MENASHE. Estados Unidos-Israel, 2017. Un film de Joshua Z. Weinstein.
El esfuerzo de un padre por mantener la custodia de su hijo es el tema de Menashe, un conmovedor drama de Joshua Z. Weinstein ambientado en la populosa comunidad judía ultra ortodoxa de Brooklyn.
La historia se centra en Menashe (Menashe Lustig), un integrante de la comunidad mencionada que hace un año perdió a su mujer y es padre de Reiven (Ruben Noborski), un menor de 10 años a quien mucho quiere. Este humilde individuo que trabaja en un almacén de comestibles de la zona percibiendo un magro salario no tiene intención alguna de volver unir su vida con otra mujer y lo que más desea es que el niño siga viviendo con él; sin embargo hay un importante obstáculo que lo impide. Según las reglas estrictas de la comunidad ultra religiosa que sigue los preceptos de la Torah (ley judía), es necesario que vuelva a casarse para que de este modo pueda procrear más hijos, el niño cuente con un padre y una madre y además pueda seguir permaneciendo en la escuela religiosa a la que asiste. Mientras tanto, el menor reside en la casa de la familia de su cuñado Eizik (Yoel Weisshaus), donde los encuentros entre Menashe y aquél distan de ser amigables debido a las discusiones que surgen por la tenencia de Reiven.
Frente a la situación planteada, el rabino de la sinagoga (Meyer Schwartz) que constituye la autoridad religiosa, dictamina una solución transitoria; la misma permite que el viudo y su hijo convivan por una semana con el compromiso de que durante ese lapso el hombre cambie de idea y acepte contraer matrimonio ‑obviamente arreglado-; de este modo, podrá recobrar la custodia definitiva de Reiven.
Contando con un elenco donde la mayoría de sus miembros no son profesionales y pertenecen a la congregación, el director logra un clima de admirable autenticidad; en tal sentido, gran parte del mérito se debe a la participación protagónica de Lustig quien realmente es un judío jasídico y su personaje está lejanamente basado en su propia experiencia. Otro aspecto importante es que a través del conflicto planteado, Weinstein obtiene el mejor partido para describir el modo de vida, costumbres y cultura de un mundo sumergido totalmente en la práctica religiosa con normas establecidas imposibles de ser alteradas; dada esa stiuación Menashe debe decidir si acata las reglas ancestrales establecidas por la sinagoga ultra ortodoxa a la que pertenece o la abandona. En el cuadro expuesto, el director no juzga ni critica la conducta de sus personajes ni tampoco tiene como objetivo mostrar o explicar cómo es compatible la convivencia de esta comunidad regida por sus propios principios con el resto de la población neoyorkina.
Weinstein logró un film muy bien narrado e investido de gran humanidad que permite al espectador involucrarse plenamente en el mismo; así, en forma sencilla y con auténtica emoción ‑especialmente en el lazo afectivo que une a Menashe con Reiven‑, el cineasta consigue captar la total adhesión de la audiencia. Para concluir cabe aclarar que el film es hablado en idish, idioma exclusivo utilizado por los integrantes de esta congregación, con la sola excepción de escasos diálogos en inglés y en español. Jorge Gutman