Inma­du­ra pero Ado­ra­ble Frances

FRAN­CES HA. Esta­dos Uni­dos, 2012. Un film de Noah Baumbach

Así como hace más de 30 años exis­tió una per­fec­ta sim­bio­sis entre Woody Allen y Dia­ne Kea­ton en Annie Hal (1977) y Manhat­tan (1979), algo pare­ci­do acon­te­ce entre el rea­li­za­dor Noah Bam­bach y la ascen­den­te actriz Gre­ta Ger­wig en Fran­ces Ha. La com­pa­ra­ción es ati­nen­te por­que el per­so­na­je de Ger­wig trae remi­nis­cen­cias de la ansie­dad, neu­ro­sis e inse­gu­ri­dad que aque­ja a los roles de Allen en esos dos fil­mes; ade­más ambos rea­li­za­do­res rin­den un tri­bu­to a la ciu­dad de Nue­va York que tan­to quie­ren y de algu­na mane­ra no resul­ta extra­ño que Baum­bach con­si­de­re a Allen como uno de sus cineas­tas pre­fe­ri­dos dado que eso se deja tras­lu­cir en esta película.

De limi­ta­do pre­su­pues­to y mag­ní­fi­ca­men­te foto­gra­fia­do en blan­co y negro, el film es esen­cial­men­te el aná­li­sis de per­so­na­li­dad de Fran­ces (Ger­wig), una joven de la épo­ca actual con sus ilu­sio­nes, des­en­can­tos, frus­tra­cio­nes y expec­ta­ti­vas de que algo mejor habrá de ocu­rrir­le. De 27 años de edad, soña­do­ra por exce­len­cia y aspi­ran­te a bai­la­ri­na, com­par­te el depar­ta­men­to don­de habi­ta en Brooklyn con Sophie (Mic­key Sum­mer), su mejor ami­ga, como así tam­bién es con ella con quien dis­trae sus ratos de ocio, como sali­das al par­que, cam­bio de impre­sio­nes sen­ti­men­ta­les, etc; aun­que en otras cir­cuns­tan­cias uno podría sos­pe­char algu­na rela­ción de les­bia­nis­mo entre ellas, esa idea que­da pron­ta­men­te desechada.

Mickey Summer y Grega Gerwig

Mic­key Sum­mer y Gre­ga Gerwig

El con­flic­to dra­má­ti­co que pone en mar­cha la peque­ña his­to­ria del rela­to se pro­du­ce cuan­do Sophie le anun­cia a su ami­ga que irá a vivir con el mucha­cho con quien está salien­do. Es allí que el guión escri­to por el rea­li­za­dor con la cola­bo­ra­ción de Ger­wig enfo­ca el des­equi­li­brio emo­cio­nal de Fran­ces al sen­tir­se aban­do­na­da por Sophie, así como el impac­to finan­cie­ro que eso le sig­ni­fi­ca al no poder afron­tar por sí sola el cos­to del arrien­do. De allí en más Baum­bach uti­li­za la inter­ca­la­ción de tar­je­tas con los suce­si­vos domi­ci­lios en don­de Fran­ces habrá de vivir.

A medi­da que el film va pro­gre­san­do el guión va ilus­tran­do su insu­fi­cien­te madu­rez, inse­gu­ri­dad que la hace ines­ta­ble, su vul­ne­ra­bi­li­dad, así como la angus­tia que la apre­sa al no saber cómo cal­mar sus ansie­da­des; todo ello está expues­to en tono de come­dia rea­lis­ta demos­tran­do la baja esti­ma que Fran­ces guar­da de sí mis­ma. Uno de los momen­tos más gra­cio­sos se pro­du­ce cuan­do en el trans­cur­so de una comi­da for­mal que reúne a varios comen­sa­les, ella hace comen­ta­rios sobre su vida per­so­nal que resul­tan deci­di­da­men­te inapro­pia­dos. En todo caso, ya sea por con­mi­se­ra­ción o sim­pa­tía, el públi­co ter­mi­na adorándola.

