DIPLOMATIE. Francia-Alemania, 2014. Un film de Volker Schlondorff
En base a la exitosa obra de teatro Diplomatie del dramaturgo francés Cyril Gely, el realizador Volker Schlondorff la traslada a la pantalla con los mismos actores que en 2011 la representaron en el escenario del teatro Madeleine de París, habiendo recibido elogiosos comentarios críticos; de allí que no llega a sorprender que tanto Niels Arestrup como André Dussollier, ampliamente familiarizados con sus respectivos roles, ofrezcan dos interpretaciones magistrales reproduciendo el drama de los últimos días de ocupación del régimen nazi en Francia.
No es la primera vez que este tema es tratado en el cine dado que en 1966 René Clément lo había considerado en ¿Arde París? (Paris brûle-t-il?); en todo caso, esta versión es más intimista involucrando al espectador en una sustanciosa conversación que tiene lugar entre sus dos personajes principales.
La acción se desarrolla en 1944 en París cuando resulta inminente la llegada del ejército aliado para retomar el control de la ciudad en manos de los alemanes. Durante la noche del 24 al 25 de agosto en su despacho del lujoso Hotel Meurice de la rue Rivoli se encuentra en su despacho el general nazi Dietrich von Choltitz (Arestrup), quien como comandante de las fuerzas de ocupación de Alemania se halla atareado en ultimar los preparativos para la destrucción de la capital de Francia, según las estrictas órdenes recibidas de Hitler; la operación consistiría en la eliminación de los principales puentes que sobre el río Sena unen las márgenes izquierda y derecha de la misma, así como la explosión de los maravillosos monumentos que simbolizan su excepcional cultura arquitectónica (Opera, Tour Eiffel, Louvre, Notre Dame, Place de la Concorde, entre otros). Ese acto significaba para el Führer genocida ejercer su venganza contra las fuerzas enemigas que dejaron en ruinas a la ciudad de Berlín.
La inesperada visita que realiza el cónsul de Suecia Raoul Nordling (Dussollier) a von Choltitz durante esas horas decisivas constituye la médula del relato. Aunque esa reunión en realidad nunca tuvo lugar, lo cierto es que ambos individuos se habían conocido previamente cuando Nordling negoció con el alemán el intercambio de prisioneros políticos alemanes y franceses.
La pieza teatral así como el film, refleja el duelo verbal que se produce entre Nordling y von Choltitz; el primero apela a sus dotes de consumado diplomático para disuadir a su interlocutor de cometer una violenta agresión criminal que además de ser absolutamente gratuita y sin sentido implicará la muerte de millones de vidas inocentes. El general arguye que como comandante y buen soldado perteneciente a una tercera generación familiar de militares está para cumplir las órdenes sin contradecirlas.
¿Cómo puede superarse esta gran dicotomía existente entre la fuerza de la razón y la del estricto cumplimiento de obediencia sin ofrecer resistencia?Precisamente, uno de los méritos de este film reside en la importancia que adquiere la riqueza de los diálogos que durante poco más de una hora no cesan de concitar la atención cada vez más creciente de la audiencia. Si bien el comandante sabe que tiene la sartén por el mango en la relación mantenida con el diplomático, lentamente llega a comprender que lo que está por cometer tendrá al final de la guerra connotaciones extremadamente negativas tanto para él como para su familia. Por su parte, no es menor la tarea que Nordling trata de realizar cuando llegado a un momento clave de la conversación él no sabe cómo responder a von Choltitz cuando le pregunta qué haría si estuviera en su lugar.
Además del cautivante diálogo, el film se destaca por la excepcional actuación de Dusollier y Arestrup desplegando un duelo de titanes. El primero es impagable como la persona provista de una excepcional humanidad y encanto, que habiendo vivido en París, una ciudad que ama intensamente, trata de modificar la decisión del general a través de una persuasión increíble que le permita abrir su corazón humano a la vez que su rostro denota la comprensión del dilema en que se encuentra su interlocutor. Por su parte, la personificación que realiza Arestrup es de antología; a pesar de que su papel impide la creación de simpatía alguna, no menos cierto es que su actuación es magistral, sobre todo en los momentos finales cuando comienza a traslucir el tremendo peso emocional que conlleva tener que suspender una orden y las consecuencias a las cuales deberá atenerse.
Schlondorff como realizador deja campo libre al lucimiento de sus actores pero al propio tiempo consigue disimular la estructura teatral de la pieza ‑prácticamente confinada en una sola habitación con excepción de pocos exteriores- para que en ningún momento el desarrollo de las conversaciones se tornen monótonas. En suma, el consumado realizador ha sabido muy bien adaptar la obra de Gely (conjuntamente con el autor) para ofrecer un film de permanente interés.
Conclusión: Aunque fuera tan solo por la actuación de Niels Arestrup y André Dussollier, este film es decididamente recomendable. Jorge Gutman