MARY POPPINS RETURNS. Estados Unidos, 2018. Un film de Rob Marshall
Tras el grado recuerdo deparado por Mary Poppins (1964) llega ahora una secuela de la deliciosa comedia musical con Mary Poppins Returns; como lo anticipa su título, aquí se produce el retorno de la mágica niñera para volver a solucionar los problemas de una tradicional familia inglesa. Si en principio imaginar una continuación de la historia original podía resultar una arriesgada tarea, el director Rob Marshall, indiscutiblemente versado en comedias musicales como lo demostró en Chicago (2002) e Into the Woods (2014), ha salido airoso logrando un espectáculo vitalmente deslumbrante.
El guión de David Magee con la colaboración del realizador y John DeLuca basado en los libros de P. L. Travers, origina una liviana anécdota que no obstante gravita lo suficientemente para conformar una agradable fantasía musical. La acción transcurre en Londres, en un período de depresión económica, y sigue tomando como referencia a la familia Banks. Michael (Ben Whishaw) ya no es el niño de hace 25 años, sino un hombre que enviudó hace poco más de un año y que vive en el mismo domicilio de Cherry Tree Lane. La vivienda es compartida con sus tres hijitos Georgie (Joel Dawson), John (Nathanael Saleh) y Annabel (Pixie Davies) así como su hermana Jane (Emily Mortimer) y la estimada ama de llaves Ellen (Julie Walters). La situación financieramente precaria de Michael ha motivado el retraso en el pago de las cuotas que adeuda al banco por la propiedad en la que habita; en consecuencia, la institución financiera bajo el manejo de su despiadado gerente (Colin Firth) está dispuesta a expropiarla. Es allí que resurge Mary Poppins (Emily Blunt) quien con su paraguas mágico desciende de las alturas para visitar nuevamente a los Banks, ayudar a los niños y procurar una solución al problema de la familia frente a la amenaza de expulsión que afronta; para ello la buena samaritana en lugar de contar con la colaboración del antaño deshollinador Bert ahora es Jack (Lin-Manuel Miranda), su amigo farolero, quien le brinda su apoyo.
Como toda comedia musical, el relato se desarrolla con secuencias musicales concebidas por Marc Shalman y Scott Wittman. En este aspecto, sin quererlo surgen las inevitables comparaciones con los clásicos temas A Spoon Full of Sugar, Let’s go fly a Kite, Chim Chim Cher-ee o Supercalifragilistic de la historia inicial. No obstante, el público quedará gratificado con las agradables canciones que sus intérpretes entonan donde se destacan Step in Time, Trip a Little Light Fantastic, The Place Where Lost Things Go y sobre todo Turning Turtle cantada por la maravillosa Meryl Streep quien en un cameo caracteriza a Topsy, la excéntrica prima de Mary Poppins.
Las interpretaciones son impecables y aunque en el rol central uno no deja de recordar la gracia y simpatía de Julie Andrews que junto al remarcable showman Dick Van Dyke constituyeron pilares valiosos del film original, aquí tanto Emily Blunt como Lin-Manuel Miranda y los niños actores contribuyen igualmente a jerarquizarlo. Un tributo a la nostalgia es brindado por Marshall al haber integrado en su elenco, aunque más no sea en papeles cameos, a Van Dyke que con sus 93 años de edad aún exhibe plena energía y a la tan querida Angela Lansbury de similar edad.
En esencia, tanto la actuación, el ritmo ágil que Marshall imprime a esta historia, así como los cantos, bailes y la maravillosa coreografía contribuyen a que este film de los estudios Disney, pleno de corazón, ternura y emoción, arroje un resultado ampliamente favorable y gane la adhesión de la audiencia cualquiera sea su edad. Jorge Gutman