Así como el rea­li­za­dor demues­tra un par­ti­cu­lar afec­to hacia su impre­de­ci­ble anti­he­roí­na, Ger­wig brin­da lo mejor para extraer la máxi­ma rique­za de su per­so­na­je, con­fir­man­do de este modo la impor­tan­te per­so­na­li­dad que ha sabi­do impo­ner en su bre­ve carre­ra artística. 

El rit­mo del film es alta­men­te flui­do, intro­du­cien­do esce­nas de bre­ve dura­ción que en con­ta­dos casos no lle­gan a trans­mi­tir ple­na­men­te lo que uno aguar­da­ría, como por ejem­plo la visi­ta fugaz que Fran­ces rea­li­za a San Fran­cis­co don­de resi­den sus padres, impi­de cap­tar con com­ple­ta cer­te­za la rela­ción que la joven man­tie­ne con ellos. En todo caso, esta obser­va­ción no afec­ta mayor­men­te la cali­dad de este agri­dul­ce relato.

Con­clu­sión: Enri­que­ci­do por un muy buen diá­lo­go, el rela­to deja una sen­sa­ción agri­dul­ce pin­tan­do son­rien­te­men­te el pate­tis­mo de Fran­cis. Pero el tono y esti­lo que Baum­bach emplea, hace que el públi­co jamás se depri­ma sino que se enca­ri­ñe con este sin­gu­lar per­so­na­je. Jor­ge Gutman

Asal­to a la Man­sión Presidencial

WHI­TE HOU­SE DOWN. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film de Roland Emmerich

Bien cono­ci­do por su afi­ni­dad con fil­mes de desas­tres, el rea­li­za­dor Roland Emme­rich vuel­ve a ofre­cer otro entre­te­ni­mien­to masi­vo de la mis­ma natu­ra­le­za. Aho­ra bien, resul­ta intere­san­te saber si cuan­do empren­dió el pro­yec­to del film que se comen­ta estu­vo al corrien­te que su cole­ga Antoi­ne Fuqua se ocu­pa­ba de uno simi­lar como lo es Olym­pia Has Fallen, estre­na­do hace solo tres meses y don­de el tema cen­tral es esen­cial­men­te el mis­mo, sal­vo míni­mas dife­ren­cias en mate­ria de his­to­ria y carac­te­rís­ti­cas de sus personajes. 

Quie­nes hayan vis­to esa pelí­cu­la saben que gira en torno de un asal­to arma­do a la Casa Blan­ca por un gru­po de terro­ris­tas inter­na­cio­na­les. Aquí en cam­bio la inva­sión a la resi­den­cia pre­si­den­cial es por par­te de cri­mi­na­les loca­les de ideo­lo­gía con­ser­va­do­ra. El hones­to pre­si­den­te que carac­te­ri­zó Aaron Eckhart aquí lo encar­na Jamie Foxx con el par­ti­cu­lar deta­lle que tan­to en pre­sen­cia físi­ca como en su mane­ra de actuar se ase­me­ja al actual pre­si­den­te de los Esta­dos Uni­dos. El héroe sal­va­dor carac­te­ri­za­do por Gerard Butler está aho­ra ani­ma­do por Chan­ning Tatum. Bueno, mejor no seguir más con las simi­li­tu­des y esbo­zar en pocas pala­bras cómo se pre­sen­tan las cosas en Whi­te Hou­se Down.

Con poco más de dos horas de dura­ción, Emme­rich se toma su tiem­po para ambien­tar el esce­na­rio y defi­nir los ras­gos más impor­tan­tes de sus prin­ci­pa­les per­so­na­jes antes de que comien­ce la ver­da­de­ra acción.

