PARADISE. Rusia-Alemania, 2016. Un film de Andrei Konchalovsky
El tema del Holocausto ha sido considerado por el cine en numerosas oportunidades y en este caso el veterano realizador ruso Andrei Konchalovsky vuelve a abordarlo aunque sin mayor impacto.
Un aspecto importante para la apreciación de un film es la forma en que está narrado donde su claridad constituye un elemento necesario para comprender su intención y saber hacia dónde se dirige. En este caso Konchalovsky adopta una estructura extraña con tres líneas narrativas imprecisas que no terminan de convencer.
Cada uno de los tres personajes centrales se dirige a la cámara ofreciendo un testimonio como si alguien le estuviese interrogando. El relato que comienza en 1942, durante la ocupación alemana en Francia, presenta en sus primeras escenas a Jules (Philippe Duquesne), un funcionario policial francés que colabora con el régimen nazi. A su despacho le es traída Olga (Julia Vysotskaya), una joven rusa aristócrata que emigró a Francia y que ha sido arrestada por albergar a niños judíos; como Jules gusta de ella, a cambio de favores sexuales ella es pasible de un castigo menos severo. El tercer personaje es Helmut (Christian Clauss), un oficial nazi ferviente admirador de Hitler que está cargo de un campo de concentración donde Olga ha sido trasladada. Resulta que Helmut y la prisionera se habían conocido una década atrás habiendo mantenido una febril relación sentimental; al resurgir la pasión de antaño, Olga es destinada por su amante a realizar trabajos livianos de limpieza. Cuando la guerra concluye y se aprecia la suerte que han corrido sus protagonistas, parece ser que las narraciones de los tres personajes han sido hechas desde el más allá, quizá aludiendo al paraíso aludido por el título del film.
A pesar de una buena actuación y la satisfactoria fotografía en blanco y negro de Alexander Simonov este film no logra conformar, aunque posee algunas ideas no desdeñables como el idealismo de Jules hacia el nazismo así como las motivaciones morales de cada personaje. La falta de envergadura dramática sobre un tema tan candente como el del Holocausto, originado en gran parte por el confuso guión del realilzador y Elena Kiseleva, impide que esta historia cobre aliento y consiga subyugar. Jorge Gutman