Extra­ña Amistad

THO­ROUGH­BRED. Esta­dos Uni­dos, 2017. Un film escri­to y diri­gi­do por Corey Finley

En su debut como rea­li­za­dor Corey Fin­ley ha adap­ta­do para el cine su obra tea­tral Tho­rough­bred logran­do un film intri­gan­te que aun­que no com­ple­ta­men­te logra­do, lle­ga a satisfacer.

Anya Tay­lor-Joy y Oli­via Cooke

Oli­via Cooke y Anya Tay­lor-Joy ani­man a las ado­les­cen­tes Aman­da y Lily res­pec­ti­va­men­te, dos anti­guas ami­gas vivien­do en un barrio resi­den­cial sub­ur­bano de Con­nec­ti­cut que hace tiem­po que no se habían fre­cuen­ta­do. En la pri­me­ra esce­na se con­tem­pla a Aman­da quien en pose­sión de un cuchi­llo mata al caba­llo de su fami­lia en un acto de vio­len­cia no expues­to en la pan­ta­lla; que­da pos­te­rior­men­te en cla­ro que se tra­ta de una joven no del todo men­tal­men­te nor­mal que, según pare­ce, pade­ce de un des­or­den de per­so­na­li­dad que le impi­de refle­jar sus emociones.

El encuen­tro de las jóve­nes se pro­du­ce cuan­do Aman­da lle­ga a la man­sión de Lily a fin de que su anfi­trio­na la pre­pa­re para pasar los exá­me­nes. La ini­cial ten­sión exis­ten­te entre ambas cede paso a una curio­sa rela­ción cuan­do Lily es capaz de pene­trar en la oscu­ra psi­quis de Aman­da y ésta se sien­te apre­cia­da al no juz­gar su extra­ña con­duc­ta. Esa cone­xión se inten­si­fi­ca cuan­do Aman­da cons­ta­ta que el lujo y con­fort que Lily y su madre viu­da (Fran­cie Swift) gozan en la lujo­sa resi­den­cia en que viven es debi­do al apo­yo finan­cie­ro de su padras­tro Mark (Paul Sparks); en la medi­da que este hom­bre de acti­tud arro­gan­te y dis­pli­cen­te es fuer­te­men­te odia­do por Lily, Aman­da le sugie­re que matar­lo sería la mejor solución.

Para imple­men­tar la idea es pre­ci­so encon­trar a un ter­ce­ro dis­pues­to a eje­cu­tar el cri­men; es así que apa­re­ce en esce­na Tim (Anton Yel­chin), un ex tra­fi­can­te de dro­gas que ha esta­do en pri­sión y que aho­ra es chan­ta­jea­do por las jóve­nes para que acep­te la nefas­ta tarea.

La intri­gan­te pre­mi­sa tie­ne como ante­ce­den­te a simi­la­res thri­llers psi­co­ló­gi­cos como Stran­gers on a Train (1951) de Alfred Hitch­cock, Les dia­bo­li­ques (1955) de Hen­ri Geor­ges Clou­zot, o bien Hea­venly Crea­tu­res (1994) de Peter Jack­son don­de pre­ci­sa­men­te dos ínti­mas ami­gas tam­bién ado­les­cen­tes tra­tan de des­ha­cer­se de la madre de una de ellas. Pero has­ta allí lle­gan las com­pa­ra­cio­nes por­que en tan­to que las pelí­cu­las men­cio­na­das están exce­len­te­men­te cohe­sio­na­das y son ver­da­de­ros clá­si­cos del cine, la his­to­ria aquí plan­tea­da no alcan­za a lograr una satis­fac­to­ria reso­lu­ción. Otro repa­ro es la estri­den­te ban­da sono­ra que a mane­ra de per­cu­sión resal­ta cada uno de los momen­tos ten­sos del rela­to pero que en últi­ma ins­tan­cia lle­ga a molestar.

Las obser­va­cio­nes apun­ta­das no des­me­re­cen la acer­ta­da direc­ción de Fin­ley, sobre todo en la pri­me­ra mitad de este dra­ma amo­ral al haber crea­do un cli­ma mór­bi­do fas­ci­nan­te que en gran par­te se valo­ri­za por la rele­van­te actua­ción de Cooke y Tay­lor-Joy en sus res­pec­ti­vos per­so­na­jes. Igual­men­te meri­to­ria es la par­ti­ci­pa­ción de Yel­chin a quien el film le es dedi­ca­do por haber falle­ci­do duran­te el roda­je del mis­mo. Jor­ge Gutman