Soñar no Cues­ta Nada

Cró­ni­ca de Jor­ge Gutman

PILLOW TALK, An Essay On Drea­ming  – Crea­ción, Inter­pre­ta­ción y Direc­ción: Dul­ci­nea Lang­fel­der – Ilu­mi­na­ción y Pro­yec­ción: Vin­cent San­tes – Ani­ma­ción de Video: Ben­ja­min Bro­che – Téc­ni­ca y Pro­yec­ción: Patri­ce Daig­neault – Con­cep­ción Sono­ra: Danys Levas­seur – Cola­bo­ra­ción en la esce­no­gra­fía y Coreo­gra­fía: Anne Sabou­rin. Dura­ción : 65 minu­tos. Repre­sen­ta­cio­nes: Has­ta el 24 de abril de 2016 en el Cen­taur Théâ­tre (www.centaurtheatre.com)

PILLOW TALK (2)

En la “La Vida es Sue­ño” de Cal­de­rón de la Bar­ca se men­cio­na que “los sue­ños, sue­ños son”. Pues bien, Dul­ci­nea Lang­fel­der, uti­li­za los suyos para expo­ner­los en un bre­ve show uni­per­so­nal den­tro del mar­co de un ejer­ci­cio ambi­cio­so de natu­ra­le­za expe­ri­men­tal que podrá satis­fa­cer al públi­co que se deje lle­var por las ima­gi­na­cio­nes de esta artis­ta multidisciplinaria.

Estric­ta­men­te hablan­do, Pillow Talk dis­ta de ser una pie­za tea­tral sino como lo anti­ci­pa su títu­lo es “un ensa­yo sobre el sue­ño”. Con ese pro­pó­si­to, Lang­fel­der se valió de un dic­tá­fono que cubier­to por su almoha­da fue reco­gien­do sus pro­pios sue­ños que que­da­ron gra­ba­dos en el apa­ra­to. Como es bien sabi­do, has­ta el pre­sen­te resul­ta difí­cil expli­car cien­tí­fi­ca­men­te el sue­ño humano, aun­que muchas veces tra­du­ce sen­ti­mien­tos y deseos per­so­na­les no satis­fe­chos en la vida real.

Para tras­la­dar su expe­rien­cia enso­ña­do­ra a su espec­tácu­lo, Lang­fel­der con­tó con un equi­po exce­len­te de cola­bo­ra­do­res. Así tan­to Vin­cent San­tes, como Ben­ja­min Bro­che y Patri­ce Daig­neault han pres­ta­do un excep­cio­nal apo­yo con pro­yec­cio­nes de video, para que cobra­sen vida las expe­rien­cias soña­do­ras de su pro­ta­go­nis­ta. Uti­li­zan­do un sen­ci­llo cami­són de dor­mir ella se con­vier­te en un cama­león sumer­gién­do­se con las esce­nas que apa­re­cen en la gran pan­ta­lla, algu­nas con per­so­na­jes reales y otras con dibu­jos ani­ma­dos con fon­do musi­cal. Entre algu­nos ejem­plos, figu­ra la caí­da de un coco sobre su cabe­za, la pre­sen­cia de Oba­ma que es una figu­ra recu­rren­te en sus sue­ños eró­ti­cos, y cier­ta poe­sía des­ple­ga­da median­te los cua­dros de Van Gogh sumer­gi­dos en su cuer­po desnudo.

La apre­cia­ción de este via­je en el mun­do de los sue­ños depen­de­rá del sen­ti­do del humor de cada espec­ta­dor fren­te a lo que está con­tem­plan­do. Aquí no hay con­flic­to dra­má­ti­co, ni tam­po­co exis­te una ila­ción entre un sue­ño y otro en don­de algu­nos de los mis­mos pue­dan resul­tar absur­dos –como ver­da­de­ra­men­te acon­te­ce muchas veces que incons­cien­te­men­te ima­gi­na­mos irrea­lis­tas fantasías-.

Glo­bal­men­te con­si­de­ra­do, lo que aquí se obser­va es una suce­sión de peque­ños sket­ches caren­tes de ver­da­de­ra sus­tan­cia. Con todo, la ori­gi­na­li­dad del espec­tácu­lo des­can­sa en la rique­za de las pro­yec­cio­nes, los tra­ba­jos de ani­ma­ción y la con­cep­ción sono­ra que brin­dan el deco­ra­do reque­ri­do para la repre­sen­ta­ción de los sue­ños de su auto­ra. Como com­ple­men­to, el otro fac­tor que gra­vi­ta en el show es la sim­pa­tía que des­plie­ga Lang­fel­der en sus pasos de bai­le, des­pla­zán­do­se con gra­cia en el esce­na­rio y repre­sen­tan­do como una exper­ta mimo lo que su voz en off va apun­tan­do para cada situación.