FÉLICITÉ. Francia-Bélgica-Senegal-Alemania-Líbano, 2018. Un film de Alain Gomis
Precedido del Gran Premio del Jurado obtenido en el festival de Berlín de este año, este film del realizador Alain Gomis despierta interés tanto por desarrollarse en un país sudafricano cuyos rasgos culturales no son muy difundidos por el cine de América del Norte como también por la muy buena descripción del personaje central que da título al film.
El guión del realizador escrito con Olivier Loustau y Delphine Zingg, introduce a Félicité (Vero Tshanda Beya), una madre monoparental que trabaja como cantante en un bar de Kinshasa – la capital de la República Democrática del Congo- acompañada de una pequeña orquesta local. De fuerte carácter, sabiendo que es el único medio del que dispone para ganarse la vida y proteger a su adolescente hijo Samo (Gaetan Claudia), esta abnegada mujer inesperadamente recibe la noticia de que él ha sufrido un accidente de motocicleta que lo ha dejado sangrando permaneciendo en un hospital municipal. Debido al desafortunado episodio, ella debe reunir con la mayor premura el monto del equivalente de 600 euros para que Samo pueda ser sometido con urgencia a una operación para evitar de que le sea amputada una de sus dos piernas mal herida.
Simultáneamente con los esfuerzos y sacrificios que esta mujer realiza para conseguir la suma requerida para salvar a su hijo, el relato enfoca la relación que entabla con Tabu (Papi Mpaka), un mujeriego cliente del bar, con quien forjará un vínculo sentimental que le permitirá avizorar un nuevo sentido a su vida.
Aunque el film adolece de algunos altibajos que afectan su ritmo narrativo no obstante el balance es positivo en la medida que ilustra algunas de las costumbres y modo de vida de un país que a pesar de su pobreza refleja la vitalidad de su gente para superar los inconvenientes de su condición de vida. En todo caso, lo más importante de esta historia reside en resaltar la valentía, orgullo y firme determinación de Félicité como exponente del carácter femenino; ese es un aspecto muy pertinente en momentos en que el movimiento del #metoo trata precisamente de defender y exaltar los valores de la mujer.
En materia de interpretación, se destaca la excelente interpretación de Tshanda Beya en el rol protagónico. No menos importante resulta la agradable contribución musical de la banda de música rock Kasai Allstars y de la Orquesta Sinfónica de Kinshasa.
Jorge Gutman