Per­tur­ba­ción Emo­cio­nal de Dos Adolescentes

BEING 17 (Quand on a 17 ans). Fran­cia, 2016. Un film de André Téchiné.

El vete­rano direc­tor André Téchi­ne ofre­ce aquí un sóli­do dra­ma don­de la iden­ti­dad de dos ado­les­cen­tes cons­ti­tu­ye el tema cen­tral. No es éste un tópi­co nue­vo del rea­li­za­dor quien ya lo había con­si­de­ra­do en Les roseaux sau­va­ges (1994) con muy buen resul­ta­do; con todo, en Being 17 hay ele­men­tos dife­ren­tes que lo dis­tin­guen dan­do como resul­ta­do un film diná­mi­co y pal­pi­tan­te sobre el des­per­tar sexual de sus protagonistas.

Alexis Loret y Kacey Mottet Klein

Ale­xis Loret y Kacey Mot­tet Klein

El pul­cro y pre­ci­so guión de Téchi­né escri­to con Céli­ne Sciam­ma, ubi­ca la acción que se desa­rro­lla a lo lar­go de casi un año en una peque­ña loca­li­dad mon­ta­ño­sa de los Piri­neos de Fran­cia. Tho­mas (Coren­tin Fila) es un ado­les­cen­te bira­cial que fue adop­ta­do por una humil­de pare­ja de gran­je­ros inte­gra­da por Chris­ti­ne (Mama Pras­si­nos) y Jac­ques (Jean For­ne­rod) vivien­do en una ale­ja­da zona rural. En la ciu­dad resi­de Damien (Kacey Mot­tet Klein), un mucha­cho pro­ve­nien­te de un hogar bur­gués, cuya madre Marian­ne (San­dri­ne Kiber­lain) es doc­to­ra y su padre Nathan (Ale­xis Loret) es un pilo­to de la arma­da que se encuen­tra esta­cio­na­do en una zona de com­ba­te no espe­ci­fi­ca­da. Tan­to Tho­mas como Damien con­cu­rren al mis­mo cole­gio y por moti­vos no jus­ti­fi­ca­dos ambos mani­fies­tan una mar­ca­da ani­mo­si­dad que en varia­das oca­sio­nes esta­lla en peleas y agresiones.

Cuan­do Chris­ti­ne que está emba­ra­za­da es afec­ta­da por una infec­ción pul­mo­nar, ella es tra­ta­da por Marian­ne y como requie­re ser hos­pi­ta­li­za­da por unos días logra que Tho­mas per­ma­nez­ca en su casa para que de este modo se encuen­tre a una dis­tan­cia más pró­xi­ma a la escue­la. La con­vi­ven­cia ines­pe­ra­da y for­za­da de Tho­mas y Damien moti­va a que la ene­mis­tad exis­ten­te entre ellos ceda paso a una atrac­ción homo­se­xual que se inten­si­fi­ca jun­to con la natu­ral con­fu­sión emo­cio­nal que en ambos se pro­du­ce fren­te al des­cu­bri­mien­to de una iden­ti­dad sexual diferente.

Téchi­né abor­da este deli­ca­do tema con máxi­ma suti­le­za explo­ran­do la psi­quis de sus jóve­nes per­so­na­jes al ilus­trar el pro­ce­so de madu­rez y cre­ci­mien­to que se va mani­fes­tan­do en los mis­mos a medi­da que la rela­ción va progresando.

En el exce­len­te retra­to rea­li­za­do el direc­tor con­tó con la valio­sa par­ti­ci­pa­ción de Fila quien carac­te­ri­za muy bien al soli­ta­rio Tho­mas que sien­te temor a que el naci­mien­to de un hijo bio­ló­gi­co por par­te de sus padres pue­da afec­tar el víncu­lo man­te­ni­do con ellos. No menos impor­tan­te es la actua­ción que Téchi­né obtie­ne de Klein en el medio social en que se des­en­vuel­ve su per­so­na­je y su desem­pe­ño como un estu­dian­te que inte­lec­tual­men­te se sien­te supe­rior en el ambien­te esco­lar. Pero sin duda, lo más impor­tan­te es la rela­ción entre los dos jóve­nes y la sim­bio­sis sexual que los envuel­ve. En el res­to del efi­cien­te elen­co se des­ta­ca Kiber­lain apor­tan­do cali­dez y dis­tin­ción como una madre com­pren­si­va y aten­ta a los vai­ve­nes por los que atra­vie­sa su hijo con Thomas.

