MON ROI. Francia, 2015. Un film de Maiwenn
Con ritmo frenético y caótico, Maiween aborda en su cuarta incursión los efectos negativos de una turbulenta pasión amorosa.
El relato introduce a Tony (Emmanuelle Bercot), una abogada de treinta y tantos años de edad que es admitida en un centro de recuperación física como consecuencia de una grave herida en su pierna producida mientras practicaba esquí. A través de la terapeuta que la asiste, sale a relucir que el accidente fue el resultado de haber esquiado en forma prácticamente suicida y que eso se debió a su convulsivo estado emocional. Es allí que Tony comienza a reflexionar sobre su vida pasada a través de los flashbacks que permiten a la narración desplazarse hacia atrás y retornar al presente durante el transcurso del metraje. Así, la mujer revive el primer encuentro en un club nocturno de París con Georgio (Vincent Cassel), un seductor e irresistible mujeriego dueño de un restaurante, donde el “amor a primera vista” motivará a que ambos inmediatamente intimen.
El fuego pasional que culmina en matrimonio y posteriormente en el nacimiento de un hijo dará lugar a que en forma intermitente estos dos seres experimenten sentimientos de amor y odio a través de una relación tormentosa y decididamente destructiva. Si bien algunos grandes maestros del cine, como John Cassavetes, han abordado temas similares de manera profunda, aquí pareciera que el guión de la directora escrito con Etienne Commar no tiene nada nuevo que ofrecer al privar al relato de la tensión dramática necesaria para conmover; en consecuencia, a lo largo de poco más de dos horas ese torbellino amoroso y enfermizo termina extenuando.
Lo que más resulta difícil de aceptar es la forma en que Tony se somete a la violencia conyugal creada por su “rey” Giorgio (de allí el título del film), un individuo que aunque para terceros resulte agradable y simpático, en el fondo es un narcisista, manipulador y despreciable individuo que se aprovecha de la debilidad y dependencia emocional de su consorte. Así esas sucesivas peleas y reconciliaciones, donde parecería aplicarse el dicho “porque te quiero te aporreo” (quien bien te quiere te hará sufrir) aquí no resulta convincente.
A pesar de las objeciones señaladas, lo que salva a este melodrama del tedio son las logradas actuaciones de Bercot y Cassel, dos finos comediantes que infunden a sus personajes un contenido psicológico superior a lo que el guión les ofrece. En tal sentido, el meritorio trabajo de Bercot fue reconocido por el jurado del Festival de Cannes donde recibió el premio ex aequo por su interpretación en este film; por su parte Cassel igualmente se destaca por la espontaneidad y naturalidad que brinda a Giorgio. En un rol de apoyo también sobresale Louis Garrel como el hermano de Tony que trata de brindarle su apoyo en las vicisitudes que ella atraviesa. Jorge Gutman