MATTHIAS ET MAXIME. Canadá, 2019. Un film escrito y dirigido por Xavier Dolan
Después del traspié de su penúltimo film de The Death and Life of John F. Donovan (2018), Xavier Dolan retorna a Montreal con Matthias et Maxime, un film superior a aquél aunque sin la fuerza necesaria de sus mejores trabajos.
En un guión que le pertenece el joven realizador relata la historia de una amistad de jóvenes amigos. En su mayor parte el relato los enfoca cuando salen de vacaciones, alternando en reuniones, discusiones, fiestas y despedidas teniendo en cuenta que Maxime (Dolan), uno de ellos quien trabaja como barman de un club, está a punto de partir a Australia por dos años. Dentro de ese grupo además de Maxime se encuentra Matthias (Gabriel D’Almeida Freitas), un exitoso abogado, quien mantiene con aquél un sólido lazo amistoso que se ha prolongado desde la infancia.
El conflicto dramático del relato se produce cuando Matthias y Maxime aceptan participar en un cortometraje estudiantil donde en una escena ambos deben besarse. El impacto de ese contacto les hace descubrir un sentimiento homosexual que ambos ignoraron hasta ese momento y que les deja desconcertados por no saber cómo asumirlo; eso se evidencia con mayor énfasis en Matthias, quien heterosexualmente mantiene una buena relación con su novia Sarah (Marilyn Castonguay) y que como consecuencia de lo ocurrido tratará de mantener distancia con su amigo.
Aunque esta historia de deseos sexuales reprimidos pueda en principio interesar, tal como está presentada resulta difícil de admitirla porque hasta el momento en que tiene lugar el mencionado beso no hay evidencia alguna que deje presumir la existencia de un amor platónico u homoerotismo entre ambos amigos. Gran parte del problema del film reside en que el guión no ahonda suficientemente en sus personajes impidiendo que el espectador se interese por ellos. A todo ello, Dolan no ofrece nada diferente de lo que ya presentó en anteriores oportunidades; así, en escenas secundarias recurre al típico conflicto existente entre madre e hijo, en este caso Maxime y su enferma madre (Anne Dorval).
Sin una puesta en escena remarcable ni una interpretación que trascienda, excepto la muy buena participación de D’Almeida, aquí no destella la energía e intensidad emocional que han caracterizado a los mejores trabajos del inteligente realizador; en consecuencia, sin ser mediocre, la falta de consistencia de la historia propuesta lo convierte en un film de menor aliento. Jorge Gutman