Sub­yu­ga­ción y Venganza

DOG­MAN. Ita­lia-Fran­cia, 2018. Un film de Mat­teo Garrone.

Con el pre­ce­den­te de haber rea­li­za­do algu­nas nota­bles pelí­cu­las como Gomo­rrah (2008) y espe­cial­men­te Reality (2012) que obtu­vo el Gran Pre­mio del Jura­do en Can­nes, Mateo Garro­ne ofre­ce en Dog­man  una poten­te his­to­ria de sub­yu­ga­ción y ven­gan­za ambien­ta­da en un peque­ño pue­blo cos­te­ro al nor­te de Nápoles.

Mar­ce­llo Fonte

Basa­do en un hecho real, el guión del cineas­ta con la cola­bo­ra­ción de Ugo Chi­ti y Mas­si­mo Gau­dio­so se cen­tra en Mar­ce­llo (Mar­ce­llo Fon­te), un indi­vi­duo noble y divor­cia­do que ama entra­ña­ble­men­te a su hija Sofía (Ali­da Bal­da­ri Cala­bria) como así tam­bién a los perros que cui­da en su pelu­que­ría cani­na. Social­men­te está vin­cu­la­do con los due­ños de los nego­cios ale­da­ños y muy en espe­cial con Simo­ne (Edoar­do Pes­ce), un ex boxea­dor y for­ni­do matón local que inti­mi­da al vecindario.

Curio­sa­men­te entre Mar­ce­llo y el bra­vu­cón se esta­ble­ce una pecu­liar rela­ción de depen­den­cia don­de el débil carác­ter del pelu­que­ro es apro­ve­cha­do inte­li­gen­te­men­te por Simo­ne quien lo ter­mi­na invo­lu­cran­do en acti­vi­da­des delic­ti­vas de las cual no pue­de zafar­se a ries­go de ser cas­ti­ga­do. Cuan­do la situa­ción se tor­na insos­te­ni­ble para Mar­ce­llo él tra­ta de reafir­mar su dig­ni­dad y al hacer­lo va per­dien­do su natu­ral ino­cen­cia urdien­do un feroz plan cuyo obje­ti­vo es ven­gar­se de su explotador.

Con per­so­na­jes muy bien cons­trui­dos, ésta es una de esas pelí­cu­las don­de los acto­res se invo­lu­cran de modo tal que pare­cen mime­ti­zar­se con los mis­mos. Den­tro de su homo­gé­neo elen­co cabe dis­tin­guir la inter­pre­ta­ción de Mar­ce­llo Fon­te quien ha sido pre­mia­do como mejor actor en el fes­ti­val de Can­nes de 2018 por su exce­len­te com­po­si­ción del hom­bre dócil y frá­gil de esta tragicomedia.

Otro de los méri­tos del film es la mag­ní­fi­ca recons­truc­ción ambien­tal del pue­blo napo­li­tano que pare­cie­ra estar per­di­do del mapa y al mar­gen de los cáno­nes de la socie­dad con­tem­po­rá­nea a juz­gar por la deso­la­ción y des­es­pe­ran­za de su gente.

En líneas gene­ra­les, Garro­ne impri­me al rela­to un rit­mo fir­me que sin pau­sa algu­na lo con­du­ce hacia un dra­má­ti­co des­en­la­ce nutri­do de esce­nas vio­len­tas que de nin­gún modo resul­tan en este caso gra­tui­tas. Así ha logra­do un wes­tern moderno mag­ní­fi­ca­men­te narra­do den­tro del mar­co de un cli­ma de ten­sión que con­cen­tra la per­ma­nen­te aten­ción de la audien­cia. Jor­ge Gutman