Una Ban­da Musi­cal de Gran Popularidad

JER­SEY BOYS. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Clint Eastwood

No resul­ta extra­ño que Clint East­wood deci­die­ra abor­dar el géne­ro musi­cal con Jer­sey Boys si se tie­ne en cuen­ta que ya había incur­sio­na­do en el mis­mo con Bird (1988) enfo­can­do la tur­bu­len­ta vida del gran músi­co de jazz Char­lie “Bird” Par­ker, ade­más de haber com­pues­to la músi­ca de varias de sus pelí­cu­las (Mys­tic River, Million Dollar Baby, J. Edgar). Basa­do en la obra musi­cal de Broad­way del mis­mo nom­bre de 2005 ‑gana­do­ra de 4 Tonys inclu­yen­do al de mejor musi­cal– el film se cen­tra en la leyen­da de The Four Sea­sons, uno de los gru­pos musi­ca­les de rock más des­ta­ca­bles de la déca­da de los años 60, lide­ra­do por el can­tan­te Fran­kie Valli.

East­wood deci­dió uti­li­zar el tra­di­cio­nal esque­ma bio­grá­fi­co ape­lan­do al fac­tor nos­tal­gia de una épo­ca dora­da pre­via al des­em­bar­co bri­tá­ni­co de los Beatles y a la rique­za musi­cal con­te­ni­da en las nume­ro­sas inter­pre­ta­cio­nes que die­ron fama al con­jun­to. El libro cine­ma­to­grá­fi­co de Marshall Brick­man y Rick Eli­ce ‑tam­bién los res­pon­sa­bles del musi­cal de Broad­way- se refie­re a la géne­sis de la agru­pa­ción, su evo­lu­ción, diso­lu­ción y pos­te­rior reen­cuen­tro des­pués de varios años de sepa­ra­ción a tra­vés de un perío­do de apro­xi­ma­da­men­te tres déca­das a par­tir de los años 50.

Erich Bergen, Vincent Piazza, John Lloyd Young y Michael Lomenda

Erich Ber­gen, Vin­cent Piaz­za, John Lloyd Young y Michael Lomenda

El rela­to pasa revis­ta a la cons­ti­tu­ción del gru­po inte­gra­do por mucha­chos ita­lo- ame­ri­ca­nos de New Jer­sey de humil­de ori­gen que pudie­ron abrir­se camino para lle­gar a ser famo­sos y ricos. Entre los mis­mos se encuen­tran Fran­kie Valli (John Lloyd Young) des­ta­cán­do­se como voca­lis­ta por su pode­ro­sa voz fal­se­te, Tommy DeVi­to (Vin­cent Piaz­za) quien ade­más de tocar gui­ta­rra uti­li­za su voz de barí­tono, Bob Gau­dio (Erich Ber­gen) en su carác­ter de com­po­si­tor y pia­nis­ta con voz de tenor, y Nick Mas­si (Michael Lomen­da) tocan­do el con­tra­ba­jo y desem­pe­ñán­do­se como bajo.

