Car­tas Falsificadas

CAN YOU EVER FOR­GI­VE ME? Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film de Marie­lle Heller.

Hay his­to­rias que basa­das en acon­te­ci­mien­tos ver­da­de­ros resul­tan difí­ci­les de admi­tir; sin embar­go uno debe ren­dir­se a la evi­den­te reali­dad como lo que acon­te­ce con el rela­to que la direc­to­ra Marie­lle Heller narra en Can You Ever For­gi­ve Me? cen­tra­do en la escri­to­ra Lee Israel falle­ci­da en 2014.

Antes de aden­trar­nos al estric­to aná­li­sis del film, es nece­sa­rio acla­rar que afor­tu­na­da­men­te Melis­sa McCarthy, a la que se la ha enca­si­lla­do en pape­les emi­nen­te­men­te cómi­cos no des­pro­vis­tos de vul­ga­ri­dad, sor­pren­de gra­ta­men­te al demos­trar que posee sufi­cien­te talen­to para enca­rar roles de mayor enver­ga­du­ra y pro­fun­di­dad como el que aquí demues­tra per­so­ni­fi­can­do a su heroína.

Melis­sa McCarthy

La acción se desa­rro­lla en 1991 en la ciu­dad de Nue­va York don­de se sale al encuen­tro de la nove­lis­ta ame­ri­ca­na Lee Israel (McCarthy), a la sazón de 51 años de edad, que logró cier­to éxi­to a tra­vés de bio­gra­fías de per­so­na­li­da­des cono­ci­das como Katha­ri­ne Hep­burn, entre otras. Aho­ra, ella no atra­vie­sa el mejor momen­to de su carre­ra pro­fe­sio­nal, sobre todo tenien­do en cuen­ta que su libro sobre Estée Lau­der cons­ti­tu­yó un fra­ca­so comer­cial. Es por eso que su edi­to­ra y agen­te (Jane Cur­tin) tra­ta de hacer­le com­pren­der de un modo rea­lis­ta que la bio­gra­fía sobre la can­tan­te y actriz de Broad­way Fanny Bri­ce no cons­ti­tu­ye un mate­rial que pue­da tener eco en el públi­co lec­tor y por esa razón no está dis­pues­ta en publi­car­la; por otra par­te, fren­te a su pér­di­da de noto­rie­dad, le hacer ver que su des­ali­ña­do atuen­do per­so­nal y su afi­ción a la bebi­da son fac­to­res que no gra­vi­tan favo­ra­ble­men­te en ella y que por lo tan­to debie­ra cambiar.

Vivien­do en un des­asea­do depar­ta­men­to de Manhat­tan, pla­ga­do de mos­cas a cau­sa de los excre­men­tos sin lim­piar deja­dos por su ado­ra­ble gato, Lee enfren­ta difi­cul­ta­des finan­cie­ras que moti­van atra­sos en el pago del arrien­do de su vivienda.

Un des­cu­bri­mien­to sor­pre­si­vo cam­bia su suer­te cuan­do en una visi­ta rea­li­za­da a una biblio­te­ca públi­ca, encuen­tra en uno de los libros una vie­ja car­ta suel­ta de Fanny Bri­ce; sus­tra­yén­do­la del libro se la lle­va con­si­go y agre­gán­do­le una post­da­ta a su con­te­ni­do logra reven­der­la a una de las libre­rías intere­sa­das en mate­rial de colec­ción, obte­nien­do un buen pre­cio por la misma.

A par­tir de allí comien­za para Lee una varian­te en su acti­vi­dad habi­tual escri­bien­do car­tas fal­si­fi­ca­das de auto­res tan pres­ti­gio­sos como Noel Coward o bien de lumi­na­rias como Mar­le­ne Die­trich y Dorothy Par­ker, entre otros; para ello logra imi­tar sus fir­mas para que parez­can autén­ti­cas. En esa tarea cuen­ta con la cola­bo­ra­ción de Jack Hock (Richard E. Grant), un vie­jo cono­ci­do recién sali­do de la cár­cel por robo de armas, con quien lle­ga muy bien a enten­der­se y que al igual que ella logra ven­der las fal­sas corres­pon­den­cias con­fec­cio­na­das a dife­ren­tes encar­ga­dos de libre­rías que siem­pre están dis­pues­tos a pagar un buen dine­ro por el supues­to valio­so mate­rial para su reven­ta a intere­sa­dos coleccionistas.

Cla­ro está que ese delic­ti­vo ardid no pue­de per­du­rar eter­na­men­te y cuan­do la men­ti­ra se des­cu­bre, don­de inclu­so inter­vie­ne el FBI, el nego­cio ter­mi­na en par­te. De este modo, la expe­rien­cia vivi­da por la nove­lis­ta que lle­gó a fal­si­fi­car más de 400 car­tas, ha sido rela­ta­da en su libro con­fe­sio­nal publi­ca­do en 2008 Can You Ever For­gi­ve Me?; el mis­mo fue adap­ta­do por Nico­le Holof­ce­ner y Jeff Whitty, ori­gi­nan­do el film que se comenta.

Lo que real­men­te gra­vi­ta en esta his­to­ria es la inte­li­gen­te actua­ción de McCarthy quien des­pier­ta huma­ni­dad y com­pa­sión cap­tan­do la misan­tro­pía de una mujer cuya ima­gi­na­ción y con­fian­za que tie­ne en sí mis­ma como escri­to­ra per­mi­te que su habi­li­dad lite­ra­ria la vuel­que a una acti­vi­dad puni­ble para lograr sobre­vi­vir. En tal aspec­to es des­ta­ca­ble la com­pli­ci­dad que guar­da con el per­so­na­je carac­te­ri­za­do muy bien por Grant gene­ran­do un amor pla­tó­ni­co sui gene­ris dada la orien­ta­ción sexual de ambos.

Aun­que no ha sido el obje­ti­vo cen­tral, la tra­ma se pres­ta para refle­xio­nar sobre algu­nas carac­te­rís­ti­cas del mun­do lite­ra­rio, la for­ma en que la per­cep­ción de los edi­to­res sobre el poten­cial éxi­to de un libro pue­den gra­vi­tar en la suer­te de un escri­tor, como así tam­bién el modo en que están aso­cia­dos el aura gene­ra­do por una cele­bri­dad y su auten­ti­ci­dad en lo que afir­ma y deja por escri­to. Jor­ge Gutman