DEPROGRAMMED. Estados Unidos, 2015. Un film de Mia Donovan
La realizadora Mia Donovan ofrece en DEPROGRAMMED un cautivante documento sobre un tema delicado. Su título alude a un proceso basado en eliminar el lavado de cerebro recibido por los seguidores de ciertos cultos religiosos que han perdido la capacidad de pensar por sí mismos y obedecen como si fuesen animales las instrucciones o modos de vida impartidas por quienes están al frente de estas organizaciones.
La inspiración de Donovan en realizar este film se basó en la experiencia atravesada por su hermanastro Matthew, un joven de 14 años rebelde y adicto a la música “heavy metal”, cuando al principio de la década del 90 se adhirió a un culto involucrado en satanismo. Su afligido padre resolvió contratar los servicios de Ted Patrick, un experto en materia de desprogramación, quien secuestró al muchacho para revertir el lavado de cerebro recibido.
La aparición de un buen número de esas sectas religiosas se produjo en los años 60 y 70 cuando una parte de la juventud, desilusionada por la participación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam como así también por la corrupción política existente, optó por adherirse a estas organizaciones donde en algunos casos las consecuencias han sido nefastas. Tal como se menciona en el film, bastará recordar la tragedia de Guyana donde estaba instalada la comunidad del Proyecto Agrícola del Templo del Pueblo más conocido como Jonestown, bajo la guía de su fanático líder Jim Jones; cuando en noviembre de 1978 el congresista americano Leo Ryan y tres periodistas que lo acompañaron viajaron al lugar para indagar sobre lo que allí estaba ocurriendo fueron asesinados junto con un desertor del culto, lo que motivó a que Jones forzara el suicidio de sus 909 miembros.
Patrick, que no es psicólogo, afirma haber realizado más de 1500 deslavados cerebrales de personas pertenecientes a diferentes sectas dirigidas por falsos embaucadores; para cumplir su propósito tuvo en ciertos casos que recurrir a la fuerza física y a la coerción de los “pacientes”. Por sus controvertidos métodos empleados, este desprogramador fue objeto de demandas judiciales además de haber pasado cierto período en prisión.
Además de las entrevistas que Donovan realiza con Patrick, el documental también ha entrevistado a algunas de las personas que atravesaron esa situación para relatar sus experiencias; para algunos, el proceso al que fueron sometidos resultó positivo en tanto que otros “pacientes” cuestionaron la forma en que este deslavado ha sido realizado.
El film es sin duda polémico por cuanto existe una variedad de cultos religiosos donde apriorísticamente resulta dificultoso discernir cuáles son o no potencialmente peligrosos. Entre otros factores, el hecho de secuestrar a una persona privándola de su libertad para ser curada es también cuestionable y en ese caso se impone la pregunta si acaso el fin justifica los medios. En otras palabras, es difícil precisar si resulta ético o acaso moral interferir en la libertad religiosa adoptada por una persona cuando atenta a la posibilidad de que pueda razonar y pensar por sí misma al haber relegado a otra gente para que maneje su mente.
Este apasionante e inquietante documental que está muy bien construido y editado, tiene hoy día importante vigencia cuando se aprecia el modo en que jóvenes provenientes de Occidente y de familias bien constituidas son seducidos por movimientos radicales, como en el caso del Estado Islámico, para iniciar un sendero marcado por el terror y la violencia. Frente a esa situación la compleja pregunta que si impone es que si sus padres deberían desprogramarlos acudiendo a las tácticas de Patrick; se deja a los espectadores responder a la misma. Jorge Gutman