JUSQU’ A LA GARDE / CUSTODY. Francia, 2017. Un film escrito y dirigido por Xavier Legrand
Si cualquier divorcio o separación de una pareja constituye un trance difícil de superar, la situación deviene más compleja cuando hay hijos entremedio en la medida que se impone el asunto de la custodia cuando ellos son menores y deben vivir con sus padres. Este tema considera Xavier Legrand en su destacable ópera prima Jusqu’ à la garde para describir la realidad de un matrimonio cuya acrimoniosa ruptura origina estremecedoras situaciones.
En la primera escena que transcurre en una audiencia judicial se sale al encuentro de Antoine (Denis Ménochet) y su esposa Miriam (Léa Drucker), un matrimonio separado enfrentando una dura batalla legal sobre la custodia del hijo Julien (Thomas Gioria) de 12 años de edad; a pesar de que tienen otra hija, Josephine (Mathilde Auneveux), ella puede decidir por sí misma con quien vivir porque está próxima a cumplir 18 años.
La inmutable jueza (Saadia Bentaieb) debe decidir si aceptar que Miriam mantenga la guardia total del niño o en cambio satisfacer la petición de Antoine quien solicita una custodia compartida. La argumentación de Miriam es que su marido es un hombre que irrumpe en violentos exabruptos y que no hacen de él un buen padre; además agrega que el niño ‑quien no está presente en la audiencia- no desea estar con él. La magistrada, sin pruebas concretas sobre su conducta, concede a Antoine el beneficio de la duda con un veredicto en el que él tendrá acceso a su hijo semana por medio.
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A lo largo del relato se verá de qué modo transcurren las jornadas en que Julien en contra de su voluntad debe avenirse a estar con su padre y las consecuencias que sobrevienen en la tensa relación existente entre ambos, como así también entre Antoine y Miriam. Sin necesidad de agregar detalles sobre lo que acontece bastaría señalar que pocas veces se han visto relatos de violencia doméstica del modo en que Legrand lo ilustra..
Ciertamente, esta historia impregnada de un clima realísticamente asfixiante no es precisamente de aquéllas fácilmente contemplables; sin embargo, la precisión con que Legrand describe el drama y la notable dinámica que se establece entre el trío protagónico contribuyen a que su visión, aunque inquietante, mantenga la atención permanente del espectador. En lo que concierne a las actuaciones, tanto Ménochet, como Ducket ofrecen plena convicción a sus personajes; palabras aparte merece Gioria quien refleja todos los matices de la pérdida de inocencia de un niño casi adolescente que vive interior y exteriormente la angustia emocional de contemplar el desgarramiento de su familia. Jorge Gutman