A tra­vés de múl­ti­ples narra­cio­nes efec­tua­das por cada uno de los miem­bros de la agru­pa­ción, el rela­to fun­da­men­tal­men­te enfo­ca a Fran­kie y Tommy. En el caso de Valli se apre­cia cómo for­jó su carre­ra artís­ti­ca al pre­cio de dejar a un lado a su fami­lia y pos­te­rior­men­te sufrir la pér­di­da de una hija por sobre­do­sis de dro­gas. En lo que con­cier­ne a Tommy se mues­tra sus corre­rías delic­ti­vas de ado­les­cen­te pro­te­gi­do por un bene­vo­len­te gangs­ter local (Chris­topher Wal­ken), la gran amis­tad que lo vin­cu­ló a Fran­kie y pos­te­rior­men­te como fun­da­dor de la ban­da esti­mu­lán­do­lo a par­ti­ci­par en la mis­ma. Curio­sa­men­te, en el momen­to de mayor apo­geo del con­jun­to, DeVi­to crea la ten­sión del mis­mo al rece­lar a su ami­go por la enor­me popu­la­ri­dad que adquie­re y por el espe­cial víncu­lo pro­fe­sio­nal que man­tie­ne con Bob; no menos gra­ve es que en su carác­ter de admi­nis­tra­dor del gru­po, Tommy con­trae una con­si­de­ra­ble deu­da con la mafia, colo­can­do al gru­po en una situa­ción deli­ca­da, lo que obli­ga a Fran­kie a can­ce­lar el mon­to adeu­da­do. En últi­ma ins­tan­cia, las riva­li­da­des emer­gen­tes, los celos pro­fe­sio­na­les y los con­flic­tos de intere­ses per­so­na­les con­du­cen a la dis­gre­ga­ción de la banda.

Si bien el film está correc­ta­men­te rea­li­za­do la cró­ni­ca de East­wood reco­rrien­do los sen­de­ros clá­si­cos de otras bio­gra­fías no logra todo el alien­to y enver­ga­du­ra dra­má­ti­ca que per­mi­ta una mayor iden­ti­fi­ca­ción con los momen­tos vivi­dos por los inte­gran­tes del con­jun­to, en par­te debi­do a una incom­ple­ta carac­te­ri­za­ción de los personajes.

A pesar de las obser­va­cio­nes ante­rio­res, el rea­li­za­dor ha logra­do sóli­das actua­cio­nes del elen­co, sobre todo en lo que con­cier­ne a la inter­pre­ta­ción de Piaz­za así como a la de Young quien tam­bién tuvo a su car­go el mis­mo rol de Fran­kie en la ori­gi­nal ver­sión musi­cal de Broad­way y por la que ha sido pre­mia­do con un Tony.

Men­ción espe­cial mere­cen los núme­ros musi­ca­les com­pues­tos por Bob Gau­dio con letra del pro­duc­tor Bob Cre­we, que con­tri­bu­ye­ron al gran éxi­to de Fran­kie Valli y The Four Sea­sons; entre los mis­mos se des­ta­can los cono­ci­dos temas deWalk like a Man”, “Sherry”, “Cry For Me”, “Big Girls Don’Cry” y sobre todo la encan­ta­do­ra can­ción “Can’t Take My Eyes Off of You”.

Con­clu­sión: Aun­que imper­fec­ta y sin agre­gar algo dife­ren­te a lo que la come­dia de Broad­way ofre­ce, esta bio­gra­fía musi­cal es agra­da­ble de ver por sus pega­di­zas y meló­di­cas can­cio­nes, el entu­sias­mo vol­ca­do por sus acto­res y su ele­gan­te pro­duc­ciónJor­ge Gutman

Con­mo­ve­do­ra His­to­ria de Iden­ti­dad y Fe

IDA. Polo­nia, 2013. Un film de Pawel Pawlikowski

En esca­sos 80 minu­tos el direc­tor Pawel Paw­li­kows­ki ofre­ce uno de los mejo­res dra­mas pola­cos de los últi­mos años. Aden­trán­do­se en la vida de una joven en pro­cu­ra de hallar su iden­ti­dad, Ida es un film subli­me que a tra­vés de su sen­ci­lla tra­ma per­mi­te que el espec­ta­dor refle­xio­ne sobre el deve­nir his­tó­ri­co de Polo­nia duran­te el siglo pasado.

La acción se ubi­ca en 1962 y sus pri­me­ras imá­ge­nes exhi­ben un con­ven­to don­de las mon­jas están suje­tas a una estric­ta dis­ci­pli­na, pro­duc­to de la natu­ra­le­za de la igle­sia cató­li­ca de esa épo­ca. Allí se encuen­tra Anna (Aga­ta Trze­bu­chows­ka), una chi­ca huér­fa­na cuya cor­ta exis­ten­cia la pasó en ese claus­tro y que está pró­xi­ma a tomar los hábi­tos. Para pro­bar su fe, la madre supe­rio­ra quie­re que pre­via­men­te ella sal­ga al mun­do exte­rior para visi­tar a su úni­ca parien­te viva que resi­de en Lodz.

