Crónica de Jorge Gutman
L’IMPORTANCE D’ETRE CONSTANT – Autor: Oscar Wilde — Traducción: Normand Chaurette — Dirección:Yves Desgagnés – Elenco: Anne-Élizabeth Bossé, Raymond Bouchard, Patrice Coquéreau, Maxime Denommée, Vincent Fafard, Richard Lalancette, Virginie Ranger- Beaurégard, Julie Vincent — Decorados: Martin Ferland — Vestuario: Judy Jonker – Iluminación: Éric Champoux – Música: Catherine Gadouas. Duración: 1h45 (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 6 de diciembre de 2014 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Una de las características particulares de la última obra de Oscar Wilde es que adopota un nombre diferente según el idioma que se emplee para representarla. Su título original es The Importance of Being Earnest, mientras que por ejemplo en español se la denomina La Importancia de llamarse Ernesto en tanto que la versión francesa, que es la que se está comentando se llama L’ importance d’être constant. Aunque personalmente creo que el título adjudicado por su autor es el más ajustado por su contenido, lo que aquí interesa es el modo en que el espíritu de esta pieza logra ser transmitida en la lengua de Molière y en tal sentido no queda duda alguna que la traducción efectuada por el dramaturgo Normand Chaurette es nada menos que impecable permitiendo que el público pueda disfrutar inmensamente esta primera versión quebequense de la pieza.
Esta divertidísima comedia que pone una vez más de manifiesto la chispa, ironía e inteligencia del famoso poeta, dramaturgo y escritor irlandés, no tiene desperdicio alguno mostrando de qué modo se puede hacer reír a más no poder haciendo una crítica social sin complacencia alguna. Como es bien sabido la corta existencia del autor (1856 – 1900) transcurrió en la Gran Bretaña victoriana con su rígido código de moralidad que de todos modos denotaba una forma de vida no exenta de hipocresía y de dudosa moralidad en ciertos estratos sociales. Es eso lo que se percibe en cada una de las obras de Wilde y en donde la actual pieza no constituye excepción a la regla.
¿Dé que trata la pieza? La acción que transcurre en Londres hacia fines del siglo XIX presenta a Jack Worthing (Maxime Denommée) y Algernon Moncrieff (Vincent Fafard), dos jóvenes amigos seductores, que deciden cambiar sus nombres para adoptar el de “Constant” (en la versión francesa) a fin de conquistar separadamente los corazones de dos mujeres; la elegida por Jack es Gwendoline Fairfax (Anne-Élizabeth Bossé) y la de Algernon es Cecily Cardew (Virginie Ranger-Beaurégard) donde ambas tienen en común la obsesión por casarse con alguien que se llame Constant. A partir de esa premisa, Wilde utiliza un texto coherente y fluido para producir una comedia plena de enredos y complicaciones donde la mentira de las identidades de los enamorados caballeros llega a transformarse en verdades a través de insospechados lazos de parentescos que se descubren en su desenlace.
A través de la sana sonrisa unida a la franca carcajada, Wilde cuestiona con gran fineza las actitudes y comportamiento de sus compatriotas pertenecientes a la llamada “gente bien” de la sociedad; en ella, cada personaje actúa con una sutil hipocresía, cuando no con cinismo, para respetar y resguardar las normas de un orden existente donde el estilo prevalece sobre la sinceridad de los sentimientos en un juego de apariencias en el cual todos están tácitamente implicados.
Yves Desgagnés ha logrado una puesta impecable con un montaje dinámico que contribuye a que el espíritu sarcástico de la pieza prevalezca en todo momento. Gran parte de su mérito consiste en haber convocado a un elenco estupendo de actores donde cada uno de los mismos está completamente compenetrados con el personaje que le toca animar; con todo, si hay un nombre para destacar allí es el de Raymond Bouchard que brinda una inolvidable caracterización de la puritana Lady Bracknell, fiel encarnación de la rigidez de una sociedad moralista de la cual Wilde se mofa de manera irreverente.
La original e inteligente escenografía de Martin Ferland quien recurre a una gigantesca tetera como símbolo de fantasía de la sociedad victoriana, así como el esmerado vestuario de época, contribuyen a realzar los valores de esta producción.
Conclusión: Una muy buena adaptación, una dirección esmerada y un remarcable elenco permiten a que el público de Quebec aprecie por primera vez esta fina comedia.