PREGGOLAND. Canadá, 2014. Un film de Jacob Tierney.
Esta tenue comedia de Jacob Tierney tiene como propósito mostrar cómo la presión de grupo puede afectar la vida de una persona, utilizando como premisa la del falso embarazo.
La guionista Sonja Bennett anima a Ruth, una muchacha inmadura de 35 años y de adolescencia tardía con inclinación a la bebida y al tabaco, que vive con su padre (James Caan) y trabaja como cajera en un pequeño mercado. Aunque tiene un grupo de amigas de su edad, se siente marginada porque no posee nada en común para compartir dado que ellas mantienen un estilo de vida diferente al estar casadas criando hijos o bien esperando familia.
Todo cambia para Ruth cuando a partir de una serie de incidentes involuntarios y para igualarse a sus amistades, hace creer a los que la rodean que se encuentra embarazada. Esa situación tiene sus efectos positivos; por una parte, su padre después de reponerse de un ataque cardíaco sufrido siente la dicha de ser abuelo; además, la “buena” noticia contribuye a que sea aceptada con alegría por sus tres amigas, como así también debido a una falta cometida en su trabajo evita que sea despedida en estado de gravidez por Danny (Paul Campbell), su patrón. El único que conoce la verdad es Pedro (Danny Trejo), un compañero de trabajo de Ruth, cuya mujer le fabrica una panza artificial para que pueda continuar con su falso estado de gestación a medida que el tiempo va avanzando. ¿Pero, hasta dónde puede mantenerse la farsa sin que haya mayores consecuencias? Atreverse a decir la verdad podría significar un disgusto muy grande para su padre cardíaco y además causaría una gran desilusión a Danny quien sintiéndose atraído por ella está dispuesto a asumir la paternidad del futuro bebé.
Lo que antecede origina algunas instancias de franca gracia pero llegado a un límite el relato comienza a experimentar una suerte de anemia porque, tal como está narrado, resulta prácticamente imposible admitir que quienes tratan a Ruth no se den cuenta de su impostura. De ese modo, la consistencia de la premisa inicial comienza a hacer agua y aún cuando uno se ría de las situaciones ridículas, los momentos rebuscados se extienden más allá de lo necesario dando paso a una comedia cuya ingenuidad la torna más apropiada para la pantalla chica.
En esencia, Jacob Tierney ofrece un film sano, sin otra pretensión que la de entretener, logrando en gran parte su objetivo; con todo, no habría molestado si su duración se hubiera reducido en unos 25 minutos para tornarlo menos redundante y más dinámico. Sonja Bennett, sin deslumbrar como guionista, demuestra que es una buena comediante capaz de abordar proyectos futuros de mayor envergadura. Jorge Gutman