ARBITRAGE. Estados Unidos, 2012. Un film escrito y dirigido por Nicholas Jarecki
Nuevamente el cine estadounidense considera el tema de los rapaces hombres de negocios que dejando de lado cualquier consideración ética y moral sólo les anima la codicia para amasar fortunas, sin importar los daños que pueden causar a terceros para lograr sus fines.
Nicholas Jarecki, en su primer film como director y guionista, describe ese particular universo a través de la figura de Robert Miller (Richard Gere) un multimillonario de Wall Street. Él es el dueño y presidente de una importante empresa dedicada al manejo y administración de fondos de inversión alternativa (hedge funds). En las primeras escenas se contempla al patriarca familiar celebrando su sexagésimo cumpleaños en compañía de toda su familia; cuando al promediar la velada deja la reunión diciéndole a su fiel esposa (Susan Sarandon) que lo hace por razones de trabajo, queda inmediatamente comprobada su ambigüedad moral al dirigirse al departamento de su joven amante (Laetitia Casta) –una marchante de arte francesa- quien lo estaba aguardando para celebrar conjuntamente su cumpleaños.
Prontamente el espectador se impone que Miller atraviesa graves problemas financieros al enfrentar una deuda inminente que debe cubrir, debido a operaciones de inversión realizadas que no resultaron como se aguardaba. Para evitar la quiebra de su imperio, le urge vender la empresa, presentando estados contables tergiversados al omitirse la desaparición de aproximadamente 400 millones de dólares. En una actitud decididamente irresponsable, Miller involucra a su propia hija (Brit Marling) en la dolosa acción porque aunque ella es completamente inocente habiendo ignorado las maniobras de su padre, no obstante es la contadora principal y por lo tanto co-responsable del fraude cometido a inocentes inversionistas que depositaron su confianza en la empresa.
El verdadero drama que dinamiza los acontecimientos se produce frente a un lamentable accidente automovilístico que tiene lugar en un lugar apartado y en la mitad de la noche, donde Miller es el conductor del vehículo y está acompañado de su amante quien muere instantáneamente. Frente a esa desgracia este hombre se encuentra forzado a enfrentar su trayectoria pasada y la dobla vida llevada hasta ese entonces.
Para no verse implicado, Miller rehúye confesar su autoría pero cada paso que va dando para protegerse de la investigación policial a cargo de un obstinado detective (Tim Roth), va agravando las cosas comprometiendo a terceros inocentes. Así, el principal damnificado resulta ser Jimmy Grant (Nate Parker), un joven afroamericano cuyo padre fue el antiguo chofer de Miller y que en el pasado recibió de su patrón considerable ayuda económica; para defender a Miller en la coartada que éste le propone, el muchacho se ve forzado a mentir ante la autoridad policial comprometiendo seriamente su situación personal.
Sin entrar a comentar otros hechos acarreados por el lamentable accidente Jarecki pinta patéticamente a un individuo corrupto, pero al hacerlo Miller está lejos de aparecer como un monstruo humano sino más bien como un ser de doble personalidad; por un lado se contempla al esposo entrañable, adorado por sus hijos y nietos, apreciado por sus empleados así como reconocido por las obras filantrópicas realizadas; pero, por otra parte, su ambición desmedida por el dinero lo convierte en un tiburón financiero quien al verse acorralado por los hechos actúa como un desaprensivo amoral, en total contradicción con su otro yo.
La interpretación es inobjetable, sobre todo la perfecta caracterización lograda por Gere en el rol protagónico. El veterano actor transmite convicción como un individuo encantador y de buenos sentimientos con quienes le rodean pero que al propio es un amoral de extremada vulnerabilidad que se encuentra invadido por el miedo cuando adquiere conciencia de que es culpable por sus irresponsables actos y que tanto su carrera profesional como su vida afectiva pueden desintegrarse.
El novel realizador evidencia una sorprendente madurez abordando una historia que a pesar de haber sido tratada en otras oportunidades es contada de modo atractivo y entretenida en base a un imaginativo guión que va creando un adecuado suspenso a medida que el relato se va desarrollando. El desenlace de esta historia deja en el espectador una sensación semiamarga, pero sin duda es totalmente consecuente y convincentemente realista.
Conclusión: Un film inteligente de connotaciones morales que ilustra una realidad actual insoslayable donde los mecanismos de premios y castigos no funcionan como deberían serlo en el contexto de una sociedad civilizada. Jorge Gutman