Channing Tatum

Chan­ning Tatum

John Cale (Tatum) es un poli­cía asig­na­do a la segu­ri­dad del pre­si­den­te de la Cáma­ra de Repre­sen­tan­tes Eli Raphel­son (Richard Jen­kins) pero su máxi­ma aspi­ra­ción es obte­ner un pues­to para tra­ba­jar en el Ser­vi­cio Secre­to del Pre­si­den­te James Saw­yer (Foxx) que que­da­rá vacan­te. Saw­yer, es un hom­bre idea­lis­ta imbui­do de bue­nas inten­cio­nes que aca­ba de hacer cono­cer una pro­pues­ta de paz con miras al reti­ro de tro­pas esta­dou­ni­den­ses del Medio Orien­te. El día que Cale tie­ne la entre­vis­ta para el nue­vo pues­to y que final­men­te no habrá de resul­tar, tam­bién tie­ne pla­nea­da la visi­ta a la Casa Blan­ca con su hiji­ta de 11 años (Joey King), de quien, como padre divor­cia­do que no vive con ella tra­ta de ganar su afec­to. Todo trans­cu­rre plá­ci­da­men­te has­ta que en un deter­mi­na­do momen­to la niña se diri­ge al baño y jus­to duran­te esos esca­sos minu­tos se pro­du­ce la explo­sión de una bom­ba que sepa­ra a John de su hija mien­tras que un gru­po de reac­cio­na­rios para­mi­li­ta­res lide­ra­dos por un ex mili­tar Emil Stenz (Jason Clar­ke) inva­de y asu­me el con­trol de la man­sión pre­si­den­cial. A par­tir de allí comien­za el caos y es el turno de John de demos­trar has­ta qué pun­to des­ple­ga­rá sus ener­gías para tra­tar de res­ca­tar a su hija y a la vez pro­te­ger al pre­si­den­te de la nación.

Lo que sigue es casi una répli­ca del film de Fuqua don­de el guión de James Van­der­bilt no esca­ti­ma en ofre­cer la dosis de vio­len­ta acción que Emme­rich sabe apro­ve­char a su favor como un exper­to en la mate­ria y sobre todo si se tra­ta de inva­dir la Casa Blan­ca como ya lo ha demos­tra­do en Inde­pen­den­ce Day (1996).

Des­de un pun­to rigu­ro­sa­men­te ana­lí­ti­co, la his­to­ria no bri­lla por su ori­gi­na­li­dad; hay dema­sia­dos hilos suel­tos en el camino, las situa­cio­nes inve­ro­sí­mi­les abun­dan y por absur­das se tor­nan risi­bles y, ade­más no está exen­ta de algu­nos típi­cos cli­sés como la para­noia del terro­ris­mo y/o la exal­ta­ción del heroís­mo de algu­nos de sus per­so­na­jes. Pero segu­ra­men­te, estas obser­va­cio­nes no serán con­si­de­ra­das para quie­nes sola­men­te pre­ten­den ver un pro­duc­to esca­pis­ta que no ofre­ce mucho mar­gen para pen­sar pero que man­tie­ne un rit­mo diná­mi­co, sufi­cien­te humor y cuen­ta con un nivel téc­ni­co de pri­mer nivel. 

En lo que a actua­ción se refie­re hay una muy bue­na quí­mi­ca entre Tatum y Fox don­de ambos ade­más de salir airo­sos en la carac­te­ri­za­ción de sus per­so­na­jes man­tie­nen una bue­na quí­mi­ca enfren­tan­do al enemi­go común. Men­ción espe­cial mere­ce la des­co­llan­te actua­ción de la pre­ado­les­cen­te actriz Joey King; el res­to del elen­co inte­gra­do por Mag­gie Gyllenhaal, James Woods, Richard Jen­kins, Michael Murphy y Nico­las Wright, entre otros, se ajus­ta ade­cua­da­men­te a las exi­gen­cias de sus res­pec­ti­vos roles. 

