Al Maes­tro con Cariño

THE GRIZZ­LIES. Cana­da, 2018. Un film de Miran­da de Pencier

En su pri­mer lar­go­me­tra­je la direc­to­ra Miran­da de Pen­cier explo­ra la cul­tu­ra de un pue­blo a tra­vés de una dra­má­ti­ca e ins­pi­ra­do­ra his­to­ria basa­da en hechos reales.

Rara vez el cine cana­dien­se tra­tó las con­di­cio­nes de vida de la pobla­ción autóc­to­na que habi­ta en el Árti­co de Cana­dá como lo efec­túa en The Grizz­lies; en tal sen­ti­do la madu­rez demos­tra­da por la rea­li­za­do­ra ayu­da­da por el remar­ca­ble guión de Graham Yost y Moi­ra Walley-Bec­kett ha per­mi­ti­do que el film cale hon­da­men­te en el áni­mo del espectador.

Una esce­na de THE GRIZZLIES

Lejos del con­fort que se pue­da expe­ri­men­tar en ciu­da­des como Toron­to, Mon­treal y Van­cou­ver se halla Nuna­vut ubi­ca­da den­tro del Círcu­lo Polar Árti­co. En la pri­me­ra esce­na que se desa­rro­lla en 2004 se obser­va el sui­ci­dio de un joven; es así que un car­tel nos infor­ma que en esa región la tasa de sui­ci­dios es una de las más altas de Amé­ri­ca del Norte.

Con ese mar­co de refe­ren­cia la acción comien­za con el arri­bo de Russ Shepherd (Ben Sch­netzer), un joven pro­fe­sor blan­co pro­ve­nien­te del sur cana­dien­se que lle­ga a la ais­la­da aldea nór­di­ca de Kugluk­tuk, ubi­ca­da en Nuna­vut, para impar­tir docen­cia a jóve­nes ado­les­cen­tes de la escue­la ingle­sa de edu­ca­ción secun­da­ria del lugar. El pri­mer encuen­tro no es muy alen­ta­dor para el edu­ca­dor al enfren­tar­se con una quin­ce­na de estu­dian­tes sin moti­va­ción algu­na y que ade­más lo rece­lan y des­con­fían de él . No tar­da­rá mucho tiem­po para que el maes­tro se ubi­que en el con­tex­to en el que se encuen­tra y dar­se cuen­ta de los múl­ti­ples pro­ble­mas que la juven­tud enfren­ta; así, el cos­to ele­va­do de la ali­men­ta­ción que en algu­nos casos engen­dra el ham­bre, las fami­lias dis­fun­cio­na­les y la caren­cia de opor­tu­ni­da­des que des­in­cen­ti­va la espe­ran­za de un futu­ro mejor, moti­van a que la gen­te local encuen­tre en el alcohol o a veces en la dro­ga una mane­ra de olvi­dar momen­tá­nea­men­te las penas sufri­das. A todo ello, per­ma­ne­ce la apren­sión hacia cual­quier foras­te­ro blan­co como con­se­cuen­cia del tris­te lega­do de la colo­ni­za­ción y acul­tu­ra­ción expe­ri­men­ta­da por la pobla­ción autóctona.

Fren­te a ese cua­dro tan poco opti­mis­ta, Russ sien­te que pue­de efec­tuar un cam­bio bus­can­do un medio de moti­var a sus dis­cí­pu­los para que pue­dan ele­var su auto­es­ti­ma y pre­ve­nir al pro­pio tiem­po que que­den atra­pa­dos con la idea del sui­ci­dio. Con tal pro­pó­si­to crea un pro­gra­ma depor­ti­vo ense­ñán­do­les fue­ra de las horas de cla­se el lacros­se; se tra­ta de un jue­go rápi­do entre dos equi­pos don­de cada juga­dor uti­li­za un palo con una red en la par­te supe­rior para pasar y reci­bir una pelo­ta de goma a fin de meter goles al embo­car la pelo­ta en la red del equi­po opo­nen­te. Si bien la direc­to­ra del esta­ble­ci­mien­to (Tan­too Car­di­nal) al prin­ci­pio resis­te la ini­cia­ti­va de Russ, final­men­te ter­mi­na asin­tien­do. De este modo y ven­cien­do varios incon­ve­nien­tes que se le pre­sen­tan, a tra­vés del depor­te Russ va logran­do que estos estu­dian­tes apre­cien sus esfuer­zos al pro­pio tiem­po que van ganan­do cada vez más con­fian­za y sufi­cien­cia prac­ti­can­do el lacros­se. Como bro­che de oro, el pro­fe­sor obtie­ne la finan­cia­ción reque­ri­da para trans­por­tar a Toron­to a su equi­po lla­ma­do “The Grizz­lies” para jugar. A su arri­bo estos jóve­nes, que has­ta ese enton­ces no cono­cie­ron otro sitio que el nata,l no pue­den ocul­tar su asom­bro fren­te a la gran metró­po­li tal como si estu­vie­sen visi­tan­do otro planeta.

Apar­tán­do­se del clá­si­co rela­to depor­ti­vo, el film enfa­ti­za el tesón de un hom­bre idea­lis­ta que median­te el depor­te ha logra­do con­quis­tar el cari­ño de sus alum­nos quie­nes aho­ra pue­dan per­ci­bir el futu­ro con más optimismo.

Ade­más de una his­to­ria tan bien con­ce­bi­da y rela­ta­da, este film se real­za por la auten­ti­ci­dad gene­ra­da por el elen­co. La direc­to­ra ha reclu­ta­do mag­ní­fi­cos intér­pre­tes per­mi­tien­do que el públi­co se com­pe­ne­tre con cada uno de ellos; entre los mis­mos, ade­más de la logra­da pres­ta­ción de Sch­netzer y Car­di­nal, se des­ta­can Eme­rald Mac Donald como la alum­na más inte­li­gen­te del gru­po, así como los jóve­nes Ricky Marty-Pah­tay­kan, Paul Nata­ra­riaq y Boo­boo Stewart.

En los aspec­tos téc­ni­cos cabe dis­tin­guir la foto­gra­fía de Jim Denault cap­tan­do viva­men­te la majes­tuo­si­dad del pai­sa­je inver­nal de Kugluktuk.

En esen­cia, la rea­li­za­do­ra efec­túa en este exce­len­te film un hono­ra­ble tri­bu­to al estoi­cis­mo y resi­lien­cia de una comu­ni­dad a pesar de los obs­tácu­los incon­ve­nien­tes y con­tra­tiem­pos que deben afron­tar. En los cré­di­tos fina­les, se des­cri­be la situa­ción actual de los ex alum­nos de esta his­to­ria, desem­pe­ñán­do­se en la actua­li­dad en pres­ti­gio­sos car­gos pro­fe­sio­na­les. Jor­ge Gutman