En uno de los mejo­res tra­ba­jos de su fruc­tí­fe­ra carre­ra, Téchi­né ofre­ce un film que irra­dia vita­li­dad y soli­dez que a la vez no está exen­to de sen­sua­li­dad y ten­sión explo­ran­do genui­na­men­te las mani­fes­ta­cio­nes expe­ri­men­ta­das por ado­les­cen­tes a tra­vés de los sín­to­mas per­tur­ba­do­res de un pri­mer amor homosexual.

En los rubros téc­ni­cos Julien Hirsch apor­ta belle­za visual como direc­tor de foto­gra­fía cap­tan­do la majes­tuo­si­dad y radian­te belle­za del pano­ra­ma alpino a tra­vés del invierno, pri­ma­ve­ra y verano. Jor­ge Gutman

Bus­can­do Refu­gio en Lampedusa

FUO­COAM­MA­RE. Ita­lia-Fran­cia 2016. Un film de Gian­fran­co Rosi

Des­pués de haber logra­do en Vene­cia en 2013 el pre­mio máxi­mo por Sacro Gra, el rea­li­za­dor ita­liano Gian­fran­co Rosi nue­va­men­te obtie­ne la máxi­ma dis­tin­ción en el Fes­ti­val Inter­na­cio­nal de Ber­lín de este año con Fuo­coam­ma­re, un film de gran huma­ni­dad y cier­ta­men­te mere­ce­dor del tro­feo recibido.

fuocoammareHabien­do vivi­do un año en la isla de Lam­pe­du­sa, situa­da al sur de Sici­lia, esa expe­rien­cia es vol­ca­da por el direc­tor para cen­trar su aten­ción en dos reali­da­des que con­vi­ven en esa región. Por un lado des­cri­be la vida de sus habi­tan­tes y en la otra cara de la meda­lla mues­tra uno de los gran­des dra­mas que afli­gen a nues­tra sociedad.

En su pri­me­ra par­te el film docu­men­ta algu­nas tra­di­cio­nes y ras­gos cul­tu­ra­les del lugar a tra­vés de la visión de Samue­le Puci­llo, un niño de 12 años, hijo de un pes­ca­dor y que actúa como hilo con­duc­tor para ilus­trar cómo trans­cu­rre la vida de sus pobla­do­res. A tra­vés de sus acti­vi­da­des coti­dia­nas se lle­ga a cono­cer, entre otros per­so­na­jes, a algu­nos miem­bros de su fami­lia inclu­yen­do a su abue­la María Cos­ta quien es una exper­ta coci­ne­ra de pas­tas, un ami­go con quien dis­trae su tiem­po libre, el abne­ga­do y res­pon­sa­ble médi­co Pie­tro Bar­to­lo a quien acu­de para que le solu­cio­ne un pro­ble­ma visual, como así tam­bién a Pip­po, un joven isle­ño que se encar­ga de con­du­cir la radio local.

En su segun­da mitad el rela­to alcan­za carac­te­rís­ti­cas dra­má­ti­cas al abor­dar la situa­ción de los deses­pe­ra­dos migran­tes que pro­ve­nien­tes del nor­te de Áfri­ca tra­tan de lle­gar a la cos­ta de la isla en pro­cu­ra de liber­tad. Uti­li­zan­do como trans­por­te pre­ca­rias y sobre­car­ga­das embar­ca­cio­nes no todos alcan­zan a sobre­vi­vir. Es allí que la cáma­ra de Rosi a tra­vés de sus imá­ge­nes mues­tra la mane­ra en que esta tra­ge­dia adquie­re reso­nan­cia en la isla. Así se com­prue­ba el sen­ti­mien­to de soli­da­ri­dad que ani­ma a los humil­des luga­re­ños, la labor huma­ni­ta­ria de res­ca­te efec­tua­da por los guar­da­cos­tas del lugar como tam­bién que­da des­ta­ca­da la extra­or­di­na­ria tarea des­ple­ga­da por el doc­tor Bar­to­lo asis­tien­do a los refu­gia­dos clan­des­ti­nos para com­pro­bar su esta­do de salud y cer­ti­fi­can­do la muer­te de quie­nes sucum­bie­ron en el viaje.

Con algu­nas secuen­cias de nota­ble belle­za poé­ti­ca, Rosi con­fir­ma una vez más sus con­di­cio­nes de excep­cio­nal docu­men­ta­lis­ta com­pro­me­ti­do con un cine de enver­ga­du­ra social. Sin mani­pu­la­ción algu­na, el rea­li­za­dor tes­ti­mo­nia con elo­cuen­cia, una de los males mayo­res que afec­ta a la huma­ni­dad; en tal sen­ti­do el film deja espa­cio para la refle­xión, sobre todo cuan­do hoy día más que nun­ca se obser­va cómo se ha endu­re­ci­do en los paí­ses euro­peos el con­trol fron­te­ri­zo con rela­ción al flu­jo de deses­pe­ra­dos refu­gia­dos no deseados.