Con­clu­sión: De esca­sa ori­gi­na­li­dad pero bien rea­li­za­do, Emme­rich ofre­ce un acep­ta­ble pasa­tiem­po para un públi­co no exi­gen­te. Jor­ge Gutman

Una Filó­so­fa Excepcional

HAN­NAH ARENDT. Ale­ma­nia 2012. Un film de Mar­ga­rethe von Trotta

La rea­li­za­do­ra Mar­ga­rethe von Trot­ta cuya biblio­gra­fía está nutri­da en gran par­te de un cine polí­ti­co enfo­can­do a muje­res que han tras­cen­di­do uni­ver­sal­men­te (Rosa Luxem­burg, Hil­de­gard von Bin­gen) agre­ga con su últi­mo tra­ba­jo un nue­vo con­di­men­to de la mis­ma natu­ra­le­za al cen­trar­se en uno de los epi­so­dios más tras­cen­den­tes de la vida de Han­nah Arendt (1906 – 1975), la gran filó­so­fa de ori­gen judío.

Barbara Sukowa

Bar­ba­ra Sukowa

Has­ta la déca­da del 60, la exis­ten­cia de Han­nah Arendt (Bar­ba­ra Suko­wa) no estu­vo supe­di­ta­da a hechos extra­or­di­na­ria­men­te dra­má­ti­cos des­pués de haber esca­pa­do de la Ale­ma­nia nazi para radi­car­se como exi­lia­da en Nue­va York jun­to a su bien ama­do mari­do Hein­rich Blü­cher (Axel Mil­berg). El nudo cen­tral del rela­to, tal como se apre­cia en el guión de Pame­la Katz con la cola­bo­ra­ción de la rea­li­za­do­ra, tie­ne lugar cuan­do en 1961 ella soli­ci­ta a The New Yor­ker cubrir el desa­rro­llo del jui­cio a Adolph Eich­mann en Jeru­sa­lén. La peti­ción es acep­ta­da por la pres­ti­gio­sa revis­ta quien tuvo en cuen­ta los impor­tan­tes ante­ce­den­tes aca­dé­mi­cos y lite­ra­rios de Arendt, sobre todo des­pués de haber­se publi­ca­do en 1951 su libro The Ori­gins of Tota­li­ta­rism don­de de mane­ra exce­len­te ana­li­za­los dos movi­mien­tos tota­li­ta­rios has­ta ese enton­ces más impor­tan­tes del siglo pasa­do como lo fue­ron el nazis­mo y el estalinismo. 

Con gran sobrie­dad y eco­no­mía de len­gua­je von Trot­ta des­cri­be el ambien­te inte­lec­tual pre­va­le­cien­te en el gru­po de ami­gos que fre­cuen­ta la pare­ja ilus­tran­do la reu­nión que tie­ne lugar para cele­brar la desig­na­ción de Han­nah como repor­te­ra de un even­to de gran reper­cu­sión mun­dial, entre los que se encuen­tran la escri­to­ra ame­ri­ca­na y su gran ami­ga Mary McCarthy (Janet McTeer). 

Una bue­na par­te del metra­je está dedi­ca­da al jui­cio del cri­mi­nal nazi don­de el film logra ensam­blar satis­fac­to­ria­men­te mate­rial de archi­vo de la épo­ca repro­du­cien­do en par­te el desa­rro­llo del jui­cio. Duran­te el mis­mo, Arendt está com­ple­ta­men­te ensi­mis­ma­da escu­chan­do a Eich­mann quien ubi­ca­do en una cabi­na de vidrio tra­ta de defen­der­se duran­te el inte­rro­ga­to­rio al que es some­ti­do sos­te­nien­do que todo lo que reali­zó fue en cum­pli­mien­to de órde­nes pre­ci­sas, sien­do él sola­men­te res­pon­sa­ble de una par­te del engra­na­je del holo­caus­to. Al pro­pio tiem­po, Arendt tam­bién sigue aten­ta­men­te los tes­ti­mo­nios brin­da­dos por algu­nos de los sobre­vi­vien­tes de los cam­pos de concentración. 

