Crónica de Jorge Gutman
PELLÉAS ET MÉLISANDE – Autor: Maurice Maeterlinck — Dirección: Christian Lapointe — Asesoría Dramática: Andréane Roy – Elenco: Sylvio Arriola, Marc Béland, Lise Castonguay, Sophie Desmarais, Éric Robidoux, Paul Savoie, Gabriel Szabo — Escenografía: Geneviève Lizotte — Vestuario: Elen Ewing – Iluminación: Martin Sirois – Video: Lionel Arnould — Música Original: Nicolas Basque – Accesorios: Claire Renaud. Duración: 1 hora 45 minutos, sin intermedio. Representaciones: Hasta el 6 de febrero de 2016 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Transgrediendo las estructuras teatrales convencionales, el inventivo y vanguardista director Christian Lapointe ofrece una versión personal, audaz y decididamente fascinante de Pelléas et Mélisande, obra de teatro simbolista creada en 1893 por el autor belga Maurice Maeterlinck. Si bien este elocuente drama se encuentra asociado a la difundida y valiosa ópera que Debussy adaptó sobre el mismo, su frecuencia como representación teatral no lo ha sido tanto. Afortunadamente, la producción del TNM es altamente meritoria para satisfacción de los amantes del buen teatro con esta pieza magníficamente construida y dotada de un expresivo lenguaje lírico.
Así como Materlinck en su momento osó desafiar el estilo artístico de la literatura naturalista ‑emparentada con el realismo- para reemplazarlo con el simbolismo –que precisamente utiliza el símbolo como instrumento literario‑, Lapointe, asociado con esa corriente innova la representación teatral convencional para transformarla en un malabarismo donde el teatro se entremezcla con el cine e incluso con el concierto de música rock. Lo que antecede no implica que se esté prescindiendo del contenido argumental, sino que el amor apasionado de los personajes que brindan el título a la pieza, adopta aquí un tratamiento especial donde el director intenta y logra que el espectador atraviese una particular experiencia sensorial antes que meramente intelectual.
De partida, uno pareciera estar asistiendo a una forma teatral estática, pero como suele suceder a menudo con Lapointe, las apariencias engañan. Así, prontamente comienza a evidenciarse el despliegue técnico donde los rostros de sus protagonistas recitando sus parlamentos frente a un micrófono, quedan resaltados simultáneamente gracias a las proyecciones en video; ese efecto logrado a través de grandes planos permite al público contemplar la intensidad expresiva de los actores caracterizando a sus personajes.
Con todo, más allá de la descripción de la parafernalia técnica, decididamente impresionante, además de la fluida puesta escénica de Lapointe, esta pieza se valoriza por su estupendo elenco de 7 intérpretes. Éric Robidoux confirma una vez más su talento artístico ofreciendo una interpretación visceral, carismática y admirable de Pelléas; colaborando por cuarta vez con Lapointe, se aprecia de inmediato la complicidad existente entre ambos donde el joven actor se adentra cabalmente en la psicología del personaje, además de demostrar que es un consumado cantante rockero. No menos gratificante resulta contemplar a Sophie Desmarais quien transmite con convicción el aire melancólico, enigmático, frágil y vaporoso que invade a Mélisande en tanto que Marc Béland –completando el trío protagónico- ofrece una sólida prestación como el celoso y vengativo príncipe Golaud quien con ciertas reminiscencias del Otelo shakesperiano desencadenará la tragedia de esta pieza. En roles de apoyo se encuentran los restantes cuatro actores que ya han colaborado con el director en anteriores trabajos suyos; aquí nuevamente ratifican su esmerado oficio en la caracterización de sus respectivos personajes.
En otros renglones vinculados con la producción de esta pieza cabe destacar la impecable escenografía de Geneviève Lizotte que recrea la atmósfera misteriosa del texto original, donde los decorados cuentan con originales maquetas en miniaturas aportadas por Claire Renaud. Elogios similares merece el trabajo de iluminación de Martin Sirois así como la contribución de Nicolas Basque quien creó una música distintiva basada en temas de Debussy, Fauré y Schönberg, entre otros compositores.
En esencia, Lapointe ha logrado que el público quede plenamente sumergido en el universo poético de una obra bella y austera que con sus maravillosas imágenes lo transporta en un viaje misterioso y fascinante. Una excelente velada teatral.