NO. Chile, 2012. Un film de Pablo Larraín.
Después de la cálida recepción crítica recibida en mayo de 2012 en oportunidad de su estreno internacional en el Festival de Cannes, este film de Pablo Larraín siguió acumulando elogios en otros festivales, fue nominado al Oscar de la mejor película extranjera y de hecho se convirtió en la película latinoamericana más comentada de los últimos meses. Hay dos buenas razones que justifican el hecho; por un lado su tema de indudable importancia social y, además, por su buena realización. Completando una trilogía de cine político que comenzó con Tony Manero (2008) y prosiguió con Post Mortem (2010), No es el más logrado de los tres.
Basado en dramáticos acontecimientos vividos en Chile durante la sangrienta dictadura militar que comenzó en 1973 y se prolongó hasta 1990, el nudo central del relato gira en torno del plebiscito que en 1988 tuvo lugar y cuyo resultado determinaría si el régimen del general Pinochet continuaría o no gobernando el país. Aunque es sabido que el resultado de dicha consulta fue un rotundo No, el excelente guión de Pedro Peirano ‑basado en la pieza Referéndum de Antonio Skarmeta- permite mantener la intriga hasta el final.
Larrain entremezcla material de archivo documental con la filmación restante a través de la cámara video U‑matic, muy popular en esa época. Es posible que dicho procedimiento técnico pueda producir cierta incomodidad de visión; sin embargo, esta situación está ampliamente compensada porque en términos de desarrollo dramático crea un clima de auténtica veracidad donde el espectador participa de los acontecimientos como si los estuviese viviendo personalmente.
En la ficción de los hechos, el relato presenta a René Saavedra (Gael García Bernal) un ejecutivo de publicidad que recién llegado del exilio en México ahora trabaja en una importante compañía de su especialidad preparando spots publicitarios para la televisión.
Dado que el padre de René había sido un disidente exilado, un viejo amigo suyo socialista (Luis Gnecco) lo convence para que se ocupe de diseñar una campaña tendiente al triunfo del No. A partir de allí, vuelca todos sus esfuerzos para elaborar una estrategia que permita llegar al teleespectador tratando de aprovechar de la mejor forma posible el espacio de 15 minutos diarios que el gobierno otorga al espectro opositor. El desafío que enfrenta este publicitario es muy grande porque por una parte es necesario adoptar una táctica que no pueda irritar al régimen evitando referencias al terror que el pueblo estaba sufriendo; por la otra es necesario un método cuyo mensaje llegue claramente al público en forma dinámica y divertida; en consecuencia y adoptando el lema de “Chile, la felicidad está en camino”, René utiliza su imaginación para crear efectivos cortos publicitarios impregnados de optimismo y sazonados con coloridos números musicales.
En la vida personal, René vive solo pero comparte a su pequeño hijo (Pascal Montero) con Verónica (Antonia Zegers), su ex mujer, una activista política de izquierda quien no cree en el compromiso en el que él está implicado. Por otra parte, el joven ejecutivo tampoco se siente muy cómodo teniendo en cuenta que su jefe (Alfredo Castro) está al frente de la campaña opuesta conducente al Sí, lo que agrega una complicación más a su estado emocional. A medida que los días de la votación se acercan y el No parece estar ganando más adeptos, la tensión dramática se va acumulando cuando René y su equipo van recibiendo peligrosas amenazas.
El film cuenta con un elenco que se desempeña con absoluta naturalidad en sus respectivos personajes; en especial cabe remarcar el desempeño de García Bernal transmitiendo con convicción la imagen de un individuo que aunque en principio le interesa ofrecer un buen servicio a sus clientes, progresivamente el rumbo de los acontecimientos motivan que la causa en la que está embarcado adquiera conciencia social en su persona.
Conclusión: Larrain ha logrado un sólido documento que a pesar de su trasfondo dramático adopta un tono de sátira política con momentos hilarantes muy bien logrados que conducen a un ambivalente final feliz. Jorge Gutman