Cuan­do ella retor­na a Nue­va York la revis­ta deci­de que su infor­me será dado a cono­cer en una serie de 5 artícu­los para pos­te­rior­men­te ser edi­ta­do en un libro. El ver­da­de­ro dra­ma comien­za cuan­do como con­se­cuen­cia de lo publi­ca­do Han­nah resul­ta ata­ca­da ver­bal­men­te por haber tra­ta­do de jus­ti­fi­car al cri­mi­nal con el nue­vo con­cep­to que deno­mi­nó la “bana­li­dad del mal”; según el mis­mo, la mal­dad de Eich­mann no nace de él en for­ma natu­ral, sino de las cir­cuns­tan­cias que lo rodea­ron don­de su gran cri­men fue el haber anu­la­do su capa­ci­dad de pen­sar para con­ver­tir­se de este modo en un mons­truo­so ani­mal humano; por ana­lo­gía, ese hecho no sería sola­men­te apli­ca­ble a él como encar­ga­do de imple­men­tar la “solu­ción final” sino a cual­quier indi­vi­duo común y corrien­te, en cual­quier lugar y épo­ca, que tuvie­ra que actuar de la mis­ma mane­ra fren­te a situa­cio­nes simi­la­res. Igual­men­te, su infor­me inclu­ye afir­ma­cio­nes deri­va­das del jui­cio que pre­sen­ció sobre cómo algu­nos líde­res judíos actua­ban como cola­bo­ra­cio­nis­tas de los nazis y en con­se­cuen­cia fue­ron en par­te res­pon­sa­bles del envío de su pro­pia gen­te a los cam­pos de con­cen­tra­ción. Sien­do acu­sa­da de inte­lec­tual arro­gan­te e insen­si­ble, Arendt cae en des­gra­cia por par­te de los lec­to­res del perió­di­co, sus cole­gas uni­ver­si­ta­rios, algu­nos de sus ami­gos más cer­ca­nos –espe­cial­men­te el del israe­lí  Kurt Blu­men­feld (Michael Degen)- así como por miem­bros de la comu­ni­dad judía;  sola­men­te sus alum­nos uni­ver­si­ta­rios se adhie­ren al emo­ti­vo y extra­or­di­na­rio dis­cur­so final de Arendt don­de expli­ca su for­ma de pen­sar y el dere­cho que le cabe para expre­sar libre­men­te su posi­ción filosófica. 

Cabe seña­lar que ade­más del foco cen­tral, el rela­to a tra­vés de flash­backs alu­de a la influen­cia que tuvo en Han­nah el cele­bra­do filó­so­fo ale­mán Mar­tin Hei­deg­ger (Klaus Pohl), quien en su épo­ca de estu­dian­te fue su pro­fe­sor, men­tor y con quien man­tu­vo una román­ti­ca relación.

Inde­pen­dien­te­men­te de las opi­nio­nes que pue­da sus­ci­tar el pen­sa­mien­to de esta mujer, lo que que­da cla­ro es que Arendt nun­ca negó la cul­pa­bi­li­dad de Eich­mann y, más aún, estu­vo de acuer­do con la sen­ten­cia de muer­te dic­ta­mi­na­da por Israel a pesar de que pudo tener sus dudas sobre el pro­ce­di­mien­to legal adoptado.

La actua­ción de Suko­wa es excep­cio­nal per­so­ni­fi­can­do la con­duc­ta de una per­so­na que lejos de ser arro­gan­te actúa con obs­ti­na­ción tra­tan­do de defen­der lo que ha escri­to por­que cree fir­me­men­te en ello y por lo tan­to man­tie­ne su deter­mi­na­ción de no abdi­car o retrac­tar­se, cual­quie­ra fue­sen las con­se­cuen­cias de su actitud.

Con­clu­sión: Es indu­da­ble que Han­na Arendt se pres­ta a la con­tro­ver­sia y dis­cu­sión y aun­que la rea­li­za­do­ra de algún modo pare­ce­ría com­pren­der la for­ma de pen­sar de su pro­ta­go­nis­ta de nin­gu­na mane­ra toma par­ti­do alguno con res­pec­to a su actua­ción. En todo caso ade­más de brin­dar un retra­to lo más obje­ti­vo posi­ble sobre esta bri­llan­te filó­so­fa, von Trot­ta ofre­ce un film absor­ben­te de con­si­de­ra­ble nivel artís­ti­co e inte­lec­tual­men­te fas­ci­nan­te. Jor­ge Gutman

