DALIDA. Francia, 2017. Un film de Lisa Azuelos.
La directora Lisa Azuelos ha trasladado a la pantalla la historia de una diva trágica como lo fue Yolanda Gigliotti que en el mundo artístico adoptó el nombre de Dalida. Siguiendo el camino de la clásica biografía, el film brinda al público momentos importantes que jalonaron su vida artística; sin embargo, el guión de la realizadora escrito conjuntamente con Orlando ‑el hermano de la cantante- no llega a profundizar lo suficientemente como para que se pueda captar qué es lo que le impidió lograr un adecuado equilibrio entre su carrera profesional y su vida personal.
Nacida en Egipto en el seno de una familia italiana, el relato expone los tiempos difíciles de su infancia en El Cairo cuando siendo niña es marginada por sus compañeras de escuela; a todo ello, un episodio que la deja marcada es cuando a su padre violinista lo encarcelan por ser italiano e injustamente es acusado de conspirador en el marco de la Segunda Guerra.
En lo que concierne a su carrera de artista la misma comienza en París en 1956, cuando ella participa en un show de variedades que tiene lugar en el Olympia y su voz y presencia impresionan a Lucien Morisse (Jean-Paul Rouve), el director de programación de Radio 1 de Europa; él será el artífice de su triunfo como cantante, al propio tiempo que enamorándose de su musa se convertirá en su primer marido; con todo, la felicidad conyugal es de corto alcance cuando al poco tiempo se produce la separación del matrimonio.
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Otro de sus grandes amores es el mantenido con el cantante italiano Luigi Tenco (Alessandro Borghi), pero cuando en 1967 éste se suicida por no haber triunfado en el Festival de San Remo, el dolor la impacta fuertemente al punto de inducirla a su primer intento de suicidio. Otros lazos románticos la unen con un muchacho italiano (Brenno Placido) para posteriormente vincularse con Richard Chanfray (Nicolas Duvauchelle), perteneciente a la alta sociedad francesa.
Queda claro que Dalida llevó una vida torturada al no encontrar el amor que pudiera satisfacer completamente su realización como mujer; sin embargo, es poco lo que en ese sentido el relato aporta sobre la razón que la llevó a sus distintos amoríos y rupturas, aspecto que en ese sentido la volvió vulnerable a pesar de sus extraordinarios triunfos profesionales. A todo ello se agrega la frustración de no haber podido tener hijos debido a un aborto realizado y que como consecuencia del mismo quedó infértil de por vida. Los factores mencionados conducen al triste final cuando por segunda vez opta por eliminarse, hecho que logró concretarlo en mayo de 1987 a los 54 años de edad no sin antes dejar una esquela de despedida diciendo “Pardonnez-moi, la vie m’est insupportable” (Perdónenme, la vida me es insoportable); esa frase resume el sufrimiento de su existencia.
A despecho de las observaciones realizadas, hay varios factores que contribuyen a que el film cobre fuerza. Uno de ellos es la acertada elección de la realizadora al asignar el rol protagónico a la modelo italiana Sveva Alviti, cuyas incursiones en el cine son poco conocidas; gracias a ella, la figura de Dalida resucita con la pasión que esta actriz vuelca a su personaje; sin duda es el alma del film y su absorbente interpretación motiva a que eche una sombra a los demás integrantes del elenco a pesar de sus buenas actuaciones. Otro de los méritos del film descansa en sus valores técnicos que originan una producción decididamente vistosa. No menos importante son las melodiosas canciones que integraron el repertorio de la cantante y que interpretadas con viva emoción por Alviti permite al espectador regocijarse con Un po d’amore, Ciao, amore, cia, Bésame mucho, Bambino, Gigi l’amoroso, Il venait d’avoir 18 ans y Paroles, paroles, entre otros temas.
En última instancia Dalida sin llegar a conmover como gran drama es un film entretenido que se aprecia gracias al dinamismo impreso por Azuelos, por la remarcable actuación de Sveva Alviti, por las bellas canciones y por sus esmerados detalles de producción. Jorge Gutman
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