Une bouteille dans la mer de Gaza. Francia-Israel-Canadá, 2011. Un film de Thierry Binisti. Elenco: Agathe Bonitzer, Mahmoud Shalaby, Hiam Abbass
El eterno y amargo conflicto árabe-israelí ha sido materia de varios documentales y filmes de ficción; ahora Une bouteille dans la mer de Gaza se agrega en la lista de esta última categoría donde el director Thierry Binisti ofrece un film de calidad además de brindar un mensaje de paz y solidaridad humana.
Aunque la premisa del relato pueda resultar idealista, lo que aquí se observa destila sinceridad y completa autenticidad. A pesar de tratarse de su segundo film, el director demuestra un dominio considerable manejando un asunto espinoso y de extrema sensibilidad al haber logrado un delicado equilibrio en exponer los puntos de vista de cada una de las partes beligerantes sin tomar partido alguno. Al propio tiempo, evita cualquier sentimentalismo posible para no caer en la fácil demagogia de contar una simple novelita romántica.
Binisti se basó en el libro de Valérie Zenatti “Una botella en el mar de Gaza” que da título al film donde expone el intercambio de cartas enviadas a través del correo electrónico entre dos jóvenes que viven a menos de 100 kilómetros de distancia pero que en los hechos están apartados por una gigantesca valla difícil de traspasar y que involucra a dos ciudades enemigas.
Tal (Agathe Bonitzer) es una joven israelí de origen francés de 17 años habitando con su familia en Jerusalén y que ha quedado tremendamente impresionada como consecuencia de la bomba que un miembro de Hamas hizo explotar en un café local en 2003 provocando la muerte de inocentes víctimas, entre las mismas la de una chica de su misma edad que estaba por casarse. Ese acontecimiento la impulsa a dirigir una carta a Gaza sin específico destinatario, dejando su dirección electrónica, para que cualquiera que la leyera pudiera explicarle cuáles podrían ser las posibles razones que motivan a que alguien pueda cometer semejante atrocidad criminal; con ese propósito utiliza los servicios de su hermano Eytan (Abraham Belaga), que está en el ejército israelí, para que el mensaje colocado en una botella sea arrojado al mar con dirección hacia la franja de Gaza. La persona receptora es Naïm (Mahmoud Shalaby), un muchacho palestino de 20 años, quien después de haber leído la misiva se instala en su ordenador y bajo el pseudónimo de “Gazaman” le responde a Tal.
A partir de allí, las cartas electrónicas intercambiadas se van sucediendo, creándose de este modo un vínculo de comunicación virtual no siempre libre de animosidad, suspicacia y recelo frente a las vivencias opuestas que cada uno de ellos y sus respectivas familias experimentan con motivo del conflicto. A pesar de que el intercambio de correspondencia va creando un diálogo más personal e íntimo que gradualmente se traduce en un sentimiento afectivo de carácter romántico, ambos enfrentan la dificultad de no poder sustraerse de la trágica realidad social y política que les afecta y que contribuye a que el encuentro físico no pueda materializarse.
El documento impacta por su contenido y a pesar de que los medios de comunicación se ocupan de difundir extensamente la violencia de la región, este film tiene la virtud de describir el inquietante y tenso ritmo de la vida corriente de dos mundos completamente opuestos como pocas veces el cine lo ha hecho; en gran parte eso es debido a que la puesta en escena del realizador, unido al muy buen guión escrito por él junto a la autora de la novela, confieren plena autenticidad y sincera emoción al drama que viven sus personajes.
La interpretación de Bonitzer y Shalaby es completamente convincente animando a los dos personajes centrales que en ningún momento del relato llegan a estar juntos y en los papeles secundarios se distingue la veterana actriz Hiam Abbass por la ternura que imprime como la madre viuda de Naïm.
No obstante su contexto sombrío, el film deja abierto una pequeña puerta esperanzadora al demostrar que si Tal y Naïm pueden entablar un diálogo, nada debería impedir que las partes en conflicto siguiesen su ejemplo.
Conclusión: Un film pequeño pero de inmenso corazón que narrando una amistad casi imposible se distingue por su profundo humanismo y convicción pacifista. Jorge Gutman