12 YEARS A SLAVE. Estados Unidos-Gran Bretaña 2013. Un film de Steve McQueen
Aunque el tema de la esclavitud ha sido tratado en innumerables oportunidades por el cine americano –desde Lo que el Viento se Llevó (1939) hasta Django Desencadenado (2012)- este film de Steve McQueen es el más elocuente, visceral, brutal y descarnado sobre el tema. Si el siglo XX espantó al mundo con los horrores del Holocausto, no menos doloroso es pensar en la tragedia vivida en Estados Unidos con la institución legal de la esclavitud hasta su abolición en 1863, donde por el color de su piel la mayoría negra afroamericana había sido tratada prácticamente como ganado destinado al matadero.
Lo que distingue a este film de muchos otros es que a pesar de tratarse de un relato de ficción está basado en las memorias de Solomon Northup, el noble negro de alma blanca, quien después de los vejámenes sufridos por más de una década brindó el testimonio escrito de su descenso a los infiernos. Así y en la excelente adaptación de John Ridley, Mc Queen ofrece con su tercer film –sin duda el más directo e importante después de Hunger (2008) y Shame (2011)- un documento vital que parecería adquirir el carácter de un documental donde el realizador le pide a la víctima Northup que relate su odisea.
La acción comienza en 1841, donde vemos a Northup (Chiwetel Ejiofor) viviendo en Saratoga –Nueva York- junto a su familia. Se trata de un hombre negro educado que se desempeña exitosamente como violinista y siendo libre está lejos de experimentar los tormentos de la esclavitud que sufren los afroamericanos sureños. Un buen día, engatusado por unos embaucadores que se hacen pasar como empresarios del mundo del espectáculo, es invitado a viajar con ellos a Washington para efectuar algunas actuaciones como músico; ahí es vilmente secuestrado y de la noche a la mañana se encuentra encadenado en una habitación vacía como esclavo. A pesar de protestar y aducir que él es un hombre libre, su inmediato lúgubre destino queda marcado cuando es enviado a Louisiana, desprovisto de su identidad, rebautizado como Platt Hamilton y vendido por un comerciante de esclavos (Paul Giamatti) a Ford (Benedict Cumberbatch), el dueño de una plantación del lugar. Este hombre lo trata bien — considerando la cultura imperante de los propietarios de esclavos- y hasta lo incentiva a tocar el violín, pero al ser revendido en dos oportunidades cae finalmente en manos de Edwin Epps (Michael Fasbender), dueño de una explotación algodonera; es ahí donde en manos de este despiadado y salvaje amo, tanto Solomon como el resto de los esclavos son tratados con total impiedad y ferozmente castigados si no cumplen con la recolección de cierta cuota diaria de algodón. Afortunadamente no todas son piedras las que el violinista encuentra en su camino; así, la llegada de Samuel Bass (Brad Pitt), un carpintero canadiense que se conmisera de los esclavos, les abre la posibilidad aunque ciertamente difícil de poder escapar de ese infierno; de algún modo el milagro se produce para Solomon al recuperar su libertad en 1853.
Esta es una historia muy triste y dura de digerir frente a la malicia y extrema crueldad infligida por detestables individuos blancos hacia indefensos y vulnerables negros inocentes quienes desposeídos de su libertad debieron afrontar innumerables humillaciones y castigos. Pero a través de personajes verdaderos como los de nuestro héroe también queda reflejado hasta qué punto un hombre es capaz de mantener su dignidad a pesar de la brutalidad sufrida en su calvario.
El retrato que ofrece McQueen es nada menos que excepcional tratando de reproducir la historia de una vida extraordinaria sin caer en el sensacionalismo ni en la sadista morbosidad para poder impresionar; por el contrario, sin falso dramatismo el realizador utiliza una narrativa sobria pero llegando a conmover hasta la médula en la descripción de la miseria rutinaria atravesada por los esclavos.
Entre los méritos del film cabe mencionar a Ejiofor, un actor que aunque experimentado aquí asume por primera vez un rol protagónico. En una compleja y difícil caracterización, es fundamentalmente a través de movimientos gestuales y su profunda mirada donde transmite a la audiencia el dolor y la indignación que experimenta pero sin doblegar su orgullo y la nobleza de su persona. Entre los otros actores se distingue Fassbender como el demoníaco y monstruoso esclavista capaz de infligir los daños más atroces a sus cautivos prisioneros; no menos destacable es la participación de Lupita Nyong’o animando a una humilde esclava que debe satisfacer sexualmente al brutal Epps y a su vez sufrir los latigazos impuestos por su celosa esposa (Sarah Paulson).
A pesar de su dureza y de las aberrantes escenas de violencia que contiene, este film además de altamente recomendable para el público en general por su gran calidad, lo es en especial para las nuevas generaciones a fin de que adquieran conciencia de lo que significó la esclavitud como institución destructiva del género humano. Eso es importante porque la esclavitud no ha quedado completamente eliminada en numerosos países; lamentablemente millones de personas viven hoy día en condiciones de servidumbre como si fueran realmente esclavos.
Conclusión: Un excelente drama de imprescindible visión. Jorge Gutman