La Uni­ver­si­dad de los Monstruos

MONS­TERS UNI­VER­SITY. Esta­dos Uni­dos, 2013. Un film de Dan Scanlon

Una escena del film de animación MONSTERS UNIVERSITY

Una esce­na del film de ani­ma­ción MONS­TERS UNIVERSITY

Resul­ta impo­si­ble dejar de com­pa­rar el mara­vi­llo­so film que los estu­dios Pixar ofre­cie­ron en 2001 con Mons­ters Inc. pues­to que Mons­ters Uni­ver­sity no es la con­ti­nua­ción de esa his­to­ria sino que por el con­tra­rio se remi­te a sus ante­ce­den­tes. Si aqué­lla pelí­cu­la de ani­ma­ción ofre­cía la sor­pre­sa de encon­trar­nos con dos sim­pa­ti­quí­si­mos per­so­na­jes como lo fue­ron Mike, el mons­truo ver­de de ojo úni­co y rápi­do hablar y Sulley, su com­pin­che gran­do­te y pelu­do, dan­do como resul­ta­do una pelí­cu­la ori­gi­nal y muy diver­ti­da, pue­de que en este caso el film que nos ocu­pa no sor­pren­da tan­to en tér­mi­nos de ori­gi­na­li­dad; de todos modos con­ser­va la mis­ma gra­cia, encan­to y humor del film pre­ce­den­te con su sen­ci­lla y efi­caz tra­ma que per­mi­te que tan­to adul­tos como niños lo dis­fru­ten plenamente.

El guión del rea­li­za­dor Dan Scan­lon escri­to con Robert L. Baird y Daniel Ger­son intro­du­ce un pró­lo­go don­de el peque­ño Mike (Noah Johns­ton) en un via­je esco­lar que rea­li­za lle­ga a la con­clu­sión de que­rer con­ver­tir­se en un temi­ble asus­ta­dor. Años des­pués y ya adul­to Mike (Billy Crys­tal) se ins­cri­be en la Mons­ters Uni­ver­sity con la inten­ción de estu­diar en la Facul­tad del Mie­do y lle­gar a gra­duar­se de Asus­ta­dor Pro­fe­sio­nal que es un diplo­ma aca­dé­mi­co muy impor­tan­te para quien se pre­cie de ser un ver­da­de­ro mons­truo. En la uni­ver­si­dad lle­ga a cono­cer al for­ni­do y fan­fa­rrón Sulley (John Good­man) quien se jac­ta de pro­ve­nir de una fami­lia de asus­ta­do­res; due­ño de una per­so­na­li­dad com­ple­ta­men­te opues­ta a la de Mike, al prin­ci­pio nada los une sino más bien todo los sepa­ra. Pron­ta­men­te ambos que­da­rán expul­sa­dos de la facul­tad, aun­que por dife­ren­tes razo­nes: Mike por no reu­nir con­di­cio­nes míni­mas nece­sa­rias para asus­tar en tan­to que Sulley por su arro­gan­cia y por ser un pere­zo­so estu­dian­te. La maquia­vé­li­ca y temi­ble Hards­crab­ble (Helen Mirren), deca­na de la ins­ti­tu­ción, acep­ta­rá read­mi­tir­los siem­pre y cuan­do logren salir gana­do­res en la com­pe­ten­cia anual de “Jue­gos del Mie­do” demos­tran­do que son los mejo­res para gene­rar páni­co a ter­ce­ros. Fren­te a ese gran con­tra­tiem­po, Mike y Sulley, a pesar de ser apa­ren­te­men­te irre­con­ci­lia­bles enemi­gos, lle­gan a la con­clu­sión que deben aunar sus esfuer­zos; así, y en cola­bo­ra­ción con otros estu­dian­tes no muy bri­llan­tes, actuan­do como un gru­po cohe­sio­na­do ten­drán mejo­res posi­bi­li­da­des para enfren­tar a otros equi­pos riva­les mejor pre­pa­ra­dos. ¿Pero real­men­te podrán lograrlo?

