EL AMOR MENOS PENSADO. Argentina, 2018. Un film de Juan Vera
No es exagerado afirmar que El Amor Menos Pensado sea una de las comedias románticas más importantes que se haya visto en cine en los últimos años. Y lo es porque no se aferra en su narración a la típica formula del muchacho que conoce a la chica, la conquista, se pelea y luego vuelve a reconquistarla. Por el contrario, en su primer trabajo como realizador Juan Vera ha decidido abordar el género de manera diferente considerando el amor de un matrimonio, su ruptura y los efectos de la misma. Persiguiendo ese objetivo su film es algo mucho más profundo que la comedia romántica tradicional asumiendo, a pesar de su humor subyacente, características de un drama existencial aunque no exista tragedia alguna de por medio.
El argumento se centra en la pareja bien avenida conformada por Marcos (Ricardo Darín), un profesor de literatura, y su esposa Ana, experta en encuestas de marketing. Después de 25 años de feliz convivencia brindando devoción y cariño a su único hijo Luciano (Andrés Gil) que ahora tiene 20 años de edad, sienten enorme tristeza cuando en el aeropuerto lo despiden en un viaje de estudios que emprende como becario en España. En el suntuoso departamento que habitan, la partida del joven va creando en sus padres una sensación extraña al comprobar que el nido se encuentra vacío. De alguna manera el guión del director co-escrito con Daniel Cúparo deja entrever la necesidad de un proyecto conjunto para que el matrimonio siga adelante. Es ahí que a pesar de quererse, ambos creen que ya no existe enamoramiento y que la relación de seguir así pueda desgastarse; antes de que eso acontezca deciden separarse. ¿Pero puede realmente haber desaparecido el amor en dos personas que se siguen queriendo? La respuesta a esa compleja pregunta reside en que es la angustia existencial manifestada con la partida de Luciano la que afecta el vínculo conyugal.
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La mayor parte del metraje se centra en la vida que Marcos y Ana llevan separadamente en los 3 años siguientes donde cada una de ellos vive diferentes experiencias sentimentales sin que se nutra del verdadero sentimiento que los unió previamente. Así Marcos se vincula al principio con una alocada mujer (Andrea Politti) conocida a través de Tinder para posteriormente convivir con Celia (Andrea Pietra), una de sus alumnas; por su parte, Ana tendrá un encuentro con Anselmo (Juan Minujín), un excéntrico vendedor de perfumes, así como tratará de mantener una relación estable con su jefe Eloy (Jean Pierre Noher). Sin embargo, a pesar de todo, el matrimonio desunido llegará a cobrar conciencia de que donde hubo fuego cenizas quedan.
Al margen del conflicto central del relato, el sólido guión provisto de ingeniosos diálogos incluye situaciones anecdóticas que aunque aparentemente banales cobran real sentido y transmiten vitalidad. Entre algunos jocosos momentos se destaca la escena en que Ana pone a prueba el paladar de Marcos para demostrar que es experto y gran conocedor de empanadas provenientes de diferentes provincias de Argentina. Otras instancias bien logradas muestran el asombro de Ana cuando su madre viuda (Claudia Lapacó) de 82 años confiesa que está enamorada y además le da una lección de vida demostrando que nunca es tarde para el amor como así también para aprender nuevos pasos de baile y por supuesto bailar. Igualmente es apreciable la relación de Marcos con su anciano padre (Norman Briski) e igualmente la que mantiene con su gran amigo Edi (Luis Rubio) a quien amablemente le recrimina por engañar desde hace tiempo a su esposa (Claudia Fontán) con una amante.
Dejando de lado los personajes secundarios bien diseñados e irreprochablemente interpretados, es necesario destacar que en gran parte el film se valoriza por la extraordinaria caracterización que efectúan de sus protagonistas Ricardo Darín y Mercedes Morán y la notable complicidad entre ellos existentes; más aún, ambos convierten a Marcos y Ana en personas verdaderas al punto tal que el espectador se olvida por completo que por detrás hay dos remarcables actores que les dan vida. En todo caso, Darin ya no llega a sorprender; sin duda alguna, el mejor actor argentino ‑y quizás latinoamericano- de su generación conmueve una vez más como el hombre sensible a quien el destino le ha sometido el desafío de poder superar la crisis matrimonial; a su lado, igualmente destella Morán como la mujer que en última instancia comprenderá que enamorada o no lo que cuenta en su vida es el verdadero sentimiento que la liga a su marido.
Unas palabras finales para Vera. Si bien es su debut detrás de la cámara, su experiencia lograda como productor de filmes dirigidos por prestigiosos directores de Argentina ‑Juan José Campanella, Pablo Trapero y Lucía Martel, entre otros- más su participación como guionista en exitosas películas, le ha conferido una admirable madurez para esta nueva tarea. Así da muestras de conocer a fondo la complejidad del ser humano con su vulnerabilidad, sus temores, deseos y contradicciones a través de una historia romántica que entremezcla armoniosamente la comedia con el drama. El resultado es un magnífico film, pleno de ternura y emoción que resulta fácilmente apreciable tanto por el público masivo como igualmente por parte del cinéfilo exigente. Jorge Gutman