NI JUGE, NI SOUMISE. Bélgica-Francia, 2017. Un film escrito y dirigido por Jean Libon y Yves Hinant.
A pesar de tratarse de un documental, este film de Jean Libon e Yves Hinant más se asemeja a un relato de ficción donde su mordaz humor que casi se mantiene permanentemente deja gratamente asombrado al espectador.
Ni Juge, Ni Soumise está basado en Strip Tease, una satírica emisión de gran popularidad de la televisión belga que fue creada por Libon y el periodista Marco Lamensch y que además de su difusión en su país de origen, igualmente ha llegado a alcanzar similar repercusión en Francia; su propósito consistía en ofrecer a los televidentes una visión de la vida cotidiana de la gente común a través de la exposición de diferentes casos curiosos, todos ellos expresados de una manera no convencional. Es así, que en el transcurso de tres años de realización de este documental los directores han resuelto enfocar el sistema de justicia imperante en Bélgica centralizando la atención en la jueza Anne Gruwez; es ella una excéntrica y celebrada mujer que sin tapujo alguno y valiéndose de un lenguaje extravagante va ilustrando algunos de los casos en que le ha tocado participar.
De este modo entre los variados temas al que uno asiste se encuentra la investigación de dos prostitutas que han sido violentamente asesinadas en Bruselas hace 20 años, otros hechos de violencia doméstica, tópicos vinculados con el delicado caso de los inmigrantes que sin haberse adaptado en el país han incurrido en actividades criminales, como así también el de una madre infanticida.
Entre la exposición de los acusados tratando de probar su inocencia y la atención de la jueza para formarse una opinión de lo que presencia, lo que más resalta es la irreverencia y crudeza empleada por la alta funcionaria al emitir sus opiniones que a veces bordean el buen gusto y que obviamente son políticamente incorrectas. Eso no impide apreciar que en el fondo se trate de una persona honesta y que en su accionar esté al servicio de brindar lo mejor de sí misma al aplicar una sentencia.
A través de una sucesión de escenas, no necesariamente conectadas, el público sigue con gran interés cada una de las situaciones planteadas; a pesar de la seriedad de lo que se está juzgando, no puede evitarse la hilaridad que produce la elocuencia con que se expresa esta anticonformista representante de la justicia belga quien logra crear una considerable empatía con la audiencia.
Con la fluida dirección de Libon e Hinant captando la labor profesional de Gruwez así como algunas consideraciones culturales sobre la sociedad belga, la sagaz cámara del fotógrafo Didier Hill-Derive y el buen montaje de Françoise Tourmen, se ha logrado un exponente de “cinema verité”, sin duda cautivante donde nadie permanecerá indiferente. Jorge Gutman