BLACK OR WHITE. Estados Unidos, 2014. Un film escrito y dirigido por Mike Binder
Si bien su título sugiere que se asistirá a un film sobre relaciones raciales, en realidad el tema central de Black or White es el de la disputa entre un abuelo materno y una abuela paterna por la custodia de la pequeña nieta que tienen en común. Aunque basado en hechos reales, el tratamiento brindado por el realizador Mike Binder es demasiado elemental, esquemático y poco consecuente con su complaciente desenlace.
El veterano Kevin Kostner interpreta a Elliot, un abogado de raza blanca de muy buena situación económica viviendo en un afluente sector de Los Ángeles quien al comienzo del relato se encuentra acongojado por la muerte de su esposa (Jennifer Ehle) acaecida en un accidente automovilístico. El matrimonio tenía a su cargo a Eloise (Jillian Estell), la nieta de 7 años, cuya madre que era hija de Elliot murió al nacer el bebé, en tanto que Reggie (Andre Holland), el papá de la criatura de raza negra y un hombre adicto a la droga dejó irresponsablemente el hogar desentendiéndose como padre. Con todo, Elliot mantuvo buenas relaciones con Rowena (Octavia Spencer), la madre afroamericana de Reggie, así como con su familia extendida.
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Elliot trata de acomodarse a su nueva vida y tiene toda la intención de seguir ocupándose de su nieta como lo había hecho hasta el momento en que su mujer falleció. Para reforzar la excelente educación privada que recibe Eloise contrata los servicios de un tutor (Mpho Koaho) a domicilio para que le brinde clases de matemáticas. Sin embargo, nada seguirá como hasta ese entonces cuando Rowena le solicita la custodia de la niña aduciendo que ella tiene un legítimo padre. Elliot que quiere entrañablemente a la niña, se niega a acceder al pedido teniendo en cuenta, entre otros factores, que Eloise ya no seguiría viviendo en el elegante suburbio en que habita sino en un barrio mucho más humilde, como tampoco tendría acceso al alto nivel de educación que recibe en la escuela elitista a la que asiste. Es aquí donde su consuegra decide iniciar una demanda judicial con la ayuda de su hermano abogado (Anthony Mackie) para defenderla en su reclamo.
Gran parte del film tiene lugar durante el juicio en donde surgen argumentos de incriminación por parte de ambas partes. Por un lado Elliot arguye que Reggie es drogadicto a pesar de que éste sostiene estar recuperado y sobrio; por el lado opuesto, la acusación de la matriarcal Rowena reside en los hábitos alcohólicos de su consuegro y que al estar trabajando fuera de su hogar no podrá atender convenientemente a la niña. En lo que concierne a la cuestión racial, el tema surge en forma aislada cuando a pesar de que queda claro de que Elliot no es racista en un momento de ofuscación hacia su yerno lo tilda de “negro”.
Por todo el buen propósito que alienta al film sobre la conflictiva situación y la intriga por saber el veredicto del juicio teniendo en consideración el hogar que sea más estable y conveniente para el bienestar de Eloise, el relato resulta muy blando y simplista sin que legítimamente llegue a emocionar; para peor, la parte final de la trama es totalmente condescendiente y poco creíble. En esencia, lo que se contempla se asemeja más a una “película de la semana” que a un sólido drama como el contemplado en el excelente film Kramer vs. Kramer (1978) de Robert Benton sobre similar tópico. Las interpretaciones de Costner y Spencer son muy buenas así como la pequeña Estell sabe ganarse la simpatía del público, pero eso no puede compensar las limitaciones de esta historia. Jorge Gutman