THELMA. Noruega-Suecia-Francia-Dinamarca, 2017. Un film de Joachim Trier
Un estudio clínico de personalidad es lo que se contempla en Thelma donde el realizador Joachim Trier logra involucrar al espectador en un relato que apela más al cerebro que a la emoción.
Tras un tenso prólogo en el que se observa a un padre transitando por un lago congelado con su hijita, la acción se desplaza una década después donde Thelma (Eili Harboe), una adolescente viviendo en una aldea rural con sus sobreprotectores padres Trond y Unni (Henrik Rafaelsen, Ellen Dorrit Petersen), se traslada a Oslo para comenzar sus estudios universitarios de biología. Intimidada por el nuevo ambiente que va descubriendo y no muy segura de sí misma, la joven se mantiene un tanto aislada de sus compañeros; de todos modos, a pesar de la distancia guarda un permanente contacto con sus padres quienes siguen sus pasos preocupándose por ella.
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Dos factores irrumpen para crear el hilo dramático que impulsa el desarrollo de la historia. Uno de los mismos se produce cuando Thelma sufre un desvanecimiento que en apariencia podría asimilarse a los de una persona epiléptica; después de un escaneo cerebral realizado por el hospital de la universidad no se logra determinar las causas de ese síntoma por cuanto ningún desorden neurológico llega a reflejarse. El otro elemento que tiene lugar simultáneamente es el encuentro de Thelma con Anja (Okay Kaya), una compañera de estudios con quien al principio establece una amistad platónica que al poco tiempo deviene en una mutua atracción sexual. Teniendo en cuenta que ella ha sido criada dentro del marco de religiosidad fundamentalista que anima a sus padres, ese despertar sexual le produce emociones contradictorias donde a través de las mismas va aflorando la habilidad innata de sus poderes psíquicos sobrenaturales que le permiten controlar los acontecimientos que van atravesando en su mente.
De allí en más el relato basado en el guión de Trier y Eskil Vogt adopta las características de un típico film de horror supernatural donde el director cuida muy bien de no caer en el efectismo gratuito sino que utiliza esta historia como una metáfora de los momentos traumáticos que Thelma ha vivido en su infancia y el modo en que la extremada educación religiosa recibida ha ido condicionando su personalidad. Es ahora que sus manejos subconscientes parecerían permitirle ser dueña de su persona y avanzar exitosamente en el proceso de madurez que atraviesa hacia la etapa adulta.
Esta historia fascina por la ambigüedad creada en torno al complejo personaje protagónico, magníficamente caracterizado por la actuación de Harboe, como así también por la atmósfera opresiva que el cineasta ha logrado a medida que este thriller paranormal va desarrollándose. Jorge Gutman