 Agata Kulesza y Agata Trzebuchowska

Aga­ta Kules­za y Aga­ta Trzebuchowska

El encuen­tro de la ino­cen­te novi­cia y la des­en­ga­ña­da tía Wan­da (Aga­ta Kules­za) es alta­men­te con­tras­tan­te. Cuál será la gran sor­pre­sa de la joven cuan­do Wan­da cíni­ca­men­te la alu­de como “la mon­ja judía”; de ese modo Anna se ente­ra de que su ver­da­de­ro nom­bre es Ida y que sus padres judíos murie­ron ase­si­na­dos cuan­do Ale­ma­nia ocu­pó el país duran­te los trá­gi­cos años de la Segun­da Gue­rra Mundial.

De allí en más tía y sobri­na empren­den un via­je hacia una peque­ña aldea don­de sus padres fue­ron alber­ga­dos en una gran­ja cam­pe­si­na de una fami­lia cató­li­ca has­ta que fue­ron ani­qui­la­dos y ente­rra­dos en ese lugar. Lle­gar a impo­ner­se de estos hechos cons­ti­tu­ye para Ida toda una reve­la­ción y un natu­ral estre­me­ci­mien­to emo­cio­nal al cons­ta­tar la exis­ten­cia de un mun­do cruel y com­ple­ta­men­te ale­ja­do de la reali­dad que vivió has­ta el pre­sen­te en el convento.

A tra­vés del reco­rri­do efec­tua­do por ambas muje­res que­da refle­ja­do la con­duc­ta ambi­gua del pue­blo pola­co que si por una par­te pudo haber demos­tra­do una acti­tud per­se­ve­ran­te resis­tien­do el opro­bio nazi, por la otra tam­bién muchos de sus habi­tan­tes no judíos cola­bo­ra­ron con el régi­men, ya sea para pro­te­ger­se o por anti­se­mi­tis­mo. Al pro­pio tiem­po el film deno­ta la ambi­güe­dad moral de la con­duc­ta huma­na toman­do como refe­ren­cia el per­so­na­je de Wan­da; ella, que como judía sufrió los ava­ta­res del holo­caus­to, al con­ver­tir­se en acé­rri­ma esta­li­nis­ta del régi­men comu­nis­ta actuan­do como jue­za no tuvo repa­ros en con­de­nar a la muer­te a per­so­nas opues­tas al sistema.

Ade­más del con­tex­to polí­ti­co el film adquie­re una dimen­sión reli­gio­sa cuan­do el escep­ti­cis­mo de Wan­da tra­ta de crear a su sobri­na dudas sobre la exis­ten­cia de Dios en fun­ción de lo que ella ha veni­do apren­dien­do de este via­je; de este modo, el remar­ca­ble guión del rea­li­za­dor escri­to con Rebec­ca Len­kie­wicz obli­ga a que Ida deba optar entre su con­di­ción de judía o bien retor­nar a la igle­sia cató­li­ca que la sal­vó de morir.

Median­te míni­mos diá­lo­gos y con una esté­ti­ca aus­te­ra y depu­ra­da, Paw­li­kows­ki ha logra­do un docu­men­to pro­fun­da­men­te humano que cala hon­da­men­te en el espec­ta­dor. Al pro­pio tiem­po, el film es igual­men­te meri­to­rio por las mara­vi­llo­sas carac­te­ri­za­cio­nes que sus dos intér­pre­tes cen­tra­les han logra­do de sus per­so­na­jes; Trze­bu­chows­ka regis­tra mag­ní­fi­ca­men­te la ino­cen­cia per­di­da de un ser puro y ange­li­cal des­cu­brien­do un mun­do per­ver­so, en tan­to que Kules­za vuel­ca mag­ní­fi­ca­men­te la natu­ra­le­za de una per­so­na cíni­ca y moral­men­te des­es­pe­ran­za­da cuyos vai­ve­nes emo­cio­na­les la indu­cen final­men­te a adop­tar una drás­ti­ca deci­sión fatal.

