Un Bello Cua­dro Pictórico

RENOIR. Fran­cia, 2012. Un film de Gilles Bourdos

Del mis­mo modo que las pin­tu­ras de Pie­rre-August Renoir (1841 – 1919) cons­ti­tu­yen una cele­bra­ción de la belle­za y de la sen­sua­li­dad feme­ni­na, este film de Gilles Bour­dos hace honor al gran artis­ta fran­cés por su extra­or­di­na­rio colo­ri­do y lumi­no­si­dad. No se tra­ta de una bio­gra­fía del gran maes­tro del impre­sio­nis­mo sino que ilus­tra en for­ma de fic­ción un momen­to espe­cial de su vida, pocos años antes de su fallecimiento. 

Michel Bou­quet es el actor ideal ani­man­do al anciano Pie­rre quien en 1915 vive en su resi­den­cia rural de Les Colet­tes en Cag­nes-sur-Mer sobre la Cos­ta Azul en un esta­do de mar­ca­da decli­na­ción físi­ca. Al comen­zar el rela­to, Jean (Vin­cent Rot­tiers) de 21 años, uno de sus tres hijos, retor­na en mule­tas del fren­te de bata­lla don­de ha sufri­do serias heri­das para un perío­do de con­va­le­cen­cia en el hogar pater­nal. Aun­que no pue­de hablar­se del desa­rro­llo de una his­to­ria pre­ci­sa que sus­ten­te al film, la narra­ción comien­za a cobrar fuer­za cuan­do apa­re­ce en esce­na Andrée (Chris­ta The­ret), una joven mode­lo cuya pre­sen­cia y sen­sua­li­dad feme­ni­na incen­ti­va al maes­tro reno­va­das ansias de vivir al esti­mu­lar­lo a seguir pin­tan­do a pesar de su frá­gil salud. El nudo cru­cial se pro­du­ce cuan­do Jean tam­bién se sien­te hechi­za­do por la pre­sen­cia de Andrée quien le con­ta­gia su pasión por el cine y que lo lle­ga­rá a moti­var para ini­ciar una carre­ra como direc­tor y con­ver­tir­se en uno de los más gran­des rea­li­za­do­res de la cine­ma­to­gra­fía universal. 

Michel Bouquet

Michel Bou­quet

Tan­to el padre como el hijo encon­tra­rán en Andrée la ins­pi­ra­ción nece­sa­ria, en un caso para fina­li­zar una bri­llan­te carre­ra de crea­ción artís­ti­ca y en el otro para comen­zar otra de natu­ra­le­za dife­ren­te pero igual­men­te remar­ca­ble; en todo caso, la joven nun­ca lle­ga a crear una riva­li­dad entre ambos, sino ape­nas un leve cli­ma de ten­sión fami­liar. Aun­que el film no alcan­za a pro­di­gar un ver­da­de­ro con­flic­to dra­má­ti­co, la viven­cia coti­dia­na de los tres per­so­na­jes apun­ta­dos per­mi­te al espec­ta­dor sumer­gir­se en la mag­ní­fi­ca recrea­ción de una épo­ca que el rea­li­za­dor tan bien ha logra­do con la cola­bo­ra­ción de la exce­len­te foto­gra­fía de Mark Ping Bing Lee. 

La actua­ción impe­ca­ble de Bou­quet no des­es­ti­ma la de Rot­tiers, como el joven incier­to sobre su futu­ro vivien­do a la som­bra de su famo­so padre, y la de The­ret quien ofre­ce la vola­ti­li­dad y seduc­ción nece­sa­ria a su rol de musa ins­pi­ra­do­ra y últi­ma mode­lo del pintor. 

Con­clu­sión: Un film cáli­do muy bien con­ce­bi­do, de gran belle­za y visual, que ade­más de impre­sio­nar a los aman­tes del arte pic­tó­ri­co tam­bién con­for­ma­rá a quien apre­cie un cine de cali­dad supe­rior. Jor­ge Gutman