RAFIKI. Kenia-Sudáfrica-Francia-Holanda-Alemania-Noruega, 2018. Un film de Wanuri Kahiu
Dentro de lo poco que se conoce del cine de Kenia, la joven realizadora Wanuri Kahiu en un guión por ella escrito con Jenna Bass ofrece en Rafiki un drama humano abordando el lesbianismo, un tópico que para el continente africano es poco menos que tabú. En general, la homosexualidad está severamente penada en Kenia y por lo tanto su tratamiento en cine se hace aún más riesgoso.
La acción transcurre en un barrio pobre de Nairobi donde viven Kena (Samantha Mugatsia) y Ziki (Sheila Munyiva), dos jóvenes adolescentes; cuando ellas llegan a conocerse, la primera mirada entrecruzada produce de inmediato un chispazo de atracción. Así, la relación amistosa inicial desemboca en un vínculo más intenso donde les resulta imposible evitar el encuentro sexual. Todo ello debe ser realizado clandestinamente, en la medida que los prejuicios sociales actúan como una barrera represora del amor que las une.
Aunque el tema no es novedoso para la cinematografía americana y/o europea sí lo es para la de África; en tal sentido, la directora apelando a una narrativa clásica capta muy bien las ilusiones y sueños de dos muchachas que aspiran a un porvenir más esperanzador que el que les ofrece el medio en que se desenvuelven. Además del romance ilícito el relato aborda las diferencias políticas sustentadas por los padres de las jóvenes, aspecto que no agrega mucho al tópico central del film.
Más allá del exotismo natural que destila esta película, la misma se distingue por su honestidad y especialmente por la empatía que logran sus protagonistas femeninas transmitiendo con convicción los sinsabores del sacrílego amor de sus personajes que por la dura realidad que deben enfrentar no concluye satisfactoriamente. Jorge Gutman