plan­tea­da la dis­cu­sión has­ta dón­de los pacien­tes deben o no cono­cer el des­tino que les aguar­da en la medi­da que no exis­te cura o solu­ción del mal que les afecta.

El rela­to está nutri­do de un con­te­ni­do humano excep­cio­nal y no obs­tan­te el dra­ma­tis­mo de algu­nas situa­cio­nes plan­tea­das hay otras ins­tan­cias en las que un apre­cia­ble humor ali­via la dure­za del tema central.

El rea­li­za­dor ofre­ce una sobria a la vez que rea­lis­ta pues­ta escé­ni­ca per­mi­tien­do que su ins­pi­ra­do guión per­mi­ta que la audien­cia que­de invo­lu­cra­da con las varias his­to­rias que van emer­gien­do de los pacien­tes. A pesar de que prác­ti­ca­men­te todo el film se desa­rro­lla en redu­ci­dos espa­cios, Cos­ta Gavras evi­ta que la narra­ción resul­te claus­tro­fó­bi­ca para per­mi­tir en cam­bio un cli­ma introspectivo.

Otro de los hallaz­gos del cineas­ta es el de haber con­vo­ca­do un exce­len­te elen­co en el que por la dimen­sión de sus roles neta­men­te se des­ta­can Merad y Podaly­dès; ambos acto­res ofre­cen tra­ba­jos dig­nos de elo­gio por la nota­ble expre­si­vi­dad trans­mi­ti­da y com­ple­ta auten­ti­ci­dad logra­da en la inter­re­la­ción exis­ten­te entre sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes. Eso no va en zaga de la com­po­si­ción rea­li­za­da en roles de apo­yo por las vete­ra­nas Char­lot­te Ram­pling, Kari­ne Wiard, Hiam Abbass, Agathe Bonitzer y muy espe­cial­men­te Ange­la Moli­na quien como enfer­ma ter­mi­nal a mane­ra de des­pe­di­da cele­bra la vida que le res­ta rodea­da de su fami­lia ente­ra; eso ori­gi­na una de las esce­nas más emo­cio­nan­tes de esta his­to­ria que aun­que fic­ti­cia no deja de ser realista

En con­clu­sión, los aman­tes del cine asis­ten a una vibran­te pelí­cu­la cuya mora­le­ja es el de afron­tar con dig­ni­dad nues­tra exis­ten­cia vivien­do de la mejor mane­ra posi­ble has­ta el momen­to de exha­lar el últi­mo sus­pi­ro. Jor­ge Gutman