GRACE À DIEU / BY THE GRACE OF GOD. Francia, 2019. Un film escrito y dirigido por François Ozon.
Así como en 2015 el realizador Tom McCarthy abordó en Spotlight la investigación periodística realizada por el diario Boston Globe sobre el encubrimiento de los abusos sexuales de la Iglesia Católica en el estado de Massachusetts, en Gràce à Dieu el director François Ozon lo encara enfocando su atención en las víctimas que han sufrido ese ataque por parte del clero en la ciudad de Lyon. Basado en hechos reales, el film dramatiza estos lamentables eventos de manera impecable.
Con máxima sobriedad y estructurado como un docudrama el público asiste a varias historias estremecedoras sobre la pedofilia ejercida por un clérigo y el modo en que ese hecho se ha mantenido oculto para no embarazar a la institución católica. Si bien los nombres de los responsables son auténticos, en cambio se han mantenido otros ficticios para los afectados y sus familiares.
Basado en los testimonios recogidos para reflejar la verdad de lo acontecido, en su relato de ficción Ozon presenta a Alexandre Guérin (Melvil Poupaud), un respetable abogado, profundo católico y padre de cinco hijos en el seno de una familia muy bien constituida de Lyon. Cuando en 2014 se entera que el sacerdote Bernard Preynat (Bernard Verley) de 70 años, un pedófilo que lo abusó en su pre-adolescencia, regresa a la ciudad para predicar misa desde el púlpito y entrar en contacto con menores, notifica el hecho a Philippe Barbarin (François Marthouret) quien es el Cardenal y Arzobispo de Lyon; entretanto la psicóloga de la diócesis Régine Maire (Martine Erhel) coordina un encuentro entre Guérin y Preynat; en el mismo, el acusado admite y siente haber cometido esa aberración debido a su incontenible atracción hacia los niños. Después de que Alexandre logra entrevistar al Cardenal, éste le manifiesta su sentimiento de pena por lo acontecido pero sin remover del cargo al confeso sacerdote.
Al comprobar que Barbarin no adopta ninguna acción por lo que implícitamente protege a Preynat, Alexander, siempre contando con el total apoyo de su mujer (Aurelia Petit), se dispone a localizar a otras víctimas de Preynat para iniciar una acción conjunta de denuncia. Una de las mismas es François Debord (Denis Ménochet), un hombre de familia ateo, que al principio se encuentra reluctante de iniciar una acción legal contra el clérigo pero que luego accede a participar junto con su amigo Gilles (Eric Caravaca), otro de los afectados; en consecuencia deciden constituir una asociación denominada “La parole liberée” (la palabra liberada) y abrir un sitio web construido a tal efecto para que otros damnificados se adhieran a la causa a fin de combatir el silencio mantenido por Barbarin.
Es así que va emergiendo Emmanuel Thomassin (Swann Arlaud), otro agredido por Preynat y en donde las heridas emocionales de su infancia aún no han cicatrizado. En su frustrada existencia es Incapaz de lograr estabilidad en un empleo y a medida que su memoria va registrando los tristes hechos del pasado es objeto de severas convulsiones; aparte de mantener una relación sentimental asfixiante con su pareja, su único verdadero apoyo lo obtiene de su querida madre (Josiane Balasko).
Con un excelente montaje, actuaciones irreprochables y con una narración sobria y respetuosamente controlada, Ozon ofrece un documento vibrante y absorbente que tiene como propósito lograr la justicia social denunciando a la jerarquía eclesiástica capaz de proteger a un monstruo responsable del grave delito cometido en forma reiterada a los niños de Lyon.
Como corolario del drama narrado es necesario agregar que hace pocas semanas Barbarin fue declarado culpable y condenado a seis meses de prisión suspendida al haber estado enterado entre 2014 y 2015 de las acusaciones de las víctimas de Preynat y no haber reportado los desvergonzados incidentes a la justicia. Por otra parte, aún no está claro cual será el veredicto de la justicia cuando el pedófilo clérigo sea juzgado.
Para concluir la crónica de este triste documento, que sin duda estimula la discusión, queda la pregunta si acaso el cine testimonial como el de Ozon puede tener la suficiente fuerza de contribuir de manera decisiva en la lucha contra el aberrante delito de la pedofilia. ¡Ojalá que así lo sea! Jorge Gutman