Con­tac­to en Marsella

LA FRENCH / THE CON­NEC­TION. Fran­cia-Bél­gi­ca, 2014. Un film de Cédric Jimenez

Aun­que no haya sido su pro­pó­si­to, este film podría ser una nue­va secue­la de The French Con­nec­tion (1971), el exce­len­te dra­ma poli­cial de William Fried­kin don­de dos detec­ti­ves de la divi­sión de nar­co­trá­fi­cos neo­yor­ki­na al sos­pe­char la lle­ga­da de un impor­tan­te car­ga­men­to de heroí­na pro­ve­nien­te de Mar­se­lla toman car­tas en el asun­to. En todo caso La French a pesar de su lujo­so envol­to­rio nutri­do de muy bue­nos ele­men­tos de pro­duc­ción está lejos de alcan­zar el sus­pen­so y la soli­dez narra­ti­va de su ante­ce­sor que fue pre­mia­do con varios Oscar inclu­yen­do al de mejor film del año.

En esta his­to­ria basa­da en el guión del rea­li­za­dor y Audrey Diwan se asis­te a la tarea des­ple­ga­da por el juez Pie­rre Michel (Jean Dujar­din) para des­ba­ra­tar las ope­ra­cio­nes de una pode­ro­sa orga­ni­za­ción mafio­sa que con­tro­la el trá­fi­co de heroí­na a tra­vés del mun­do des­de Mar­se­lla El líder de la peli­gro­sa ban­da es Gaé­tan Zam­pa (Gilles Lellou­che), un impla­ca­ble padrino que prác­ti­ca­men­te resul­ta into­ca­ble e inmu­ne a todos los crí­me­nes come­ti­dos por él y su equi­po; así pare­ce­ría que pre­va­le­ce una ley silen­cio­sa que pro­te­ge a esta ban­da para que pue­da seguir gozan­do de los sucu­len­tos bene­fi­cios obte­ni­dos por la explo­ta­ción de la heroina.

Jean Dujardin

Jean Dujar­din

A medi­da que el magis­tra­do se va inter­nan­do en el sub­mun­do cri­mi­nal para tra­tar de des­en­mas­ca­rar las ope­ra­cio­nes de Zam­pa y com­pa­ñía, se encuen­tra con obs­tácu­los muy difí­ci­les de supe­rar por­que en lugar de obte­ner la coope­ra­ción de la bri­ga­da poli­cial des­cu­bre que la mis­ma esta vin­cu­la­da con la organización.

No obs­tan­te que lo expues­to está basa­do en hechos que real­men­te ocu­rrie­ron y que en 1981 le cos­tó la vida al ínte­gro magis­tra­do, la pelí­cu­la a pesar de estar bien fil­ma­da no ofre­ce la ten­sión nece­sa­ria que cabría espe­rar de un rela­to poli­cial. A ello se agre­ga que el tema, mucho mejor abor­da­do en el film de Fried­kin, no jus­ti­fi­ca­ba una nue­va incur­sión don­de con excep­ción de su des­en­la­ce dra­má­ti­co no agre­ga nada nue­vo a lo ya cono­ci­do sobre el trá­fi­co mun­dial de heroí­na y la corrup­ción poli­cial existente.

Curio­sa­men­te, los momen­tos en que el rela­to ofre­ce cier­ta emo­ción son los que el juez com­par­te en la inti­mi­dad del hogar con su aman­te espo­sa (Céli­ne Sallet­te) e hijos. Sin embar­go, su férrea volun­tad férrea para exter­mi­nar la can­ce­ro­sa orga­ni­za­ción lo alie­na de tal mane­ra que, muy a su pesar, pone a prue­ba la esta­bi­li­dad fami­liar. En cuan­to a nivel de inter­pre­ta­ción sobre­sa­len las de Dujar­din, como el inco­rrup­ti­ble juez que desea a toda cos­ta sanear la ciu­dad, y la de Lellou­che demos­tran­do total auto­ri­dad como el artí­fi­ce de la nefas­ta organización.

Téc­ni­ca­men­te, cabe des­ta­car el efi­cien­te mon­ta­je de Sophie Reine como así tam­bién la nota­ble foto­gra­fía de Lau­rent Tangy repro­du­cien­do muy bien la épo­ca de los años 70 en que se desa­rro­lla la acción. Jor­ge Gutman