Una Frus­tra­da Adolescente

THE FIRE­FLIES ARE GONE / LA DIS­PA­RI­TION DES LUCIO­LES. Cana­dá, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Sébas­tien Pilote

Sébas­tien Pilo­te quien ha dado mues­tra de su talen­to en sus dos pri­me­ros fil­mes, Le ven­deur (2011) y Le déman­tè­le­ment (2013) aquí, aun­que en un rela­to más lige­ro, nue­va­men­te demues­tra su fibra huma­na y sen­si­ble des­cri­bien­do el com­por­ta­mien­to misan­tró­pi­co de una adolescente.

Kare­lle Trem­blay y Pie­rre-Luc Brilliant

El direc­tor ubi­ca su cáma­ra en una peque­ña ciu­dad indus­trial de Que­bec, don­de la mis­ma se encuen­tra afec­ta­da eco­nó­mi­ca­men­te y en don­de el por­ve­nir de los jóve­nes no pare­ce muy ven­tu­ro­so. Es allí que trans­cu­rre la vida de Léo (Kare­lle Trem­blay), una joven que sien­te un pro­fun­do males­tar emo­cio­nal y que qui­sie­ra aban­do­nar el lugar don­de habi­ta lo antes posible.

Des­de el pri­mer momen­to Pilo­te, quien es tam­bién autor del guión, des­cri­be la acti­tud irres­pe­tuo­sa y des­pre­cia­ti­va de la joven cuan­do su madre (Marie-Fran­ce Mar­cot­te) y su padras­tro (Fra­nçois Papi­neau) le cele­bran su déci­mo sép­ti­mo cum­plea­ños en un res­tau­ran­te local jun­to con otros dos invi­ta­dos; así, ade­más de lle­gar con retar­do al ága­pe des­apa­re­ce antes de fina­li­zar la reu­nión sin despedirse.

Cur­san­do el últi­mo año de escue­la secun­da­ria, ella no mani­fies­ta afi­ni­dad con sus com­pa­ñe­ros y en gene­ral se la obser­va frus­tra­da y resen­ti­da. Eso se evi­den­cia en la difí­cil rela­ción man­te­ni­da con su madre y más abier­ta­men­te en el odio que sien­te hacia su padras­tro, un ani­ma­dor popu­lis­ta de una radio local. Sola­men­te idea­li­za a su padre Syl­vain (Luc Picard) quien habién­do­se cerra­do la fábri­ca don­de tra­ba­ja­ba y actua­ba como líder del sin­di­ca­to, se vio for­za­do a ganar­se la vida en un lugar poco pobla­do del gran nor­te de la pro­vin­cia; pre­ci­sa­men­te los momen­tos de solaz para Léo se pro­du­cen en la cáli­da rela­ción con él man­te­ni­da cuan­do retor­na tran­si­to­ria­men­te a la ciudad.

En prin­ci­pio todo pare­ce cam­biar para la joven cuan­do cir­cuns­tan­cial­men­te cono­ce a Ste­ve (Pie­rre-Luc Bri­lliant), un músi­co retraí­do que es pro­fe­sor de gui­ta­rra y que vive con su madre en el sótano de su hogar; su pre­sen­cia moti­va a que ella se sien­ta impul­sa­da a tomar cla­ses de gui­ta­rra con él. A pesar de que gra­dual­men­te exis­te una cone­xión entre estos dos seres soli­ta­rios, Léo impi­de que el sur­gi­mien­to del víncu­lo afec­ti­vo pue­da cris­ta­li­zar­se en algo más importante.

Aun­que no siem­pre que­dan evi­den­cia­das cla­ra­men­te las acti­tu­des de su pro­ta­go­nis­ta, el direc­tor logra un film per­so­nal cap­tan­do el esta­do de con­fu­sión de Léo en su trán­si­to hacia el comien­zo de la vida adul­ta. Si bien esta come­dia dra­má­ti­ca no resul­ta temá­ti­ca­men­te nove­do­sa, Pilo­te logra una bue­na direc­ción de sus intér­pre­tes; en tal sen­ti­do se des­ta­ca el talen­to de la joven actriz Trem­blay quien con aplo­mo apor­ta una caris­má­ti­ca pre­sen­cia así como Bri­llant brin­da sen­si­ble huma­ni­dad a su per­so­na­je. A esos valo­res se aña­den la logra­da foto­gra­fía de Michel La Veaux y la efi­caz músi­ca orques­ta­da de Phi­lip­pe Brault, redon­dean­do de este modo un film pri­mo­ro­so que fue dis­tin­gui­do como el mejor de Cana­dá en el recien­te fes­ti­val de Toron­to.  Jor­ge Gutman