BIG EYES. Estados Unidos, 2014. Un film de Tim Burton
Apartándose de sus relatos fantásticos y/o de ciencia ficción, el realizador Tim Burton aborda en Big Eyes un drama realista sobre la pintora americana Margaret Keane durante los años de su segundo matrimonio con un marido abusivo y la consecuente repercusión emocional.
El film comienza a mediados de la década del 50 cuando Margaret (Amy Adams) habiendo sufrido los embates de su primer esposo deja precipitadamente su hogar llevando consigo a su hijita Jane (Delaney Raye) para radicarse en San Francisco.
En su nuevo destino, y dada su marcada vocación por la pintura, en ferias artesanales ella se dedica a retratar cuadros infantiles con ojos sobredimensionados, cobrando una suma ínfima por cada uno de sus trabajos. Es allí que conoce a Walter (Christoph Waltz), quien es un corredor inmobiliario e improvisado pintor de paisajes parisinos inspirados en los numerosos viajes realizados a la capital de Francia. No demora mucho para que Margaret quede seducida por su personalidad encantadora aceptando de inmediato la propuesta de casamiento que él le hace.
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Teniendo en cuenta que los convencionales trabajos de Walter no llegan a convencer en el mercado de arte y viendo que ocurre lo contrario con los realizados por su señora, surge entre ambos una asociación profesional donde con su elocuencia y dotes innatas de buen vendedor él se ocupa de comercializar las pinturas de Margaret; con todo, al hacerlo Walter se atribuye la autoría de las mismas. La razón por la que Margaret acepta esa situación se debe a su naturaleza tímida que la inhibe de oponerse a su marido y además porque comprueba que la actividad artística rinde buenos beneficios para la pareja; más aún, la ambición mercantilista del falso pintor hace que se dedique a vender masivamente afiches o copias de las pinturas banalizando de este modo la importancia de las mismas.
A medida que transcurre el tiempo, Walter fuerza a Margaret a que produzca cada vez más, en tanto que los elogios de sus trabajos son recibidos por su marido. Más aún, es ella quien debe instruirle sobre cómo desempeñarse en las entrevistas o ruedas de prensa con los periodistas a fin de proveer una explicación coherente y convincente sobre las pinturas realizadas, metodología de trabajo y sobre todo para aclarar las razones de pintar “ojos grandes” infantiles en cada uno de los cuadros.
Burton ha sabido crear un clima de tensión creciente entre los cónyuges dejando por cierto tiempo al espectador con el suspenso de saber hasta cuándo esta charada puede seguir manteniéndose. Gracias al guión de Scott Alexander y Larry Karaszewski queda muy bien ilustrada la sumisión de la pintora hacia su esposo así como la existencia de un velado machismo del cual a ella le resulta difícil escapar.
Con una construcción impecable, el relato cautiva por varias razones. Además de considerar la malsana relación matrimonial descripta, examina de qué forma el trabajo de un artista está ligado al objeto de su creación y qué es lo que acontece cuando alguien se apropia del mismo. No menos importante es el de mostrar cómo una obra artística puede transformarse en un banal producto comercial.
Aunque gran parte de las virtudes de este film deben ser atribuidas a la labor de Burton y sus guionistas, no menos importante es la contribución aportada por los actores protagónicos. A Adams le corresponde el difícil papel de transmitir la personalidad humilde, reservada y callada de la pintora “fantasma” que en su interior va sufriendo los percances de tener que aceptar el anonimato de sus trabajos a la vez que sentirse impotente frente a la presencia arrolladora y aplastante de un marido manipulador; es admirable apreciar de qué modo la actriz transmite la vulnerabilidad de Margaret frente a la pérdida progresiva de su identidad artística al punto tal de llegar a mentir a su propia hija sobre la autoria de sus pinturas. No menos destacable es la intervención de Waltz quien brinda maravillosamente los diferentes matices de una persona carismática y encantadora, disimulando su faceta de mitómano y de ejercer el control total de la vida e identidad de su mujer a través de una exacerbada violencia psicológica.
Conclusión: Un film feminista muy bien observado y descripto donde al propio tiempo se aprecia con qué facilidad el arte puede llegar a mercantilizarse. Jorge Gutman