Un Bond de Menor Calibre

SPEC­TRE. Gran Bre­ta­ña, 2015. Un film de Sam Mendes

La gran expec­ta­ti­va depa­ra­da por Spec­tre se debió a que Sky­fall (2012), el film pre­ce­den­te del agen­te 007, haya sido uno de los mejo­res de la serie. Sin embar­go, esta vigé­si­ma cuar­ta aven­tu­ra de James Bond no alcan­za el mis­mo nivel.

Daniel Craig

Daniel Craig

Lo mejor de este film se encuen­tra en su pró­lo­go. En un exce­len­te plano secuen­cia que trans­cu­rre en la ciu­dad de Méxi­co el Día de los Muer­tos, se enfo­ca a Bond (Daniel Craig) tra­tan­do de atra­par a un sica­rio por las calles pobla­das de resi­den­tes fes­te­jan­do esa fecha. Esta per­se­cu­ción cul­mi­na a bor­do de un heli­cóp­te­ro sobre­vo­lan­do la ciu­dad don­de el rea­li­za­dor Sam Men­des con la cola­bo­ra­ción del fotó­gra­fo Hoy­le Van Hoy­te­ma logran una de las esce­nas de mayor impac­to visual.

De retorno a Lon­dres, Bond es ser­mo­nea­do por su nue­vo jefe M (Ralph Fien­nes) por su des­au­to­ri­za­da misión mexi­ca­na. A pesar de todo y des­oyen­do sus órde­nes, Bond deci­de inves­ti­gar una serie de aten­ta­dos con­tan­do entre sus alia­dos a la bien dis­pues­ta secre­ta­ria Money­penny (Nao­mie Harris) y al sim­pá­ti­co exper­to en compu­tado­ras Q (Ben Whishaw).

A tra­vés de una serie de epi­so­dios la tra­ma argu­men­tal lle­va a nues­tro héroe a Roma –don­de man­ten­drá un bre­ve roman­ce con la viu­da (Moni­ca Belluc­ci) de un mafio­so italiano‑, los alpes aus­tría­cos, Tán­ger y el desier­to del Saha­ra. Como obvia­men­te debe haber un villano de turno, el mis­mo está repre­sen­ta­do por el sadis­ta Franz Oberhau­ser (Chris­toph Waltz) quien está a la cabe­za de la sinies­tra orga­ni­za­ción Spec­tre.

Es de hacer notar que en varias oca­sio­nes el guión hace refe­ren­cias a ante­rio­res títu­los de la fran­qui­cia y así se lle­ga a saber que Oberhau­ser esta­ba liga­do con los enemi­gos de Bond en los tres títu­los pre­ce­den­tes de la serie (Casino Roya­le, Quan­tum of Sola­ce, Sky­fall). Pero en todo caso, este film deja la sen­sa­ción de deja vu en reite­ra­das opor­tu­ni­da­des sin ofre­cer algo nue­vo o dis­tin­ti­vo que lo resal­te; el aspec­to más débil resi­de en lo ende­ble de su his­to­ria que ade­más de care­cer de exci­tan­te ten­sión pade­ce en muchos casos de incon­sis­ten­cias y esca­sa verosimilitud.

A pesar de las obje­cio­nes men­cio­na­das, cabe des­ta­car la refi­na­da rea­li­za­ción de Men­des y la actua­ción de Craig como 007; el efi­cien­te actor sigue infun­dien­do una dis­tin­gui­da per­so­na­li­dad a su per­so­na­je don­de se lo mues­tra imper­tur­ba­ble, iró­ni­co, seduc­tor y siem­pre atra­yen­te. Ade­más de la bre­ve incur­sión de Bellu­ci, el bello sexo está aquí repre­sen­ta­do por la pre­sen­cia de Léa Sey­doux quien sin ser una de las típi­cas “chi­cas Bond” se desem­pe­ña hábil­men­te como Made­lei­ne Swann, una suges­ti­va psi­có­lo­ga que reluc­tan­te en su comien­zo de brin­dar infor­ma­ción a nues­tro héroe, final­men­te cam­bia­rá de acti­tud con­vir­tién­do­se en su inte­rés román­ti­co. En cuan­to a Waltz, sin menos­ca­bar sus exce­len­tes con­di­cio­nes de actor, aquí no da la idea de ser el pode­ro­so malé­vo­lo que el guión inten­tó impo­ner; en tal sen­ti­do dis­ta de ofre­cer lo que Javier Bar­dem brin­dó mag­ní­fi­ca­men­te en Sky­fall carac­te­ri­zan­do a un trá­gi­co y des­equi­li­bra­do asesino.

Con los más y los menos que­da como balan­ce un Bond de menor efi­ca­cia que de todos modos satis­fa­rá a los faná­ti­cos de Bond, quie­nes en pro­cu­ra de entre­te­ni­mien­to poco les impor­ta sobre la con­sis­ten­cia de la his­to­ria narra­da. Jor­ge Gutman