En los aspec­tos for­ma­les la logra­da foto­gra­fía en blan­co y negro de Lukasz Zal y Rys­zaard Len­czews­ki cap­ta la atmós­fe­ra gri­sá­cea y lúgu­bre de una nación que des­pués de la trá­gi­ca expe­rien­cia del con­flic­to béli­co que­da some­ti­da a los ava­ta­res de un régi­men agobiante.

Con­clu­sión: Un exce­len­te dra­ma pola­co abor­dan­do los cole­ta­zos emo­cio­na­les de la Segun­da Gue­rra.  Jor­ge Gutman

Un Via­je al Pasado

I’LL FOLLOW YOU DOWN. Cana­dá, 2013. Un film escri­to y diri­gi­do por Richie Mehta

La explo­ra­ción cien­tí­fi­ca sobre la posi­bi­li­dad de via­jar en el tiem­po en for­ma retros­pec­ti­va es abor­da­da por el direc­tor y guio­nis­ta Richie Meh­ta en un rela­to que a pesar de su buen comien­zo se debi­li­ta a mitad de camino al adop­tar vuel­tas entre­ve­ra­das y caren­tes de lógica.

La his­to­ria comien­za en el año 2000 con­tem­plan­do a una fami­lia feliz inte­gra­da por Gabriel (Rufus Sewell), su espo­sa Mari­ka (Gillian Ander­son) y el peque­ño hijo Erol, vivien­do en la ciu­dad de Toron­to. Gabriel que se desem­pe­ña como físi­co debe rea­li­zar un via­je pro­fe­sio­nal a la Uni­ver­si­dad de Prin­ce­ton en los Esta­dos Uni­dos por un par de días. Cuan­do madre e hijo se diri­gen al aero­puer­to para aguar­dar su regre­so, el hom­bre no apa­re­ce. A la inquie­tud ini­cial, sur­gen las ave­ri­gua­cio­nes per­ti­nen­tes don­de apa­ren­te­men­te el ausen­te no aban­do­nó el hotel don­de se alo­ja­ba aun­que tam­po­co se encuen­tra allí. A medi­da que pasan los días y las sema­nas sin lograr tener noti­cias de su para­de­ro, Mari­ka y su hijo expe­ri­men­tan una gran pena y dolor al que­dar desin­te­gra­do el idí­li­co hogar.

Haley Joel Osment

Haley Joel Osment

La acción inme­dia­ta­men­te se des­pla­za a 2012 don­de Erol (Haley Joel Osment), un adul­to de 21 años, deci­dió seguir la carre­ra de físi­co, como su padre lo ha sido, sien­do un bri­llan­te estu­dian­te. Man­te­nien­do una rela­ción sen­ti­men­tal fir­me con Gra­ce (Susan­na Four­nier) con quien pien­sa casar­se, su vida trans­cu­rre en un esta­do de cons­tan­te preo­cu­pa­ción por­que su madre, que nun­ca pudo recu­pe­rar­se de la pér­di­da de su ama­do espo­so, se encuen­tra en un esta­do de dra­má­ti­ca depre­sión que final­men­te la lle­va a suicidarse.

