THE POSTMAN’S WHITE NIGHTS. Rusia, 2014. Un film de Andrei Konchalovsky
Con un retraso de casi tres años se acaba de estrenar en Montreal The Postman’s White Nights de Andrei Konchalovsky quien obtuvo el premio al mejor realizador en el Festival de Venecia de 2014. El veterano cineasta ubica su relato en el norte de Rusia describiendo las peculiaridades de un remoto pueblo cuyo cartero constituye el medio de comunicación con el mundo exterior.
La acción transcurre en una aldea ubicada a orillas del lago Kenozero, poblada de casas dispersadas, donde sus habitantes ven transcurrir sus días del mismo modo en que lo hicieron sus antepasados durante siglos, cuyos hábitos y costumbres parecieran haberse detenido en el tiempo. En ese ámbito transcurre la vida del protagonista de esta historia concebida por el realizador y Elena Kiseleva; se trata de Lyokha (Aleksey Tryapitsin), un cartero de mediana edad, acostumbrado a seguir una rutina inquebrantable; se levanta, desayuna tranquilamente, utiliza la televisión para imponerse de las noticias, e inmediatamente se vale de su lancha a motor para atravesar el lago y dirigirse al departamento de correos de la localidad donde su jefa (Margarita Titova) le entrega la correspondencia para ser distribuida a sus destinatarios.
En su diario quehacer Lyokya va interactuando con los personajes de la aldea; entre otros se encuentran el policía del distrito (Serge Yuryev), un malhumorado pescador depresivo (Yury Panfilov) y un aldeano con problemas alcohólicos (Victor Kolobov). En todo caso con quien más logra socializar es con Irina (Irina Ermolova), una mujer por quien Lyokha se encuentra atraído aunque ella no responda a sus sentimientos y sobre todo con su hijito Timur (Timur Bondarenko) con quien pasa gratos momentos en su tiempo libre; precisamente una de las más bellas imágenes del film tiene lugar cuando este buen hombre y el niño visitan un cosmódromo militar en donde un cohete es disparado desde la base hacia el cielo.
En términos de argumento no es mucho lo que realmente acontece aquí; la única nota conflictiva se produce cuando el cartero comprueba que le ha sido robado el motor de su lancha , hecho que le produce gran frustración; pero en última instancia la sangre no llega al río. Más que una historia tradicional, Konchalovsky adopta el tono documental donde la mayoría de los actores no profesionales y representándose a sí mismos van improvisando libremente las situaciones a las que están expuestos. Dentro de ese contexto lo que más destaca el realizador es el espacio abierto de la naturaleza que adquiere dimensión protagónica en el film en tanto que esta gente vive y respira a través de ella; en tal sentido la magnífica fotografía de Aleksander Simonov contribuye a realzar el aspecto visual de un film que se caracteriza por su carácter contemplativo, lírico y melancólico al ilustrar la cultura de esta comunidad rural. Jorge Gutman