Ade­más de des­ta­car el valor de la amis­tad a tra­vés de la rela­ción que va cimen­tán­do­se entre Mike y Sulley demos­tran­do cómo los con­tras­tes y dife­ren­cias de carac­te­res ceden paso a la crea­ción de una nue­va y úni­ca per­so­na­li­dad común, el rela­to des­ti­la una gran ter­nu­ra; así, poco impor­ta que esta pecu­liar his­to­ria de mons­truos resul­te fan­ta­sio­sa en la medi­da que sus per­so­na­jes tra­sun­tan un sen­ti­mien­to de huma­ni­dad y noble­za que per­mi­te al públi­co enca­ri­ñar­se con los mis­mos. Sin ape­lar a gro­se­rías, gol­pes bajos o chis­tes de dudo­so gus­to, esta pelí­cu­la fil­ma­da en 3D se nutre de sabro­sos diá­lo­gos y es due­ña de una hila­ran­te gra­cia logra­da a tra­vés de situa­cio­nes diver­ti­das y de irre­sis­ti­bles gags. 

Como lo hicie­ron hace 12 años, Crys­tal y Good­man vuel­ven a pres­tar sus voces en for­ma muy con­vin­cen­te per­mi­tien­do que el dúo de mons­truos que carac­te­ri­zan resul­te a todas luces entra­ña­ble; no menos impor­tan­te es el apor­te de Helen Mirren quien ape­lan­do a un soni­do vocal dis­tin­ti­vo brin­da el tono que se ajus­ta con pre­ci­sión a la per­so­na­li­dad de la des­pia­da­da Hardscrabble.

Visual­men­te exce­len­te y con una ani­ma­ción irre­pro­cha­ble, los estu­dios Pixar ofre­cen un film que aun­que no lle­gue al nivel de máxi­ma exce­len­cia como lo fue­ra por ejem­plo la serie de Toy Story, de todos modos cuen­ta con legí­ti­mos atri­bu­tos para gra­ti­fi­car y dejar con­ten­to al públi­co aman­te de los bue­nos fil­mes de animación.

El film va pre­ce­di­do por The Blue Umbre­lla, un encan­ta­dor cor­to­me­tra­je de ani­ma­ción que mues­tra la román­ti­ca rela­ción que se esta­ble­ce entre un para­guas azul y otro rojo; en suma, un buen ape­ri­ti­vo de esca­sos minu­tos para sabo­rear la comi­da prin­ci­pal que segui­rá des­pués. Jor­ge Gutman

Un Mere­ci­do Home­na­je a Vio­le­ta Parra

VIO­LE­TA SE FUE A LOS CIE­LOS. Chi­le-Argen­ti­na, 2011. Un film de Andrés Wood 

 Francisca Gavilán

Fran­cis­ca Gavilán

Basa­do en el libro del mis­mo nom­bre escri­to por Ángel Parra, uno de los hijos de la can­tau­to­ra chi­le­na Vio­le­ta Parra, el direc­tor Andrés Wood jun­to con un equi­po de guio­nis­tas ha abor­da­do la per­so­na­li­dad de quien fue­ra y sigue sien­do la figu­ra míti­ca del fol­clor de Chi­le. A dife­ren­cia del libro don­de su con­te­ni­do está narra­do bajo la ópti­ca de su autor, el film está enfo­ca­do des­de la mira de la artis­ta y en don­de el rea­li­za­dor incor­po­ró algu­nas anéc­do­tas que no se encuen­tran en la obra lite­ra­ria.  

Dado que la inten­sa vida de Vio­le­ta del Car­men Parra San­do­val (1917 – 1967) resul­ta difí­cil de expre­sar en cine uti­li­zan­do el for­ma­to del tra­di­cio­nal rela­to bio­grá­fi­co, Wood adop­tó un camino dife­ren­te pero que fue pro­duc­ti­vo. Para tra­tar de aden­trar­se en su com­ple­jo mun­do, el direc­tor empleó una estruc­tu­ra narra­ti­va frag­men­ta­da siguien­do un desa­rro­llo que no es cro­no­ló­gi­co sino que por el con­tra­rio sal­ta en el tiem­po pero dán­do­le un esti­lo docu­men­tal.  