Dicho lo que ante­ce­de, la tra­ma adop­ta un giro com­ple­ta­men­te ines­pe­ra­do cuan­do Sal (Vic­tor Gar­ber), el abue­lo de Erol que es un emi­nen­te cien­tí­fi­co, le reve­la a su nie­to una teo­ría sobre lo que pudo haber pasa­do con Gabriel; según la mis­ma, él efec­tuó un via­je hacia el pasa­do ubi­cán­do­se en 1946 para visi­tar a Albert Eins­tein y resul­tó ase­si­na­do como con­se­cuen­cia de un asal­to. De allí, Sal invi­ta a Erol para que jun­tos pue­dan rec­ti­fi­car lo ocu­rri­do en el pasa­do a fin de hacer regre­sar a su padre sano y sal­vo al año 2000. De allí en más, el joven se empe­ci­na en efec­tuar una tra­ve­sía en el tiem­po para ubi­car a su padre y lograr su objetivo.

Cier­ta­men­te resul­ta racio­nal­men­te difí­cil acep­tar la pro­pues­ta plan­tea­da, pero uno podría aden­trar­se en la mis­ma si aca­so las expli­ca­cio­nes tuvie­ran algún asi­de­ro míni­ma­men­te con­gruen­te. Lo que sigue es en esen­cia una serie de situa­cio­nes poco plau­si­bles don­de a medi­da que avan­za el metra­je se asis­te a com­ple­jas y abu­rri­das dis­cu­sio­nes pseu­do cien­tí­fi­cas entre abue­lo y nie­to de las cua­les el espec­ta­dor no tie­ne idea sobre lo que se afir­ma, si aca­so exis­te algún fun­da­men­to plau­si­ble. El des­en­la­ce, que obvia­men­te no habrá de reve­lar­se, es total­men­te descabellado.

Las inter­pre­ta­cio­nes son genui­na­men­te natu­ra­les, sobre todo las de Osment y Ander­son, pero están al ser­vi­cio de un tema que aun­que meta­fí­si­ca­men­te pue­da resul­tar intere­san­te de ser con­si­de­ra­do, tal como está plan­tea­do resul­ta alta­men­te des­con­cer­tan­te, sobre todo por­que el rea­li­za­dor no inten­ta brin­dar un rela­to de cien­cia fic­ción sino un dra­ma rea­lis­ta para nada convincente.

Con­clu­sión: un film que en prin­ci­pio intri­ga pero final­men­te resul­ta frus­tran­teJor­ge Gutman

Una Deso­la­da y Sal­va­je Australia

THE ROVER. Aus­tra­lia-Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de David Michôd.

Des­pués de su exi­to­so debut en 2010 con Ani­mal King­dom, el direc­tor y guio­nis­ta David Michôd retor­na con otro dra­ma que ilus­tra la des­hu­ma­ni­za­ción del indi­vi­duo en un medio inhós­pi­to recu­rrien­do a per­so­na­jes que en su mayo­ría viven al mar­gen de la ley y que poco les impor­ta el valor de la vida humana.

Sin pre­ci­sar en qué momen­to trans­cu­rren los hechos, aun­que se podría infe­rir que corres­pon­de en el futu­ro, la acción se desa­rro­lla en una deso­la­da región de Aus­tra­lia diez años des­pués de que el mun­do sufrió un fuer­te colap­so eco­nó­mi­co. Ese acon­te­ci­mien­to post apo­ca­líp­ti­co moti­va a que para seguir vivien­do poco cuen­ta los medios a los que se deba recurrir.

Guy Pearce y Robert Pattinson

Guy Pear­ce y Robert Pattinson

Den­tro del con­tex­to des­crip­to, el guión del rea­li­za­dor escri­to con Joel Edger­ton fun­da­men­tal­men­te enfo­ca a dos indi­vi­duos. Uno de ellos es Eric (Guy Pear­ce), un hom­bre frío, taci­turno y a la vez colé­ri­co que no pue­de ocul­tar su indig­na­ción cuan­do en un alto del camino para comer ve cómo un trío de delin­cuen­tes enca­be­za­do por un ame­ri­cano lla­ma­do Henry (Scoot McNairy), le roba su coche. El otro per­so­na­je cen­tral de esta his­to­ria es Rey (Robert Pat­tin­son), el her­mano menor de Henry, que fue deja­do mal heri­do des­pués de una refrie­ga y a quien Eric encuen­tra en la ruta. Des­pués de ser aten­di­do por una doc­to­ra (Susan Prior), Rey acce­de unir­se a Henry para hallar a los fugi­ti­vos, poder res­ca­tar su auto­mó­vil y ven­gar­se de los mismos.

