Crónica de Jorge Gutman
BUTCHER – Autor: Nicolas Billon — Dirección: Roy Surette — Elenco: Chip Chuipka, Alain Goulem, James Loye, Julie Tamiko Manning, Minji Suh — Decorados y Vestuario: Evita Karasek – Iluminación: Martin SiroisLuc Prairie – Duración: 1h30 (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 29 de noviembre de 2015 en el Centaur Théâtre (www.centaurtheatre.com)
El dramaturgo canadiense Nicolas Billon ofrece en Butcher un thriller político que plantea algunos problemas éticos y morales vinculados con los coletazos de la guerra.
Ya el cine consideró en varias oportunidades los crímenes perpetrados por impiadosos victimarios hacia sus inocentes víctimas en conflictos bélicos acontecidos en diferentes lugares del mundo. El teatro en cambio no ha tratado este tema con la misma asiduidad y de allí que resulte interesante el que Billon haya intentado incursionar en la materia. Para hacerlo, recurre a un artificio original donde después de presentar a sus personajes introduce vueltas de tuerca en donde el planteo inicial queda desmentido por lo que sobreviene después.
La acción se desarrolla en un recinto policial de Toronto en las últimas horas de la Nochebuena y primeras de la jornada navideña. Allí se contempla a un viejo hombre (Chip Chuipka) que fue dejado drogado en las puertas del edificio. Vestido de uniforme militar con un gorro navideño, alrededor de su cuello el hombre portaba un gancho con una tarjeta comercial adherida con el nombre de un abogado llamado Barnes y una leyenda que decía “arrésteme”. Todo ello queda configurado en las primeras escenas, donde se ve al inspector policial Lamb (Alain Goulem) y al abogado (James Loye) que fue citado para tratar de dilucidar sus vínculos con el misterioso visitante. Como éste solamente se expresa en la lengua lavinia (un idioma de origen eslavo realmente inexistente pero funcional a los fines del relato), es necesario solicitar los servicios de Elena (Julie Tamiko Manning), una enfermera que oficia como traductora a fin de esclarecer qué es lo que el individuo dice.
Lo que antecede apenas abarca unos pocos minutos de la historia, pero es conveniente evitar el comentario de lo que ocurre después dado que está plagado de una serie de sorpresas que desbarata continuamente las expectativas del espectador. Sólo se puede adelantar que adoptando las características de un thriller el autor cambia fundamentalmente el tono de la obra para efectuar una implícita crítica a la forma elusiva de la justicia para condenar a salvajes perpetradores de incalificables delitos y crímenes cometidos. Es precisamente allí donde gradualmente quedarán reveladas las personalidades de los personajes; así se encuentra presente una víctima de la guerra de los balcanes de la última década del siglo pasado, un impiadoso torturador y el modo en que la violencia de un padre repercute en su hijo.
Indudablemente, se trata de una obra política inquietante porque deja abierta la dificultosa pregunta de si acaso es posible que el ser humano pueda actuar como vengador individual al margen de la ley cuando la justicia internacional no logra el castigo de los sangrientos asesinos que ultrajan, humillan y avasallan los derechos humanos de sus víctimas en los conflictos bélicos.
Sin duda, la obra resulta muy interesante a pesar de ser opresiva y angustiante. Con todo, no logra el suficiente impacto dramático que con el mismo tema ofreció el dramaturgo Ariel Dorfman en su excelente obra La Muerte y la Doncella. En parte, eso es debido a que la puesta en escena de Roy Surette no es muy sutil al haber cargado demasiado las tintas con el resultado de que los integrantes del elenco llegan a sobreactuar en determinadas ocasiones; con todo, cabe resaltar la participación de Chuipka quien descuella caracterizando la ambigua personalidad de su personaje. La sencilla escenografía es funcional al relato así como resulta efectiva la iluminación estableciendo la separación de las escenas que conforman al mismo.