A HOLOGRAM FOR THE KING. Gran Bretaña-Francia-Alemania-Estados Unidos, 2016. Un film de Tom Tykwer
La forma en que un viaje puede solucionar el problema de un individuo que atraviesa la crisis de la mediana edad es lo que se contempla en A Hologram for the King. Es posible que como sucede en numerosos casos una obra literaria pueda resultar dificultosa de ser trasladada al cine; pero lo cierto es que la adaptación realizada por el realizador Tom Tykwer de la novela homónima de Dave Eggers publicada en 2012 carece de un foco preciso sin alcanzar el resultado perseguido. De todos modos, la presencia de Tom Hanks animando al personaje protagónico es su mejor carta de presentación.
El relato que se desarrolla en 2010 presenta a Alan Cay (Hanks) un hombre americano de mediana edad recientemente divorciado y en precaria situación financiera que pareciera atravesar cierto conflicto existencial. Trabajando ahora para una empresa tecnológica es encomendado a viajar al reino de Arabia Saudita a fin de lograr la venta de un sistema de telecomunicaciones holográficas al monarca.
Al llegar a Jeddah, extenuado por el vuelo y la diferencia horaria, al propio tiempo que preocupado en lo que concierne a su carrera por presiones de su jefe para que la transacción comercial tenga éxito, lo primero que hace es tratar de ponerse en contacto con el emisario del rey, el encargado de atenderlo. sin embargo ni éste como tampoco el soberano se hallan en la ciudad. Otros obstáculos se interpondrán en el camino cuando comprueba que su grupo de trabajo con quien deberá preparar la presentación al soberano, se encuentra en una carpa ubicada en medio del desierto sin conexión WI FI ni tampoco aire acondicionado en medio del agobiante calor.
Los días transcurren sin que nada se concrete en donde los mecanismos burocráticos toman su tiempo y el encuentro con el rey parece improbable. Para peor, Alan constata que tiene un considerable quiste en la parte trasera de su cuello que termina siendo un linfoma y necesita ser removido quirúrgicamente; eso lo habrá de vincular con una doctora musulmana (Sarita Choudhury) que lo atiende y con quien eventualmente mantendrá un vínculo más allá del estrictamente profesional.
El relato no omite la presentación de ilustrar algunos aspectos de la cultura de Arabia Saudita, tales como la desigualdad existente entre el hombre y la mujer, la prohibición del expendio de bebida alcohólica, ciertas actitudes rígidas y represivas del país, todo ello sin recurrir a clisés o estereotipos que podrían afectar la ilustración deseada. Tampoco están ausentes las notas de humor que provee el chofer de taxi (Alexander Black), encargado de conducirlo a los lugares de destino. Simultáneamente, la historia también alude a la vida personal de Alan donde a través del skype mantiene un vínculo amistoso con su única hija adolescente (Tracey Fairaway), que es la sola persona que le brinda su total apoyo.
Si en principio esta historia ofrece un buen potencial para ser explotado, la forma narrativa no es demasiado satisfactoria; así, la demora en concretar la transacción comercial de Alan motiva a que el desarrollo de la trama devenga repetitiva. Además, la presentación de ciertos personajes de apoyo tampoco ayuda mucho; por ejemplo, las escenas vinculadas con una mujer danesa (Sidse Babett Knudsen) que trabaja en el país y se siente atraída por Alan aunque él no corresponde sus requerimientos amorosos, resultan prescindibles.
Al principio de esta crónica se mencionó que el film no tiene un foco específico. Eso se debe a que en la última parte del metraje, el guión cambia precipitadamente de registro; sin mucha convicción se contempla cómo Alan, un individuo agobiado por la falta de satisfacción que precedió a su viaje a Arabia Saudita, logra repentinamente una transformación emocional haciendo que su vida cobre sentido. Estas objeciones no desmerecen la buena actuación de Hanks quien logra transmitir calidez con su personaje, al igual que el resto del elenco que lo acompaña destacando sobre todo a Alexander Black en un personaje decididamente simpático y entrador.
La filmación no pudo realizarse en Arabia Saudita debido a que Tykwer no obtuvo el permiso de las autoridades para hacerlo. En su lugar el rodaje se realizó en el sur de Marruecos y en tal sentido cabe destacar los diseños de producción de Uli Hanisch y la fotografía de Frank Griebe permitiendo reflejar fielmente el escenario donde transcurre la acción. Jorge Gutman