Uno de los aspec­tos esen­cia­les del rela­to es el con­tras­te de per­so­na­li­da­des que sur­ge entre estos dos carac­te­res y el desa­rro­llo emo­cio­nal que se pro­du­ce en el via­je que empren­den en pro­cu­ra de los fugi­ti­vos. Mien­tras que Henry no tie­ne escrú­pu­los para actuar y eli­mi­nar a quien se le inter­pon­ga en su camino, Rey es un per­so­na­je men­tal­men­te des­es­ta­bi­li­za­do y con difi­cul­ta­des para poder expre­sar­se. No obs­tan­te, a lo lar­go del peri­plo, gra­dual­men­te cada uno de ellos con­fia­rá al otro sus res­pec­ti­vos pasa­dos: así, se sabrá sobre los ante­ce­den­tes cri­mi­na­les de Henry y las razo­nes que lo moti­van a ser escép­ti­co y des­creí­do del ser humano, mien­tras que Rey por su par­te le comen­ta que su her­mano y él lle­ga­ron a Aus­tra­lia para tra­ba­jar en las minas –una de las pocas acti­vi­da­des explo­ta­das- y final­men­te inte­gran­do la pan­di­lla de delin­cuen­tes median­te asal­tos arma­dos logran el dine­ro nece­sa­rio para sobre­vi­vir. Lo que sigue a con­ti­nua­ción es un cúmu­lo de acon­te­ci­mien­tos vio­len­tos con un des­en­la­ce un tan­to exabrup­to que deja un háli­to de insa­tis­fac­ción en torno a la expec­ta­ti­va crea­da a lo lar­go del rela­to. Con todo cabe apre­ciar tan­to la muy logra­da carac­te­ri­za­ción de Pier­ce como el clá­si­co anti­hé­roe intere­sa­do en recu­pe­rar su coche así como la de Pat­tin­son ani­man­do al vul­ne­ra­ble y paté­ti­co Rey.

Michôd ha logra­do un film mini­ma­lis­ta crean­do una atmós­fe­ra que evo­ca el géne­ro del wes­tern don­de el lejano oes­te es reem­pla­za­do aquí por un pai­sa­je inmen­so y soli­ta­rio. En tal sen­ti­do la foto­gra­fía de Natasha Braier con­tri­bu­ye para cap­tar ese pano­ra­ma e imple­men­tan­do visual­men­te lo que el rela­to desea trans­mi­tir. Igual­men­te se dis­tin­gue la músi­ca de Antony Par­tos así como la del dise­ña­dor del soni­do Sam Petty crean­do efec­tos ima­gi­na­ti­vos y a veces per­tur­ba­do­res que se aso­cian ade­cua­da­men­te a la ten­sión que ema­na del rela­to. Jor­ge Gutman

Dos Sim­pá­ti­cos Policías

22 JUMP STREET. Esta­dos Uni­dos, 2014. Un film de Phil Lord y Chris­topher Miller

Pocos ima­gi­na­ron hace dos años que 21 Jump Street basa­do en las series de tele­vi­sión tuvie­ra el gran éxi­to alcan­za­do. Capi­ta­li­zan­do esos bene­fi­cios lle­ga aho­ra la secue­la con 22 Jump Street de los mis­mos rea­li­za­do­res, Phil Lord y Chris­topher Miller, como así tam­bién con el popu­lar dúo inte­gra­do por Chan­ning Tatum y Jonah Hill ani­man­do al des­ca­be­lla­do par de poli­cías que jun­tos demues­tran no ser tan incom­pe­ten­tes como parecen.

