Los Her­ma­nos Sean Unidos

LA VILLA. Fran­cia, 2017. Un film de Robert Guédiguian

Con La Villa el vete­rano rea­li­za­dor Robert Gué­di­guian retor­na a su esce­na­rio habi­tual de Mar­se­lla, aun­que aquí se ubi­ca en Calan­que de Méjean, un pue­blo cos­te­ro pró­xi­mo a la ciu­dad. Nos­tál­gi­co en muchos aspec­tos, este dra­ma trans­mi­te la impor­tan­cia de los idea­les sus­ten­ta­dos, el cam­bio de una épo­ca con el inexo­ra­ble pasa­je del tiem­po y los valo­res fun­da­men­ta­les que sub­sis­ten en el seno de la familia.

Jean-Pie­rre Darrous­sin, Aria­ne Asca­ri­de y Gérard Meylan

El guión del rea­li­za­dor y Ser­ge Vallet­ti pre­sen­ta a tres her­ma­nos adul­tos que se reúnen en la casa de su padre ubi­ca­da jun­to al mar. La razón se debe a que Mau­ri­ce (Fred Ulys­se), el patriar­ca fami­liar, ha que­da­do inmo­vi­li­za­do al haber sido víc­ti­ma de un derra­me cere­bral. Allí se encuen­tran Angè­le (Aria­ne Asca­ri­de), una exi­to­sa actriz que dejó hace varios años el lugar para ins­ta­lar­se en París, Joseph (Jean-Pie­rre Darrou­sin), un des­ilu­sio­na­do eje­cu­ti­vo recien­te­men­te des­pe­di­do de su tra­ba­jo y man­te­nien­do una rela­ción sen­ti­men­tal con una chi­ca (Anaïs Demous­tier) mucho más joven que él y Armand (Gérard Mey­lan), el úni­co miem­bro de la fami­lia que se ocu­pa de mane­jar el peque­ño res­tau­ran­te de su progenitor.

El reen­cuen­tro de los her­ma­nos, espe­cial­men­te en lo que con­cier­ne a Angè­le, no es en prin­ci­pio de lo más cáli­do, tenien­do en cuen­ta que ella guar­da un hon­do resen­ti­mien­to hacia su padre debi­do a un gra­ve inci­den­te que por su negli­gen­cia se pro­du­jo en el pasa­do. Con todo, y a pesar de cier­tos repro­ches que van sur­gien­do espon­tá­nea­men­te, los recuer­dos del pasa­do van dejan­do atrás las dife­ren­cias exis­ten­tes. Reme­mo­ran­do los años idos, estos her­ma­nos no pue­den dejar de lado el lega­do ideo­ló­gi­co izquier­dis­ta de su padre, preo­cu­pa­do por los pro­ble­mas atra­ve­sa­dos por los sec­to­res menos favo­re­ci­dos de la socie­dad. Pero aho­ra es todo dis­tin­to, los sue­ños de la juven­tud pare­cen haber­se esfu­ma­do en la medi­da que el mate­ria­lis­mo a ultran­za ha sepul­ta­do el idea­lis­mo pater­nal en la medi­da que lo que impe­ra aho­ra es un egoís­mo indi­vi­dua­lis­ta; de algún modo eso se refle­ja en la trans­for­ma­ción de este encla­ve don­de el flo­re­cien­te pasa­do ha cedi­do paso a un decli­nan­te pre­sen­te y a un futu­ro menos pro­mi­so­rio. En esen­cia, Gué­di­guian ilus­tra el cam­bio de un mun­do sumer­gi­do en la glo­ba­li­za­ción, en don­de pare­ce­ría que todo tiem­po pasa­do fue mejor. Lo que pre­ce­de uni­do a un hecho dra­má­ti­co atra­ve­sa­do por un matri­mo­nio anciano y ami­go de la vecin­dad, habrá de influir en las deci­sio­nes que cada her­mano adop­ta­rá de ahí en más.

https://www.youtube.com/watch?v=6T8hveGKt‑k

Siem­pre inquie­to por la sen­si­bi­li­dad social que lo carac­te­ri­za, Gué­di­guian incor­po­ra en sus últi­mos 20 minu­tos el can­den­te dra­ma de los refu­gia­dos. Aquí se obser­va a tres niños migran­tes del nor­te de Áfri­ca ocul­tos en el bos­que y que al ser des­cu­bier­to por Joseph y Armand éstos se pres­ta­rán a ayu­dar­los. Si bien ese sub­te­ma sobre la soli­da­ri­dad huma­na es de gran inte­rés, se aña­de al film dema­sia­do tar­de y de mane­ra for­za­da pro­du­cien­do un resul­ta­do un tan­to des­equi­li­bra­do en rela­ción al foco cen­tral de la his­to­ria inicial.

No obs­tan­te la obser­va­ción pre­ce­den­te, el film cau­ti­va por la sobria y meticu­losa rea­li­za­ción del direc­tor como así tam­bién por la mag­ní­fi­ca actua­ción del elen­co cen­tral que guar­da una com­ple­ta sin­to­nía con lo que el rea­li­za­dor deman­da del mis­mo. Eso no resul­ta extra­ño dado que sus inte­gran­tes son habi­tués en los fil­mes de Gué­di­guian y por lo tan­to saben cómo brin­dar com­ple­ta vero­si­mi­li­tud a los per­so­na­jes que carac­te­ri­zan; ese es el caso de Asca­ri­de (la musa y espo­sa del rea­li­za­dor), Darrous­sin y Mey­lan quie­nes actúan e inter­ac­túan de mane­ra estu­pen­da con­tri­bu­yen­do a refor­zar el con­te­ni­do de esta melan­có­li­ca his­to­ria cier­ta­men­te reco­men­da­ble. Jor­ge Gutman