Res­ca­tan­do anéc­do­tas, situa­cio­nes cla­ves, ges­tos y esta­dos aní­mi­cos de la can­tan­te, todos muy bien entre­la­za­dos, el rela­to per­mi­te que el espec­ta­dor se sumer­ja en su com­ple­jo mun­do inte­rior. De todos modos hay un hilo narra­ti­vo y el mis­mo está brin­da­do por un perio­dis­ta argen­tino quien, a tra­vés de algu­nas pre­gun­tas inten­cio­na­das efec­tua­das a Vio­le­ta en un repor­ta­je tele­vi­si­vo, per­mi­te que ella se mani­fies­te muchas veces con logra­do humor sobre lo que ha sido su vida, faci­li­tan­do de este modo el desa­rro­llo de una his­to­ria den­tro del rom­pe­ca­be­zas pro­pues­to por el rea­li­za­dor. Así el públi­co se impo­ne, entre otros aspec­tos, sobre su ori­gen per­te­ne­cien­do a una fami­lia pobre, su pasión por la músi­ca en su tem­pra­na infan­cia, su evo­lu­ción como com­po­si­to­ra y en la letra de algu­nas de sus can­cio­nes, expre­san­do su lucha con­tra la injus­ti­cia social, su reco­rri­do al con­ti­nen­te euro­peo difun­dien­do la rique­za de su músi­ca, su incur­sión por la pin­tu­ra y la tapi­ce­ría evi­den­cian­do otras face­tas de su diver­si­dad artís­ti­ca, y en el cam­po sen­ti­men­tal la apa­sio­na­da y tor­men­to­sa rela­ción con el gran amor de su vida que fue el músi­co sui­zo Gil­bert Favre (Tho­mas Durand) quien la hizo sufrir en dema­sía has­ta su rup­tu­ra.  

Para trans­mi­tir en la pan­ta­lla la dimen­sión de esta legen­da­ria artis­ta, Wood tuvo el gran apo­yo de Fran­cis­ca Gavi­lán, una excep­cio­nal actriz que de nin­gu­na mane­ra inter­pre­ta o actúa sino que se intro­du­ce de cuer­po y alma en la inmor­tal Vio­le­ta, pero sin copiar­la ni imi­tar­la, sino otor­gán­do­le su visión per­so­nal. En la sobre­sa­lien­te carac­te­ri­za­ción logra­da, Gavi­lán no solo refle­ja el carác­ter tor­tu­ra­do, com­ba­ti­vo, con­tra­dic­to­rio, per­se­ve­ran­te, obse­si­vo y crea­ti­vo de la mul­ti­dis­ci­pli­na­ria mujer, sino que tam­bién can­ta ella mis­ma sus can­cio­nes; en tal sen­ti­do, lo hace mara­vi­llo­sa­men­te con un tono de voz que revi­ve el espí­ri­tu y la pre­sen­cia físi­ca de quien dejó como lega­do com­po­si­cio­nes remar­ca­bles como lo fue­ron, entre otras, el glo­rio­so himno de “Gra­cias a la Vida” o bien “Vol­ver a los 17”. Al escu­char estas can­cio­nes, resul­ta para­dó­ji­ca­men­te lamen­ta­ble que la gran pasio­na­ria de la iden­ti­dad cul­tu­ral chi­le­na con­clu­ye­ra su tem­pra­na vida de trá­gi­ca manera.

Con­clu­sión: A pesar de las licen­cias adop­ta­das por el direc­tor, Wood ha brin­da­do un poé­ti­co film que cons­ti­tu­ye un jus­to tri­bu­to a la mujer que con su crea­ti­vi­dad artís­ti­ca no solo esta­ble­ció los cimien­tos de la músi­ca popu­lar chi­le­na sino que ejer­ció una mar­ca­da influen­cia en el res­to de Amé­ri­ca Lati­na. Jor­ge Gutman