FENCES. Estados Unidos, 2016. Un film de Denzel Washington
August Wilson es el autor de Fences que escrita en 1983 obtuvo el Premio Pulitzer y en 1987 fue estrenada en Broadway. En ocasión de su reposición en 2010 fueron Denzel Washington y Viola Davis quienes animaron los papeles centrales mereciendo ambos el premio Tony al mejor actor y a la mejor actriz de ese año. Es ahora, que en su tercera incursión como cineasta Washington eligió esa obra para ser trasladada a la pantalla donde tanto él como Davis cubren los mismos roles representados en el teatro.
Ambientada en la década del 50 en un suburbio de la ciudad de Pittsburgh la pieza refleja el modus vivendi de la comunidad afroamericana de la época. A pesar de que pueden existir algunos atisbos racistas que afectan a esa comunidad, el propósito central de la obra es ilustrar el sentimiento de un hombre que en una etapa madura de su vida no puede ocultar la frustración de lo que no fue y pudo haber sido.
Washington interpreta a Troy Maxson de 53 años de edad, casado hace 18 años con Rose (Davis) y viviendo con su hijo adolescente Cory (Jovan Adepo). Desempeñándose como recolector de residuos, su salario no es significativo aunque de todos modos permite que su familia viva decentemente y no falte comida en su modesta casa. De naturaleza autoritaria y un tanto misógino eso no impide que continuamente demuestre un gran cariño hacia su mujer al cual ella le retribuye; dado su carácter locuaz además de su carismática presencia, de algún modo Troy constituye la figura patriarcal de su hogar. En su mundo se encuentra también su hijo adulto Lyons (Russell Hornsby), producto de un matrimonio anterior, su hermano Gabriel (Mykelti Williamson), mentalmente desequilibrado por una herida recibida en la segunda guerra mundial, y Jim Bono (Stephen Henderson), su bonachón amigo blanco y compañero de trabajo.
Si bien logra ser promovido como conductor del camión de recolección y ser la primera persona negra que logra ese puesto, hay elementos de su vida pasada que hacen de Troy una persona internamente no satisfecha; eso es debido a que en el pasado había sido un importante jugador de béisbol en una liga negra, pero nunca pudo concretar su sueño de formar parte de un equipo mayor debido a la barrera impuesta por el color de su piel. Es en parte por esa razón que se opone tenazmente a que Cory siga una carrera como futbolista por la que el muchacho siente una profunda vocación; eso no excluye que en el fondo Troy experimente cierto celo de que su hijo pudiera lograr lo que él no consiguió.
La marcada desavenencia y tensión entre padre e hijo constituye un elemento conflictivo del relato; con todo, el verdadero nudo dramático se produce cuando sala a relucir una faceta de Troy hasta entonces desconocida que cambia por completo el orden prevaleciente hasta ese momento. De allí en más queda demostrado que no solamente Cory pueda sentirse menoscabado por un padre tiránico sino que también Rose encuentra que en el fondo ella convivió con un hombre que a pesar de amarlo, ha sufrido los coletazos de su ambiguo comportamiento que le impidió materializar sus propios sueños.
Washington logró transmitir al film la fuerza expresiva del sólido texto a pesar de haber tenido que lidiar con un guión que no puede disimular su origen teatral. Pero lo que más trasciende de esta película son las extraordinarias interpretaciones del realizador y de Davis. Aunque el actor ya había demostrado ser un intérprete de raza, este film es sin duda su carta de triunfo caracterizando a un hombre descontento y malogrado que en última instancia ha sido el artífice de su propio destino; a su lado, la actuación de Davis es nada menos que descollante en un rol profundamente conmovedor que alcanza su climax en una desgarradora a la vez que memorable escena cuando después de haberse sentido reprimida en gran parte de su vida consigue finalmente confrontar a su volátil esposo.
Dicho lo que antecede, Fences satisfará plenamente al público selectivo.
Jorge Gutman