DANS LA BRUME. Francia-Canadá, 2018. Director: Daniel Roby
A diferencia de Hollywood, el cine europeo raramente incursiona en los filmes de desastres y/o apocalípticos. Esa circunstancia ha impulsado al director Daniel Roby a emular este género con Dans la brume que en ciertos aspectos se asemeja a The Mist (2007) de Frank Darabont. Con todo, este drama de ciencia ficción posee características propias que lo distinguen y permiten que a lo largo del mismo mantenga el interés del espectador.
La acción se desarrolla en París en una época no muy lejana de la actual. Mathieu (Roman Duris) acaba de regresar de Canadá tratando de procurar un medicamento para Sarah, su hijita (Fantine Harduin) de 12 años que padece un desorden genético que la obliga a vivir en una cápsula plástica esterilizada y provista de un filtro de aire. En uno de los pisos del edificio en el que habita con su distanciada esposa Anna (Olga Kurylenko), todo transcurre normalmente hasta el momento en que se produce un terremoto azotando a la ciudad.
Como consecuencia del sismo la tierra desprende un gas letal que lentamente va cubriendo a la ciudad y diezmando a la mayoría de la población que se encuentra en el exterior. Para evitar que el mortal humo pueda llegar hasta el piso donde habitan, Sarah queda resguardada en su cápsula mientras que sus padres se dirigen al piso más elevado del edificio donde son acogidos con gran calidez por parte de Lucien (Michel Robin) y Colette (Anne Gaylor), un matrimonio octogenario que allí habita.
Lo que acontece posteriormente es una carrera contra el tiempo donde Mathieu y Anna se aventuran a salir fuera del edificio en busca de provisiones y sobre todo tratando de encontrar una rápida solución para su hija teniendo en cuenta que el sistema de filtración de aire que se alimenta a base de baterías dejará de funcionar en pocas horas más.
Considerando que el drama del relato se centra exclusivamente en el esfuerzo de sus personajes para sobrevivir la catástrofe, el film no permite que exista un desarrollo más profundo de los mismos. Con todo, Durys, sin que Mathieu alcance una definida personalidad, persuasivamente refleja el ímpetu emocional que le demanda el guión de Guillaume Lemans, Jimmy Bemon y Mathieu Delozier. En un papel de menor envergadura, Kurylenko asume con convicción su personaje quien junto con el de Durys tratan de mantener con vida a su hijita. Hardun, que ya impresionó en Happy End (2017) de Michael Haneke, demuestra que con sus 13 años de edad es una de las actrices adolescentes más importantes de su generación al transmitir dentro del espacio estrecho de una hermética válvula la envergadura dramática de la enfermedad de Sarah. Por su parte, Robin y Gaylor proveen inmensa ternura como la pareja de ancianos.
Roby demuestra su eficacia como realizador donde además de la buena conducción del elenco, obtiene ciertos planos que estéticamente son irreprochables. Sin ser extraordinario, el film logra su propósito al haber creado una atmósfera angustiante enriquecida por los valiosos factores técnicos de producción; entre ellos cabe destacar la labor del reconocido fotógrafo Pierre-Yves Bastard que ayudado por la supervisión de los excelentes efectos visuales de Bruno Maillard logra escenas exteriores realmente hipnóticas de la ciudad luz cubierta por el tóxico vapor. Jorge Gutman