Obra Maes­tra del Cine

ROMA. Méxi­co-Esta­dos Uni­dos, 2018. Un film escri­to y diri­gi­do por Alfon­so Cuarón

Des­pués de Gra­vity (2013) que delei­tó al públi­co en su explo­ra­ción del espa­cio, el talen­to­so Alfon­so Cua­rón demues­tra su indis­cu­ti­ble domi­nio de rea­li­za­dor superán­do­se asi­mis­mo con Roma, una obra maes­tra del cine que legí­ti­ma­men­te fue pre­mia­da con el León de Oro en el Fes­ti­val de Vene­cia. Afor­tu­na­da­men­te, su pro­duc­to­ra Net­flix ‑que brin­da un strea­ming de pelí­cu­las exclu­si­va­men­te para sus abo­na­dos a tra­vés del inter­net- ha deci­di­do que el film pue­da ser exhi­bi­do en las salas de cine.

En un impe­ca­ble guión que le per­te­ne­ce de carác­ter par­cial­men­te auto­bio­grá­fi­co, Cua­rón con­si­de­ra su infan­cia entre 1970 y 1971 rin­dien­do un cáli­do tri­bu­to a dos per­so­nas que gra­vi­ta­ron en su vida como lo han sido su madre y su nana.

Yalitza Apa­ri­cio

Rara vez se ha dado el caso de que alguien no pro­fe­sio­nal haga su debut en la actua­ción ofre­cien­do una inter­pre­ta­ción magis­tral; esa situa­ción se pro­du­ce con Yalitza Apa­ri­cio quien carac­te­ri­za a Cleo, una humil­de mujer que se desem­pe­ña en la doble tarea de emplea­da domés­ti­ca y nana de 4 niños ‑tres varo­nes y una nena- para una fami­lia de cla­se media en Ciu­dad de Méxi­co, más espe­cí­fi­ca­men­te en el barrio Roma don­de Cua­rón fue cria­do. Tra­ba­jan­do de sol a sol, ella encuen­tra sosie­go en su com­pa­ñe­ra de tra­ba­jo Ade­la (Nancy Gar­cía) y en su ena­mo­ra­do Fer­mín (Jor­ge Anto­nio Gue­rre­ro), un faná­ti­co de las artes mar­cia­les quien en un momen­to dado no quie­re saber más de ella deján­do­la emba­ra­za­da. Otro aban­dono se pro­du­ce cuan­do Anto­nio (Fer­nan­do Adria­ga), el jefe del hogar, repen­ti­na­men­te par­te al exte­rior dejan­do a su espo­sa Sofía (Mari­na de Tavi­ra) en un esta­do de tris­te­za, con­vir­tién­do­se de ese modo en madre monoparental.

Con una mara­vi­llo­sa foto­gra­fía en blan­co y negro de la cual Cua­rón es igual­men­te res­pon­sa­ble y adop­tan­do un esti­lo que en par­te se aso­cia al del cine neo­rrea­lis­ta ita­liano de la déca­da del 40, fil­man­do en 65 milí­me­tros narra una his­to­ria ínti­ma refle­jan­do varia­dos aspec­tos que acu­den a su men­te. Así fren­te a una vibran­te ciu­dad de aquel enton­ces, ilus­tra la vida calle­je­ra, su gen­te, sus fies­tas, su colo­ri­da músi­ca a tra­vés de una ban­da de ins­tru­men­tis­tas, un pala­cio de cine don­de fumar en su inte­rior no está prohi­bi­do, la tra­ge­dia de un terre­mo­to y la dra­má­ti­ca recrea­ción de la matan­za del jue­ves de Cor­pus Chris­ti de 1971 don­de tro­pas para­mi­li­ta­res ava­sa­lla­ron vio­len­ta­men­te una mani­fes­ta­ción estu­dian­til. Asi­mis­mo, el cineas­ta no deja de lado sus obser­va­cio­nes acer­ca del pro­nun­cia­do machis­mo, la des­igual­dad social y el mar­ca­do racis­mo existente.

Emo­cio­nal­men­te, lo más con­mo­ve­dor es con­tem­plar la noble­za de Cleo, la dócil cria­da indí­ge­na que tar­día­men­te reci­bi­rá el agra­de­ci­mien­to mere­ci­do de Sofía cuan­do sin saber nadar sal­va a dos de los niños de morir aho­ga­dos en el mar. En tal sen­ti­do, el direc­tor la resal­ta mos­tran­do cómo esa calla­da y sumi­sa mujer adquie­re la gran­de­za de una admi­ra­ble y valien­te heroína.

Basa­do más en situa­cio­nes que en el desa­rro­llo de una con­ven­cio­nal tra­ma argu­men­tal, Roma cons­ti­tu­ye una lec­ción de cine; sen­ci­lla­men­te subli­me, es un film de impres­cin­di­ble visión que sin duda se con­ver­ti­rá en un clá­si­co de la cine­ma­to­gra­fía universal.
Jor­ge Gutman