ZIVA POSTEC, THE EDITOR BEHIND THE FILM SHOAH. Canadá, 2018. Un film de Catherine Hébert
El título de este documental ya anticipa su tema. La realizadora Catherine Hébert instala su cámara para seguir los pasos de Ziva Postec quien dedicó una buena parte de su vida montando Shoa, el documento más trascendente que se haya hecho hasta la fecha sobre el Holocausto. Su director Claude Lanzmann, uno de los más remarcables intelectuales del siglo pasado, ha sido el autor de esta obra monumental que brinda una visión global del genocidio del pueblo judío en los campos de concentración durante la Segunda Guerra.
Si bien Lanzman dedicó 12 años a efectuar entrevistas a los sobrevivientes de esta desgarradora tragedia a través de 350 horas de rodaje cuyos negativos se encuentran depositados en el Holocaust Memorial Museum de Washington, ha sido Ziva Postec, la montajista israelí, quien desde 1979 hasta 1985 dejó de lado todo cuanto la rodeaba, incluyendo su vida familiar y su círculo de amigos, para adentrarse por completo en el montaje del film obteniendo como resultado un inigualable documental de 9 horas y media de duración.
Hébert enfoca la vida de esta mujer quien mucho antes de haber trabajado para Lanzmann ya había ganado considerable experiencia en la materia colaborando con prestigiosos realizadores, como Jacques Tati, Alain Resnais, Jean Pierre Melville y Orson Welles, entre otros. Con todo, la cúspide de su carrera profesional la logró como montajista de Shoa.
La documentalista deja en completa libertad a Ziva, para que desde su hogar en el barrio de Jaffa de la ciudad de Tel Aviv a través de su memoria pase revista a gran parte de su existencia. En ese quehacer relata su infancia, la relación mantenida con sus padres, su adolescencia, su viaje a Francia donde trabajó durante varias décadas como montajista, así como su vínculo sentimental con Robert Postec a quien conoció en París; si bien él fue el gran amor que la colmó de felicidad, esa dicha duraría muy poco por cuanto en un viaje que ambos hicieron a Israel en 1964, su marido murió ahogado por un torbellino que se lo tragó mientras estaba nadando, dejando a Ziva embarazada de 7 meses. Consecuentemente, su única hija Sarah nunca llegó a conocer a su padre.
Pero retornando al tema central del documental, se puede observar su cuaderno con apuntes escritos a mano a medida que ella iba apreciando lo que Lanzmann había rodado para ir seleccionando lo qué debería ser incluido en el montaje. En esa tarea extenuante, Ziva incentivó al director para que además de los reportajes efectuados a víctimas, testigos y verdugos del Holocausto incorporase material que reprodujera los campos de exterminio, trenes, paisajes así como otras ideas que a la postre valorizaron enormemente a Shoa.
El absorbente documental de Hébert trasciende no solamente por revivir el proceso de creación del trabajo de Lanzmann sino por algo más. En ocasión del estreno de Shoa, que tuvo lugar en París en abril de 1985 con la asistencia de relevantes personalidades incluyendo al presidente Mitterand, Ziva es ignorada por el director a pesar de haber sido la hormiguita trabajadora que contribuyó grandemente al resultado final del film.
Es así que el documental permite apreciar la obsesión de una heroína que llegó a descuidar a su querida hija adolescente para involucrarse por completo en una labor de pesadilla por la cual no es reconocida. En tan sentido, la desolación de Ziva es plenamente compartida por el espectador.
Este excelente documental incluye imágenes inéditas del rodaje de Shoa que contribuyen a realzarlo. Decididamente Hébert ha logrado un valioso y conmovedor documento que además de destacar la tarea de Ziva Postec demuestra cuán importante es el montaje en la etapa de post producción de un film. Jorge Gutman