THE IMPOSTER. Estados Unidos,2012. Un documental de Bart Layton
Hay una expresión inglesa denominada stranger than fiction que hace alusión a aquellas situaciones en donde la realidad resulta más extraña que cualquier ficción elaborada en base a situaciones improbables o rebuscadas. Eso puede ser aplicado al presente documental porque si se hubiera tratado de una historia de ficción el film habría sido fuertemente cuestionado por su absoluta falta de credibilidad. Aquí asistimos a un documental cuyo interés descansa precisamente por su premisa completamente irrealista y por la manera en que el realizador Bart Layton se las ingenió para utilizar el material que tenía en sus manos para elaborar un film de máximo suspenso que sin duda alguna Hitchcock se habría deleitado viéndolo.
Todo comienza a mediados de 1994 cuando Nicholas Barclay, un chico de 13 años de edad del estado de Texas súbitamente desaparece sin dejar rastro alguno. De inmediato, la acción se traslada tres años y medio después a Linares, una aldea del sur de España, donde las autoridades locales notifican que el adolescente ha sido ubicado. No cometo indiscreción alguna al señalar algo que se refleja en el título del film y que de ningún modo Layton trata de disimular u ocultar. Así, el espectador inmediatamente se da cuenta que se enfrenta con un extraordinario impostor que justifica su desaparición diciendo que había sido secuestrado y que sus captores lo han sometido a una continuada tortura física y emocional.
El documental que está estructurado dramatizando situaciones con actores verdaderos, va informando al espectador que el impostor que finge ser Nicholas es Frédéric Bourdin, un muchacho francés de origen argelino con un pasado delictivo que ha vivido toda su vida fabulando y adoptando diversas personificaciones; en ese mundo de fantasía él mismo llega a ser un damnificado más.
Volviendo al punto de partida es necesario dejar establecido algunas características del embaucador. Es 7 años mayor que Nicholas, tiene piel oscura en tanto que Nicholas es rubio, posee ojos negros en tanto que los del adolescente desaparecido son celestes, además hay que considerar que las cejas del farsante son notoriamente más espesas y que posee una dicción que de ningún modo responde al inglés natural hablado por el ciudadano del medio oeste americano.
Cuando una de las hermanas de Nicholas llega a España para recoger al muchacho y retornarlo al seno del hogar familiar, el espectador se queda atónito al comprobar que ella no guarda sospecha alguna y da por hecho que Frédéric es realmente Nicholas. Por si eso no fuese suficiente, cuando ambos llegan a San Antonio, los familiares lo acogen sin cuestionar ninguno de los rasgos físicos o emocionales completamente diferentes a las del desaparecido. ¿Cómo es posible que ni siquiera la madre dude sobre la identidad de su hijo a pesar de que por instinto maternal resultaría imposible de ser engañada? La única explicación, medianamente racional, es que a pesar de las objetivas y marcadas diferencias existentes entre Nicholas y su doble, la familia al haber estado tan desesperada por la ausencia del menor se aferra a la idea de que Nicholas logró salvar su vida dejando atrás las miserias infligidas por sus raptores.
La segunda parte del film hace que el público se convierta en un investigador más, tratando de imaginar cómo la impostura podrá ser descubierta y cuáles serán los efectos de la misma. En tal sentido, Layton proporciona algunas vueltas de giro ‑en parte alimentadas por un investigador privado que se apasiona con el caso- donde el documental adquiere el tono de un excelente thriller.
Lo cierto es que Nicholas Barclay jamás reapareció y nada se sabe de su paradero aunque judicialmente el caso esté cerrado. Eso no implica que cada espectador pueda sustentar su propia teoría sobre lo ocurrido y especialmente sobre si realmente la familia de Barclay era tan ingenua como se supuso para creer en la impostura de Frédérick o si hubo algunos intereses para hacer creer que Nicholas reapareció.
Conclusión: Un excelente documental sobre un caso real donde la verdad de los hechos nunca quedó esclarecida. Jorge Gutman