FLORIDE. Francia, 2015. Un film de Philippe Le Guay
A pesar de que las vicisitudes atravesadas por una persona senil se prestaría para un relato dramático, Philippe Le Guay logra en Floride una agradabilísima comedia exponiendo las diferentes gamas que puede alcanzar el ser humano. Como en su precedente film Molière à bicyclette (2012), Le Guay confirma sus excelentes dotes de realizador demostrando su capacidad de hacer reír en forma fina y elegante.
Una vez más el cine contempla lo que implica el comienzo de la pérdida de capacidad mental que el ser humano puede atravesar en el crepúsculo de su vida. Si bien la persona afectada puede ser incapaz de apreciar su real estado, sus familiares son quienes deben sobrellevar el enorme peso que implica la responsabilidad de su cuidado. Eso es lo que el director aborda en el guión que él y Jérôme Tonnerre han preparado basado en la pieza teatral Le père de Florian Zeller.
En un papel hecho a su medida, el veterano actor Jean Rochefort de 85 años, interpreta a Claude, un personaje de su misma edad. Se trata de un individuo de encantadora presencia que en un comienzo experimenta pequeños lapsos de memoria y que como un avezado pícaro manipulador con sus caprichos pone a prueba la santa paciencia de Madame Forgeat (Edith Le Merdy) quien se ocupa de cuidarlo; cuando ella ya no lo aguanta más y deja su hogar es su abnegada hija Carole (Sandrine Kiberlain) quien debe asumir esa responsabilidad además de dirigir la empresa familiar que fundó su padre. Aunque Ivona (Anamaria Marinca) es la reemplazante de Forgeat para cuidarlo, lo cierto es que gradualmente Claude comienza a experimentar con mayor intensidad los problemas de ausencia de memoria y de relativa inestabilidad mental. Esa situación además de repercutir fuertemente en Carole también afecta a Thomas (Laurent Lucas), su pareja, quien está cansado de tolerar sus exabruptos.
Cualquier persona que haya tenido a su cargo a un enfermo de tal naturaleza logra empatizar fácilmente con la situación que atraviesa Carole donde a través de la tensión creada no deja de contemplar la posibilidad de que su padre pueda ser trasladado a una residencia de ancianos. Si frente a un tema decididamente difícil, el público sigue los acontecimientos con una permanente sonrisa en su rostro se debe a la extraordinaria personificación que logra Rochefort de su personaje dotándolo de enorme simpatía; curiosamente a su edad demuestra estar en completa forma volcando su histrionismo de actor en una caracterización magistral que provoca permanente hilaridad. Asimismo, Kiberlain transmite con convicción a un personaje que a pesar de la guerra de nervios que le genera la condición de su padre, ella le brinda su máximo cariño y comprensión.
El título del film alude al estado sureño donde Claude decide viajar (¿fantasía o realidad?) para salir al encuentro de su otra hija Alicia que aunque murió ya hace 9 años él cree que vive allí.
En síntesis, Le Guay ha sabido muy bien equilibrar el tono dramático con la arista cómica de esta historia, evitando caer en lo demasiado sentimental o melodramático.
Conclusión: Un film recomendable que aunque más no fuera, merece verse por la excepcional actuación de Jean Rochefort. Jorge Gutman