Crónica de Jorge Gutman
CALIGULA. Autor; Albert Camus – Dirección y Dramaturgia: René Richard Cyr – Elenco: Chantal Baril, Éric Bruneau, Louise Cardinal, Normand Carrière, Jean-Pierre Chartrand, Sébastien Dodge, Benoît Drouin-Germain, Milène Léclerc, Jean-Philippe Lehoux, Macha Limonchik, Benoît McGinnis, Frédéric Paquet, Étienne Pilon, Denis Roy y Rebecca Vachon – Escenografía y Accesorios: Pierre-Étienne Locas — Vestuario: Mérédith Caron – Iluminación: Erwann Bernard – Música Original: Michel Smith — Duración: 1 hora y 40 minutos (sin entreacto). Representaciones: Hasta el 13 de abril de 2017 en el Théâtre du Nouveau Monde (www.tnm.qc.ca)
Nuevamente el TNM ofrece una producción ambiciosa y compleja con la presentación de Calígula, una de las grandes piezas creadas por el premio Nóbel de Literatura Albert Camus (1913 – 1960). El gran escritor, dramaturgo y filósofo que fue en vida un ardiente defensor de la justicia y de los derechos humanos, quiso demostrar en esta obra cómo la desmesura de un hombre sembrando el terror puede exterminar a una sociedad. Así, en esta creación teatral escrita en 1938, reescrita en 1945 hasta encontrar su versión definitiva en 1958, el autor evidentemente no ha podido disociar a Calígula del genocidio de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Respetando la esencia de la obra de Camus, la propuesta ofrecida por el director René Richard Cyr es loable al tratar no solamente de ofrecer algunos momentos en los últimos años del emperador sino también de penetrar en su psiquis, para que el público pueda comprender, aunque por cierto sin justificar, los móviles que guiaron su despiadada conducta. Para ello el director agrega a la pieza una escena significativa tratando de humanizar al personaje; así, a modo de prólogo se asiste al tremendo dolor que agobia a Calígula cuando su hermana y amante Drusilla (Rébecca Vachon) muere en sus brazos bañada en sangre; en apenas dos minutos, el director marca el tono de la obra.
Toda la acción que se desarrolla en el palacio imperial, va mostrando cómo a consecuencia de esa desgracia personal, el emperador romano percibe que el mundo no es justo y que ninguna persona que lo habita es inocente. En consecuencia, para destrozarlo se transforma en un despótico tirano utilizando a los senadores que lo rodean como instrumento para cumplir su propósito. De allí en más el espectador asiste a la rápida degradación de un abominable ser humano que cree que asesinando al prójimo podrá ejercer su libertad de manera ilimitada; a la postre, se dará cuenta que esa rebeldía atenta contra sí mismo y que para rebelarse de la misma, el único camino posible es la autodestrucción.
Cyr decidió modernizar el texto y en tal sentido resulta bienvenida su propuesta puesto que el drama descripto por Camus sobre un hombre cuyo poder parece no tener límites bien puede vincularse al de muchos déspotas gobernantes que además de Hitler han ensangrentado al mundo durante el siglo pasado y comienzos del actual.
Además de una puesta escénica imaginativa, el director ha logrado convocar a un excepcional elenco. Con 14 actores en escena, sin duda alguna Benoît McGinnis ofrece una prestación maravillosa en el papel protagónico; su Calígula transmite intensamente el carácter absurdo del ser omnipotente que a través de la destrucción vuelca su pasión por la vida. Hay varias escenas en donde se aprecia que McGinnis no actúa sino que sencillamente es el Emperador revivido; así cuando al final de la obra exclama “Je suis encore vivante” (Yo aún estoy vivo), sus palabras dejan profundamente conmovido al público que lo contempla. El colosal desempeño de McGinnis no hace sombra a otros destacados intérpretes, a saber: Éric Bruneau animando a Hélicon, el fiel criado y amigo de Calígula da pruebas de gran solvencia profesional, igualmente se distingue Benoît Drouin-Germain como Scipion, el joven poeta que refleja una ambivalencia de amor y repudio hacia el déspota que asesinó a su padre, en tanto que Macha Limonchik demuestra su versatilidad de actriz encarnando con notable sensualismo a Caesonia, la amante del tirano. El resto del reparto caracteriza con convicción al cuerpo de senadores obligados a venerar a Calígula y que finalmente terminarán complotando contra él.
La magnífica escenografía que Pierre-Étienne Locas concibió a nivel de dos pisos, la iluminación de Erwann Bernar y la música de Michel Smith contribuyen a crear la apropiada atmósfera escénica que demanda esta pieza.
Para concluir, cabe resaltar la excelente decisión de Lorraine Pintal, la remarcable directora artística del TNM, en haber programado este gran evento teatral que decididamente contribuye a la riqueza cultural de Montreal.