Por lo que ante­ce­de este evo­ca­ti­vo y pode­ro­so dra­ma es deci­di­da­men­te reco­men­da­ble. Jor­ge Gutman

El Tris­te Des­tino de una Periodista

CHRIS­TI­NE. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film de Anto­nio Campos

El tris­te des­tino de una joven repor­te­ra des­apa­re­ci­da a la tem­pra­na edad de 29 años cobra vigor dra­má­ti­co en este film que Anto­nio Cam­pos narra impecablemente.

Rebecca Hall

Rebec­ca Hall

La acción trans­cu­rre en los pri­me­ros años de la déca­da del 70 don­de se sale al encuen­tro de Chris­ti­ne Chub­buck (Rebec­ca Hall), una inquie­ta perio­dis­ta que tie­ne a su car­go un pro­gra­ma de tele­vi­sión de la esta­ción WZRB en Sara­so­ta, Flo­ri­da. Preo­cu­pa­da por difun­dir infor­mes de cali­dad de natu­ra­le­za social, ella no pue­de desa­rro­llar su inmen­so poten­cial por­que su geren­te (Tracy Letts), muy preo­cu­pa­do por los nive­les de audien­cia que se encuen­tran muy bajos, desea que las noti­cias brin­da­das por su equi­po ten­gan una con­no­ta­ción sen­sa­cio­na­lis­ta, irre­le­van­te de su contenido.

Fren­te a la situa­ción plan­tea­da, la úni­ca espe­ran­za de que las cosas mejo­ren se pro­du­ce cuan­do el due­ño de la esta­ción (John Cullum) adquie­re una emi­so­ra en Bal­ti­mo­re y tie­ne la inten­ción de tras­la­dar a algu­nos de los mejo­res talen­tos a la nue­va esta­ción; en ese cam­bio Chris­ti­ne ten­dría la opor­tu­ni­dad de des­ple­gar con mayor for­tu­na su capa­ci­dad perio­dís­ti­ca difun­dien­do pro­gra­mas de mayor tras­cen­den­cia; sin embar­go, muy pron­to verá que su sue­ño no se con­cre­ta al ver que no ha sido con­si­de­ra­da para la posi­ción aspirada.

Ade­más de ilus­trar el medio com­pe­ti­ti­vo que exis­te en el ambien­te perio­dís­ti­co de los repor­te­ros tele­vi­si­vos y de la pre­sión de la que se es obje­to para cum­plir con las fun­cio­nes asig­na­das, el film se preo­cu­pa de des­cri­bir la per­so­na­li­dad con­flic­ti­va de Chris­ti­ne. En el guión de Craig Shi­lo­wich se la pre­sen­ta como una mujer vul­ne­ra­ble, con cier­ta ten­den­cia depre­si­va, inca­paz de man­te­ner inti­mi­dad algu­na, aún vir­gi­nal y vivien­do con su madre A(J. Smith-Came­ron). Algu­nos de esos fac­to­res tras­cien­den en el medio en que tra­ba­ja y en tal sen­ti­do se des­ta­ca la bue­na volun­tad de Geor­ge Ryan (Michael C. Hall), uno de sus cole­gas que será trans­fe­ri­do a Bal­ti­mo­re, quien la invi­ta a asis­tir a un semi­na­rio tera­péu­ti­co para mejo­rar su esta­do aní­mi­co del cual él ha obte­ni­do bue­nos resultados.

El tra­ba­jo de Rebec­ca Hall es alta­men­te enco­mia­ble al trans­mi­tir con gran expre­si­vi­dad la incer­ti­dum­bre, vul­ne­ra­bi­li­dad y la natu­ra­le­za anti­so­cial de esta diná­mi­ca perio­dis­ta que en julio de 1974 adop­ta una deci­sión fatal; así, en ple­na emi­sión de su pro­gra­ma tele­vi­si­vo, se sui­ci­da de un tiro en la sien fren­te al estu­por de sus cole­gas y de los teles­pec­ta­do­res que con­tem­plan su deses­pe­ra­do acto. Sin lle­gar a des­en­tra­ñar por com­ple­to la per­so­na­li­dad de Chub­buck, lo cier­to es que el rea­li­za­dor explo­ra con sen­si­bi­li­dad los últi­mos meses de esta repor­te­ra inte­li­gen­te y legí­ti­ma­men­te ambi­cio­sa que no obs­tan­te resul­tó frus­tra­da tan­to en su vida per­so­nal como pro­fe­sio­nal­men­te. Jor­ge Gutman

Intras­cen­den­te Dra­ma Romántico

ALLIED. Esta­dos Uni­dos, 2016. Un film de Robert Zemeckis.