Jonah Hill y Channing Tatum

Jonah Hill y Chan­ning Tatum

No hay mayor nove­dad en esta segun­da par­te; más aún, cuan­do el jefe de poli­cía (Nick Offer­man) se diri­ge a Sch­midt (Hill) y Jen­ko (Tatum) dicién­do­les que en la nue­va misión que se les enco­mien­da sigan com­por­tán­do­se del mis­mo modo que la últi­ma vez para que todo el mun­do que­de feliz, esas pala­bras se aso­cian per­fec­ta­men­te para que el públi­co asis­ta a una his­to­ria que con cam­bios meno­res resul­ta cal­ca­da de la ante­rior aun­que sin el fac­tor sor­pre­sa de aquélla.

En esta opor­tu­ni­dad los sim­pá­ti­cos detec­ti­ves, siem­pre bajo las órde­nes del iras­ci­ble capi­tán Dick­son Cube (Ice Cube), en for­ma encu­bier­ta y con dife­ren­te iden­ti­dad deben apa­re­cer como alum­nos de una uni­ver­si­dad local para deter­mi­nar la fuen­te de una nue­va dro­ga lla­ma­da “whyphy” (joco­sa­men­te aso­cia­da con wifi) y des­en­mas­ca­rar a los prin­ci­pa­les res­pon­sa­bles de un peli­gro­so car­tel que se ocu­pa de tra­fi­car­la y que ya cau­só la muer­te de un estu­dian­te. Para no des­per­tar sos­pe­cha algu­na, Jen­ko se inte­gra con el equi­po de fút­bol estu­dian­til en tan­to que Sch­midt lo hace con un gru­po de estu­dian­tes que for­man par­te de un club de poe­tas logran­do impre­sio­nar a una her­mo­sa estu­dian­te de arte (Amber Ste­vens) con la que man­ten­drá un par­ti­cu­lar romance.

No hay mucho para ana­li­zar o con­cluir en esta alo­ca­da his­to­ria que al igual que la pri­me­ra no tie­ne viso alguno de reali­dad aun­que pro­vee en for­ma inter­mi­ten­te algu­nos momen­tos de fran­co humor, cier­tas esce­nas de per­se­cu­cio­nes así como ins­tan­cias de acción don­de no fal­tan peleas y otros enfren­ta­mien­tos más peli­gro­sos, com­pen­san­do de este modo la ausen­cia de una tra­ma cohe­ren­te. En todo caso, lo más valio­so del film des­can­sa en Hill y Tatum quie­nes demues­tren una vez más que poseen amplios recur­sos para la comi­ci­dad; com­por­tán­do­se con la men­ta­li­dad de dos ado­les­cen­tes demues­tran que exis­te entre ellos una mag­ní­fi­ca com­pli­ci­dad como com­pa­ñe­ros de la aven­tu­ra en que les toca actuar ade­más de sus­ten­tar una autén­ti­ca cali­dez en la rela­ción que los vin­cu­la lo que les per­mi­te cap­tar con gran faci­li­dad la adhe­sión de la audiencia.

Para con­cluir es impor­tan­te que el públi­co aguar­de los cré­di­tos fina­les que de por sí cons­ti­tu­yen un apén­di­ce de 7 minu­tos; ade­más de cons­ti­tuir uno de los momen­tos más gra­tos del film, como resul­ta­do del mis­mo que­da cla­ro que habrá 23, 24, 25 y posi­ble­men­te más núme­ros de Jump Street por venir para que los que han dis­fru­ta­do de esta segun­da par­te pue­dan seguir divir­tién­do­se con las ton­te­ras y paya­sa­das de Sch­midt y Jen­ko. Jor­ge Gutman