La Visi­ta del Rey

HYDE PARK ON HUD­SON. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film de Roger MIchell

Basán­do­se en el dia­rio per­so­nal de Mar­ga­ret “Daisy” Suc­kley y en algu­nas de sus car­tas ínti­mas ‑des­cu­bier­tos en oca­sión de su muer­te en 1991‑, el guio­nis­ta Richard Nel­son con­ci­bió un rela­to que entre­mez­cla dos his­to­rias: por un lado la rela­ción sen­ti­men­tal de Daisy con el pre­si­den­te Fran­klin Delano Roo­se­velt, y por otra par­te la pri­me­ra visi­ta que un monar­ca de Gran Bre­ta­ña rea­li­za a los Esta­dos Uni­dos. Hyde Park on Hud­son es una pelí­cu­la de tono cos­tum­bris­ta don­de la polí­ti­ca jue­ga aquí un rol muy secun­da­rio, para pri­vi­le­giar su aten­ción en la rela­ción de Roo­se­velt con su fami­lia y entorno que lo rodea así como en su carác­ter de anfi­trión del rey Geor­ge VI.

La acción tie­ne lugar en la man­sión cam­pes­tre de la fami­lia de Roo­se­velt en Hyde Park, Nue­va York, y se desa­rro­lla en el verano de 1939 a pocos meses de irrum­pir la Segun­da Gue­rra Mun­dial. El pre­si­den­te (Bill Murray) con­vo­ca a Daisy (Lau­ra Lin­ney), una pri­ma de lejano gra­do de paren­tes­co, para que como asis­ten­te lo ali­vie y dis­trai­ga de la abul­ta­da car­ga que impli­can sus tareas admi­nis­tra­ti­vas. La narra­ción, que es efec­tua­da adop­tan­do el pun­to de vis­ta de esta parien­te, va hacien­do cono­cer deta­lles sobre las incli­na­cio­nes don­jua­nes­cas de Roo­se­velt, la rela­ción cor­dial pero sola­men­te amis­to­sa que man­tie­ne con su espo­sa Elea­nor (Oli­via Williams), la exis­ten­cia de una madre pose­si­va que vive bajo un mis­mo techo (Eli­za­beth Wil­son), la pre­sen­cia de su secre­ta­ria per­so­nal Missy (Eli­za­beth Mar­vel) ‑que lue­go se reve­la­rá que cons­ti­tu­ye algo más que eso- y final­men­te el affair amo­ro­so con Daisy. 

El otro hilo del rela­to se nutre con la lle­ga­da por un fin de sema­na del rey Geor­ge VI (Samuel West) y su seño­ra, la rei­na Eli­za­beth (Oli­via Col­man), a Hyde Park invi­ta­dos por el pre­si­den­te, para cimen­tar los lazos amis­to­sos entre Gran Bre­ta­ña y Esta­dos Uni­dos. Esta par­te de la his­to­ria es la mejor del film y la que pro­vee algu­nas notas de humor, como la sen­sa­ción de inco­mo­di­dad que en cier­tos momen­tos expe­ri­men­ta la rei­na por la acti­tud extra­ña de sus anfi­trio­nes; así por ejem­plo, ella no se encuen­tra com­pla­ci­da al saber que al día siguien­te debe­rá asis­tir con el rey y su comi­ti­va a un pic­nic cuyo pla­to úni­co de comi­da será hot dogs y que el almuer­zo esta­rá ame­ni­za­do con can­cio­nes autóc­to­nas inter­pre­ta­das por la gen­te nati­va del lugar.

El direc­tor Roger Michell deja de lado el aspec­to polí­ti­co de la visi­ta, a pesar de que es bien sabi­do que el rey esta­ba suma­men­te intere­sa­do en la adhe­sión y ayu­da que Esta­dos Uni­dos le brin­da­ría a su país fren­te a la ame­na­za de Hitler en Europa.

Aun­que el rela­to no se des­ta­ca por la emo­ción, hay una esce­na que real­men­te tras­cien­de. Eso suce­de en una con­ver­sa­ción pri­va­da entre el rey y Roo­se­velt, don­de aquél mal­di­ce su tar­ta­mu­dez por­que le impi­de expre­sar­se con mayor flui­dez; fren­te a los hechos, el pre­si­den­te lo con­sue­la mal­di­cien­do su pará­li­sis par­cial moti­va­da por la polio­mie­li­tis sufri­da varios años atrás y que físi­ca­men­te lo dejó dis­ca­pa­ci­ta­do.  

Laura Linney y Bill Murray
Lau­ra Lin­ney y Bill Murray

A dife­ren­cia de lo vis­to en Lin­coln de Ste­ve Spiel­berg, este film des­car­ta la aris­ta de Roo­se­velt como esta­dis­ta y menos aún resal­ta su rol como pre­si­den­te en momen­tos tan difí­ci­les como los que esta­ban con­mo­cio­nan­do al mun­do . En cuan­to a lo con­cer­nien­te a la rela­ción amo­ro­sa que man­tie­ne con Daisy, la mis­ma está tibia­men­te expues­ta, más bien des­di­bu­ja­da, sin que lle­gue a gra­vi­tar mayor­men­te en el con­te­ni­do del rela­to. 

En líneas gene­ra­les las actua­cio­nes son bue­nas pero sin que nin­gún actor lle­gue a sobre­sa­lir. Murray actúa con correc­ción así como tam­bién lo hace Lin­ney, pero ambos care­cen del sufi­cien­te mate­rial como para que el víncu­lo afec­ti­vo que unió a sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes lle­ga­ra a cobrar ver­da­de­ra vida en la pan­ta­lla; otro caso es el de West que aun­que ofre­ce una bue­na com­po­si­ción del monar­ca, su actua­ción está muy por deba­jo de la memo­ra­ble inter­pre­ta­ción que Colin Firth brin­dó en The King’s Speech (2010).

Con­clu­sión: Con dos his­to­rias tenue­men­te entre­la­za­das, Hyde Park on Hud­son es un film entre­te­ni­do bien rea­li­za­do pero a la pos­tre anec­dó­ti­co y sin mucha tras­cen­den­ciaJor­ge Gutman