Brad Pitt y Marion Coti­llard ani­man un dra­ma román­ti­co de espio­na­je que trans­cu­rre duran­te la Segun­da Gue­rra Mun­dial en un rela­to que no alcan­za a satis­fa­cer en la medi­da que debiera.

Marion Cotillard y Brad Pitt

Marion Coti­llard y Brad Pitt

La acción comien­za en 1942 en el pro­tec­to­ra­do fran­cés de Marrue­cos, don­de en Casa­blan­ca tie­ne lugar el encuen­tro de Max Vatan (Pitt), un ofi­cial cana­dien­se cola­bo­ran­do con el gobierno bri­tá­ni­co con­tra el régi­men nazi, y Marian­ne Beau­se­jour (Coti­llard), una agen­te fran­ce­sa que for­ma par­te de la resis­ten­cia luchan­do con el mis­mo pro­pó­si­to. La misión que los reúne es la de ase­si­nar al emba­ja­dor ale­mán en una recep­ción social que ten­drá lugar en pocos días más. Para no des­per­tar sos­pe­chas fren­te a sus veci­nos, ambos simu­lan ser mari­do y mujer; eso no impe­di­rá para que even­tual­men­te sur­ja entre ellos una rela­ción sen­ti­men­tal. Los pre­pa­ra­ti­vos del aten­ta­do con­du­cen a que la ope­ra­ción pla­nea­da se cum­pla satis­fac­to­ria­men­te; des­pués del ase­si­na­to come­ti­do, ambos huyen pre­ci­pi­ta­da­men­te de Marrue­cos para diri­gir­se a Lon­dres don­de con­traen matrimonio.

En la capi­tal bri­tá­ni­ca el rela­to adquie­re un tono dife­ren­te. A pesar de que la gue­rra aún con­ti­núa, don­de Gran Bre­ta­ña es sacu­di­da por los bom­bar­deos nazis, la pare­ja logra una esta­bi­li­dad fami­liar con el naci­mien­to de su hiji­ta. Al poco tiem­po la pla­ci­dez hoga­re­ña se inte­rrum­pe cuan­do Max es con­vo­ca­do por el ser­vi­cio de inte­li­gen­cia bri­tá­ni­co don­de se le infor­ma que exis­ten evi­den­cias de que Marian­ne es una espía que tra­ba­ja para los ale­ma­nes. A pesar de que le cues­ta admi­tir que la per­so­na a quien ama y con­vi­ve le haya enga­ña­do, la misión que reci­be de sus supe­rio­res es el de obser­var­la aten­ta­men­te y en el caso de que la sos­pe­cha se con­fir­me adop­tar las drás­ti­cas medi­das que le han sido impartidas.

La com­bi­na­ción de un rela­to román­ti­co esbo­za­do en su pri­me­ra mitad con una his­to­ria de rela­ti­vo sus­pen­so que le sigue podría resul­tar efec­ti­va si no con­cu­rrie­sen fac­to­res que debi­li­tan al film. En pri­mer lugar sor­pren­de la actua­ción des­lu­ci­da de Pitt que no brin­da emo­ción algu­na al per­so­na­je de un hom­bre al que le corroe la duda sobre la ver­da­de­ra iden­ti­dad de su mujer y que por lo tan­to ve alte­ra­da su rela­ción con­yu­gal; igual­men­te, des­de la ópti­ca román­ti­ca no exis­te la quí­mi­ca nece­sa­ria con el per­so­na­je asu­mi­do por Coti­llard quien lo supera amplia­men­te en su carac­te­ri­za­ción de tier­na y abne­ga­da madre y espo­sa, sin que evi­den­cie ras­go alguno de ser una espía. Con todo, lo más obje­ta­ble es cómo el guión de Ste­ven Knight resuel­ve en for­ma pedes­tre el enig­ma crea­do sobre la ino­cen­cia o cul­pa­bi­li­dad de Marian­ne; así, su reso­lu­ción des­acre­di­ta por com­ple­to aspec­tos vita­les con­tem­pla­dos a lo lar­go del rela­to para desem­bo­car en un final total­men­te anti­cli­má­ti­co e implausible.

No es que Allied deba ser des­car­ta­do por com­ple­to, pero cier­ta­men­te tam­po­co tras­cien­de. Aun­que su visión resul­te mode­ra­da­men­te entre­te­ni­da, ter­mi­na frus­tran­do por su incon­sis­ten­te y absur­do des­en­la­ce lo que moti­va que al poco tiem­po de ser vis­to este film de Robert Zemec­kis pase al olvi­do. Jor­ge Gutman