LOVE & MERCY. Estados Unidos, 2014. Un film de Bill Pohlad
Más que una convencional biografía de Brian Wilson, Love and Mercy de Bill Pohlad recorre un camino diferente para narrar la forma en que su enfermedad afectó su vida y al propio tiempo tuvo repercusiones en la banda de pop rock The Beach Boys que lideró durante varios años de su existencia. Para quienes no estén informados sobre este grupo musical cabe señalar que desde su gestación a principios de la década de los años 60 alcanzó gran repercusión en los Estados Unidos donde indudablemente Wilson fue el alma de ese conjunto como pianista, cantante y compositor; el éxito de esta agrupación fue tan grande que llegó a competir magníficamente, aunque por breve tiempo, con los Beatles.
Lo que constituye el elemento esencial del film es la búsqueda de la identidad de un dotado músico como Wilson, y la forma en que la película trata de penetrar en su mente al batallar con el problema mental que lo afectaba. En consecuencia, aunque el escenario de fondo lo constituya el contexto musical del conjunto, la historia fundamentalmente tiene como propósito retratar a un vulnerable ser humano mostrando cómo parte de la gente que lo rodea constituye un factor que agudiza y perturba su inestabilidad, como también resaltar a la mujer que constituirá su tabla de rescate.
El guión de Oren Moverman y Michael Alan Lerner estructura el relato en dos épocas, que se desarrolla paralelamente en los años 60 y mediados de los 80, en donde el personaje de Wilson lo interpretan Paul Dano –en su primera etapa creadora- y John Cusack durante los años contemporáneos. Es precisamente en el segundo tiempo donde un Wilson de mediana edad con el propósito de comprar un coche en una concesionaria conoce a Melinda (Elizabeth Banks), una agradable vendedora del lugar, y entre ellos se produce una mutua corriente de simpatía que origina un romance; a pesar de características notorias que delatan a un Wilson altamente medicamentado como un personaje extraño, la relación sentimental cobra intensidad cuando ella llega a imponerse sobre los años jóvenes del músico sufriendo la influencia poco estimulante de un abusivo padre (Bill Camp) que prácticamente menospreciaba las dotes musicales de su hijo; es también allí donde se refleja el período de gloria del conjunto cuando Wilson a pesar de circunstancias adversas compuso el álbum Pet Sounds, considerado por la prensa como uno de los mejores de todos los tiempos; curiosamente, se aprecia cómo simultáneamente se va deteriorando la salud mental del muchacho que en última instancia repercute en un comportamiento inestable que crea tensiones en el seno de la banda. Volviendo a los años 80, el relato fundamentalmente enfoca el modo en que la evolución de la relación sentimental de la pareja encuentra un serio obstáculo en el tiránico rol que asume Eugene Landy (Paul Giamatti), un terapeuta siniestro y predador que había sido designado guardia legal de Wilson y que prácticamente actuó como un demonio minando su alma; es precisamente allí donde se impone y gravita la personalidad de Melinda para salvar su amor y al propio tiempo constituir el factor catalizador para la recuperación de quien llegaría a ser su marido.
Entre otros méritos, el film se destaca por su nivel interpretativo. Cada uno de sus principales actores ofrece la suficiente relevancia para que sus respectivos trabajos no solo luzcan sino que también resulten ampliamente satisfactorios. Así, Banks persuade con su dulzura, calidez y abnegación de una mujer firmemente decidida a ayudar a Wilson; un elogio semejante merece Giamatti donde a pesar de su personalidad siniestra tratando de demostrar que solo quiere el bienestar de su paciente, sabe muy bien cómo controlar su persona abusando en su condición de psiquiatra. El peso mayor del relato recae en el personaje principal; en tal sentido tanto Dano como Cusack se desempeñan en forma irreprochable; con todo, hay algo que no se llega a explicar en el casting efectuado; no hay razón alguna para que dentro de la variación de un período de tan solo 20 años se haya tenido que recurrir a dos actores diferentes, donde en este caso no existe un mínimo parecido físico aceptable que permita creer que se está en presencia del mismo personaje.
Reafirmando el criterio de que Pohlad decidió distanciarse del método tradicional utilizado en las biografías de músicos populares, aquí no hay mayor espacio para que uno se interiorice sobre los otros miembros de la banda musical como tampoco se la muestra realizando conciertos en público; más bien la excelente banda de sonido se hace presente en las grabaciones efectuadas en los estudios, lo que de ningún modo resulta objetable porque el propósito del film es esencialmente recrear los altibajos emocionales de un músico excepcional acosado de enfermedad mental y recuperado gracias al amor de su mujer.
Conclusión: Más allá que uno esté o no familiarizado con Brian Wilson, Bill Pohlad ofrece un relato íntimo de notable calidad. Jorge Gutman